Nosotras parimos, nosotras decidimos

Por Libres del Sur abril 3, 2018 00:19

Nosotras parimos, nosotras decidimos

En la edición de Infobae del 21/02/18, el autor, Nicolás Márquez, dice: “... la embriología y la biogenética, la que nos ha demostrado con absoluta certeza que la vida humana comienza en el momento en el cual se unen el gameto masculino (espermatozoide) y el gameto femenino (óvulo)...” y afirma la falacia malintencionada de que en el aborto hay “desaparición forzada de un menor”. Afirmación mentirosa y descabellada: para desaparecer, un menor tiene que haber aparecido antes. No hay “menor” si no hay vida individual separada del cuerpo de la madre.

En la unión de los gametos comienza la vida humana cuando ese acontecimiento biológico –en este caso perteneciente a la especie homo sapiens, que es el único mamífero superior dotado de lenguaje verbal articulado–, el hecho accidental de la unión de los gametos, se humaniza.

Esto es función y tarea de la madre o la persona capaz de gestar que asume el trabajo de convertir ese hecho material biológico en producción de individuxs humanxs, es decir, parlantes.

Y es también experiencia vivida de toda persona existente. Todas y todos nacimos, y al nacer hacemos madre a la persona capaz de gestarnos y ponernos en el mundo. A todxs, alguien –generalmente y transhistóricamente una mujer– nos gestó y nos parió para que seamos seres paridxs, hijxs nacidxs (separadxs) por un trabajo de gestación y un trabajo de parto y un reconocimiento simbólico. Somos materia prima y mano de obra de la praxis maternal. Somos hijxs, cuando nacemos. Cuando pongo aquí la x, creo que el hábito me equivoca, porque en esta instancia opera la inscripción de la diferencia sexual. Ocupamos un lugar en el sistema de parentesco aunque hoy éste esté en crisis y transformación por diferentes factores que crean nuevas subjetividades sexuadas. Gradualmente adquirimos las funciones fisiológicas y simbólicas que nos permiten ocupar nuestro lugar y ganar autonomía individual inmersxs en las relaciones sociales que nos constituyen.

Nuestra vida como personas empezó con la concepción, si nacemos y sobrevivimos. Pertenece al pasado de nuestra historia, es un juicio de existencia retrospectivo, y no hay ningún presente subjetivo para ese momento, más que como origen après coup de lo que llegaremos a ser después de nacer. No sustenta ningún sujeto de derechos. Nacer no es derecho de los embriones o fetos, que gozan del mismo status biológico funcional –denominado muerte cerebral–, que autoriza los trasplantes de órganos posmortem. Es necesario atravesar el trabajo de parto de la mujer, y vivir luego del corte del cordón umbilical. En esos acontecimientos se consuma el don de la vida a un individux nuevo que la goza como persona. Es otro/a.

El saber de un embarazo, proceso corporal que empieza a ser significado (percibido y sentido) por la persona gestante, (que suele ser una mujer heterosexual que ha tenido un coito fecundante, consentido o no), o bien como cumplimiento de algo, de un deseo, aceptado, vivible y viable, o, por el contrario, como algo amenazante, rechazado, peligroso, que pone en peligro su vida y que no puede ser integrado en su identidad o en su  proyecto de vida. Vida y muerte no se distribuyen de manera correctamente ordenada, y la ambivalencia siempre está presente en la escena del embarazo, incluso cuando es deseado.

Muchas mujeres dicen: “Me quiero morir”, o “me quiero matar”, o “lo mato”, cuando ven el evatest positivo, lloran, se deprimen abominan de su suerte –determinada a veces por la violencia, los anticonceptivos ineficaces o inaccesibles–, o de su despreocupación, o del azar signando un acto irreflexivo matrizado por los estereotipos de género y los mandatos sociales. Siempre es responsabilizada y culpada la mujer por los embarazos no deseados. ¿Y los varones qué? ¿Cuántos varones abandonan a su partenaire sexual cuando se enteran de que causaron un embarazo? ¿El embarazo involuntario debe ser castigado con la maternidad obligatoria?

Cuando una mujer dice: “Quiero sacarme eso”, está diciendo que no va a hacer un hijo/a de esa vida orgánica, que no ha sido llamada a la vida social por el deseo. Que es un algo cuya vida biológica no despierta el amor de la gestante. No la inspira o la envuelve en el “quiero que tú seas” (el volo ut sis de San Agustín) imprescindible para que “eso” llegue a ser un semejante amado. No es un semejante, aunque si ella lo deseara, podría llegar a serlo. La natalidad (polo opuesto de la mortalidad) es inherente al ser humano. Por eso no puede estar ausente del vínculo materno-filial originario el deseo de alteridad, de dar lugar a alguien que no existe aún. Que no es obligatorio ni automático. Cuando el embarazo no se inviste y prefigura imaginariamente como alguien nuevo, que puede devenir amado, sino como obstáculo o peligro para la vida, se pone en juego la voluntad de su continuación. Aborto.

La maternidad no es un destino inapelable de los cuerpos que pueden gestar.

Se supone que la maternidad –praxis singular si las hay– experiencia de la donación mutua y de poiesis natal, hasta ahora, se construye subjetivamente desde el amor y no desde la necesidad biológica o demógráfica. Ocurre en el cuerpo individual de una mujer. Y como ocurre en el cuerpo de alguien, debe ser consentido y adoptado como propio por esa persona, por lo menos hasta el parto/nacimiento. ¡La maternidad debe ser voluntaria y elegida! Basta de estereotipos y negación del poder de las mujeres. A las que en la actualidad se agregan –políticas de la identidad y tecnologías del yo mediantes– nuevos sujetos con capacidad de gestar.

Las mujeres tenemos el poder de gestar: es ese el poder que está en disputa. No es éticamente sostenible en una sociedad democrática, que la gestación ocurra y transcurra contra la voluntad de la mujer, o contra su integridad, o contra su salud física y  psíquica. Un embarazo en esas condiciones es asimilable a la violación.

Es hora de escucharnos cuando gritamos: ¡Nosotras parimos, nosotras decidimos!

 

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Por Libres del Sur abril 3, 2018 00:19