Las inversiones de Obama. Una vez mas van por los principales negocios.
El gobierno nacional difundió por los medios de comunicación, con la visita de Obama, que las empresas norteamericanas estaban muy interesadas en invertir en la Argentina. La delegación de EEUU se encargó por su lado de explicar que para ellos era muy importante que se libere el comercio entre nuestras naciones. En concreto hicieron saber que Macri debería “normalizar la economía y abrir el país al comercio y las finanzas globales, de modo de convertirse así en uno de los más estrechos socios de Estados Unidos en la región”.
En resumidas cuentas, dijeron que si queremos inversiones tenemos que volver a la apertura externa; como en la dictadura o durante los noventa. Con la gravedad que eso implica respecto de un país con el que, sin esa apertura ya tenemos un déficit comercial de 4.200 millones de dólares (2015).
Pero no está solo en esa exigencia de abrir nuestra economía al “libre comercio” con los EEUU -como nos proponían con el ALCA- el problema para nuestro futuro. También residen los enormes riesgos para el país, en el tipo de inversiones que las empresas norteamericanas buscan realizar y los beneficios que esperan obtener de ellas. Analicemos la historia.
Derrocado Perón por la Revolución Libertadora en 1955, se abrió en la Argentina un nuevo período histórico donde la anterior dominación británica fue reemplazada por la de Norteamérica, nueva potencia hegemónica en el mundo. Por tanto fueron a partir de allí -de una u otra manera- los capitales yanquis los que predominaron por estas tierras en los principales negocios, afectando permanentemente nuestros intereses nacionales.
El modelo de sustitución de importaciones del peronismo, basado en el capital nacional, fue reemplazado a continuación por otro, donde la sustitución se llevó adelante a través -esencialmente- del capital extranjero. Aramburu primero, Frondizi después y finalmente la “Revolución Argentina” de Onganía, Levingston y Lanusse, marcharon por ese rumbo. Proceso de concentración y extranjerización de nuestra economía, con predominio norteamericano, que ya no tendría retorno.
Como las inversiones se hicieron siguiendo el patrón de los intereses de las empresas y bancos multinacionales y no de las necesidades argentinas de tener una economía integrada, desarrollada y sustentable, para mediados de los años ‘70 la crisis del modelo de sustitución de importaciones desplegado desde 1955 era total.
La clases dominantes locales entonces, con el decidido apoyo de los EEUU procedieron a instalar una nueva dictadura, portadora de un nuevo modelo económico. El gran negocio -no el único- que les ofrecieron a los grandes bancos, principalmente de aquel país, fue el de la deuda externa. Videla recibió la Argentina con una deuda de solo 7.000 millones de dólares, al retirarse la dictadura ocho años después la misma ascendía a 43.000 millones, sin que prácticamente nada de ese dinero se hubiera invertido en el país.
Luego del gobierno de Raúl Alfonsín, al que asfixiaron desde el FMI y demás organismos internacionales de crédito, lograron volver a instalar en la Rosada una administración favorable a la “relaciones carnales”. Es decir, una que les volviera a abrir la puerta de los negocios. Así fue, abrieron la economía y la desregularon para facilitar la penetración de los productos y capitales extranjeros, particularmente norteamericanos. Le aceptaron el plan a Nicholas Brady, secretario del tesoro de los EEUU, para continuar pagando la deuda externa a tasas crecientes. Pero particularmente les ofreció Menem a los monopolios y bancos internacionales el negocio de la privatización de las empresas del Estado, que fueron pagadas en gran parte por devaluados papeles de deuda argentina.
Ya sabemos como terminó en el 2001 y 2002 esa historia que se inició en 1955, de sometimiento a los intereses de los EEUU y sus grandes capitales. No hace falta extenderse con ello.
Ahora, en las recientes elecciones presidenciales, llegó de nuevo la tradicional derecha vernácula al gobierno. Lo hizo enancada sobre el fracaso del kirchnerismo, que en esencia no modificó la matriz productiva concentrada y extranjerizada que dejó el neoliberalismo; mucho menos la corrupción habitual de éste. Es la misma derecha que promovió todas las dictaduras del siglo pasado y que gobernó a través del PJ en los años noventa. Travestida, eso sí, en “moderna” de la mano de Duran Barba.
Nuevamente se propone virar el país, con versos varios, a la alianza con los poderosos del norte. No solo, como decimos mas arriba, abriendo nuestra economía a sus productos aunque afecte severamente la producción nacional, sino también compartiendo con ellos los principales negocios del momento. Si antes fueron la sustitución de importaciones, la deuda y finalmente las privatizaciones, ahora les ofrecen otros apetecibles bocados. Seguramente a cambio de que les dejen las migajas del festín a ellos.
Estos negocios en la Argentina de hoy y en este mundo actual, son justamente los sectores donde Macri y Obama anunciaron inversiones norteamericanas. Es decir: agroindustria, infraestructura, software, gas, petróleo, turismo, energía no convencional, minería, petroquímica, etc. En muchos casos ni siquiera harán nuevas inversiones, sino que comprarán empresas ya instaladas, a buen precio. Las condiciones exigidas por los “inversores” serán las de siempre: libertad para girar dividendos a su país de origen, control absoluto sobre los procesos tecnológicos, pago de royalties por el uso de patentes (como Monsanto con sus semillas), laxos controles sobre perjuicios al medio ambiente (como con la Barrick), cláusulas secretas en los contratos (como con Chevrón), que los conflictos se diriman en tribunales de Nueva York, etc, etc.
En definitiva el proyecto de la nueva derecha macrista es, en líneas generales, el mismo de los últimos sesenta años de los sectores dominantes locales. Adecuado, claro está, a los nuevos tiempos: transferir riqueza de la mayoría de la población a las minorías pudientes y sus socios externos, particularmente norteamericanos. Si antes estos proyectos produjeron las consecuencias conocidas para el país y su gente, no hay razón alguna para que ahora la historia no se repita.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur