La renuncia de Losardo y el rumbo del gobierno. Por Humberto Tumini.
Marzo del 2021
Editorial
La renuncia de Losardo y
El rumbo del gobierno.
Cristina dijo recientemente que perdieron con Macri en el 2015 por el poder judicial. No es rara esa apreciación ya que nunca se le escuchó una autocrítica de sus ocho años de gobierno, siempre responsabilizó de los problemas a sus adversarios y/o enemigos; jamás un mea culpa. Si alguien piensa que no es así, que lea su libro “Sinceramente”.
Es bueno, no obstante, analizar porqué ganó Macri la presidencia, después de mas de cien años en que las clases altas y reaccionarias de nuestro país no lograban poner uno de los suyos en la Rosada, con su partido y por los votos.
Perdió el kirchnerismo aquellas elecciones, por lo pronto, por lo económico, ya que del 2012 al 2015 hubo estancamiento productivo con crecimiento de la pobreza. La razón de que esto sucediera fue, en primer lugar, producto de la crisis internacional que llevó a la baja los precios de los granos; lo que afectó a nuestro país sin responsabilidad de su gobierno.
Pero esto se vio agravado porque por acuerdos con Repsol hasta el 2012, que incluía la compra mas que rara del 25% de YPF por parte de Eskenazi, perdimos el autoabastecimiento petrolero y se demoró la explotación de Vaca Muerta. Tuvimos entonces déficits significativos en la balanza exterior energética, que incrementaron la restricción externa.
También fue componente no menor del problema económico de aquel momento el hecho de que, en 12 años de gobierno, el kirchnerismo no modificó la estructura productiva argentina, concentrada y extranjerizada; incluso incrementó bastante esos rasgos. Sus acuerdos con sectores significativos del establishment significó, por ejemplo, que no tocaran la ley de inversiones extranjeras de Menem, la de entidades financieras de Martínez de Hoz, que gambetearan la ley de bosques y la de glaciares, que aceptaran una industria automotriz y otra electrónica que prácticamente eran armadurías, con muy baja integración nacional y altísimo déficit comercial externo, o que se exportaran minerales casi regalados como explicó Pino Solanas. Cuando vino la crisis después del 2009 esa clase empresarial “amiga”, que “se la llevaba en pala” (Cristina dixit), bajó las inversiones y fugó capitales.
Pero también perdieron las elecciones (no solo las del 2015, sino además CFK las del 2017 con un desconocido Esteban Bullrich) por sus conductas políticas. A saber: 1) Corrupción extendida. 2) Manipulación para ocultar la realidad cuando les era desfavorable, como hicieron desde el Indec con el aumento de los precios y la pobreza. 3) Permanente doble discurso: defender los DDHH pero ser aliados de Insfrán y tener de altísimo funcionario en seguridad a un tipo como Berni, jactarse de firmeza con los buitres y luego hacer pagos llamativos a Repsol, el Club de París y al Ciadi, llamarse a sí mismos progresistas y luego llevar un menemista como Scioli de candidato y en Buenos Aires a un turbio personaje como Aníbal Fernández. 4) Agresividad permanente con quienes los criticaran, fuera por derecha o por izquierda. 5) Elaborar una ley de medios argumentando que no podía haber monopolios sino pluralidad de voces y luego utilizar los medios públicos -y los privados, que compraron con empresarios y recursos oscuros- en su absoluto provecho; excluyendo a todos los demás de ellos. Etc, etc, etc.
Por todas esas razones perdieron y no culpa de la justicia; que fue, como Oyharbide, entre otros, bastante condescendiente con ellos en los 12 años que gobernaron.
Por eso ganó Cambiemos. Lo sabe perfectamente Cristina, aunque le eche la culpa al “lawfare”. De allí que, para poder regresar al gobierno, tuvo que resignar la candidatura presidencial y acordar con Alberto, Massa y los gobernadores, que durante años le habían hecho todo tipo de -justas- críticas. Con Cristina a la cabeza volvían a perder -como en el 2013, 2015 y 2017- pese al desastre que había hecho Macri. Por eso, para ganar, tuvieron que hacer aquellos acuerdos y decir que “volverían mejores”.
Así llegaron Alberto y el Frente de Todos al gobierno, con la promesa explícita de “ser mejores” y de poner rumbo a un nuevo “proyecto nacional”. Es absolutamente cierto que recibieron la desastrosa herencia que les dejó el macrismo; como también que luego les cayó encima la pandemia. Pero ambas cuestiones, que pueden justificar que se demoren los tiempos de resolución de los problemas, no son argumentos valederos para que la marcha de fondo de la actual administración no vaya en la dirección correcta, si se quieren resolver los gravísimos problemas del país.
Sin dejar por supuesto de reconocer políticas acertadas que se han tomado, en particular frente a la pandemia. Como también algunas medidas económicas transitorias contra cíclicas como el IFE y los ATP, el congelamiento de tarifas, alquileres y la prohibición de despidos, el impuesto a la riqueza; u otras de derechos sociales como la legalización del aborto. Debemos decir que, de hace unos meses a esta parte, el rumbo del gobierno va girando para peor; acercándose al que, en definitiva, permitió el regreso de la derecha en el 2015.
Por lo pronto y mas allá del discurso, ya a los pocos meses comenzaron a mostrar su debilidad frente a los factores de poder. Recularon con lo de Vicentín, en la negociación de la deuda con los acreedores privados patearon la pelota para adelante, el control de precios es mas que livianito, empezaron el ajuste del gasto público exigido por el FMI sin que la economía hubiera mínimamente despegado. De la reforma tributaria progresiva ya no hablan.
También reaparece el doble discurso. Dicen ser progresistas y le bancan a Insfran, igual que Cristina antes, las barbaridades que hace en su provincia; o reprimen en Guernica, Berni mediante. Dicen en plena pandemia que “de esta salimos todos juntos” y organizan un vacunatorio Vip desde lo mas alto del gobierno. Y, tal vez lo mas grave, parece que ahora toma el propio presidente como suya la búsqueda de impunidad del kirchnerismo.
Durante todo un período, aunque presentaron la “reforma judicial” y aceptaron la comisión “Beraldi”, resistió Alberto aquello en cierta medida. Tomó distancia del discurso de los “presos políticos”, de los interesados ataques a la Corte, del pedido de indultos y amnistía. Pero ahora todo indica que se rindió. Es muy difícil tener otra lectura de la renuncia de Losardo, ministra de su riñón, que expresaba esa diferencia con la estrategia política-judicial de Cristina.
La reiteración en lo fundamental, aunque sea atenuada en algunas cuestiones, de las políticas, medidas y rasgos que llevaron al fracaso a los gobiernos del kirchnerismo en su momento, es un grave error. Que muy posiblemente impida que el actual de Alberto Fernández pueda sacar al país de su crisis.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur