19 años sin Walter (Bulacio)

19 años sin Walter

 

Breve crónica de la convocatoria de la CORREPI

Fue difícil crecer durante los noventa en nuestro país con tanto viento en contra.
Entre la carencia de proyectos colectivos y una sociedad que profundizaba su caída en la fragmentación, egoísmo y desigualdad al grito de sálvese quien pueda, no había lugar para ser joven, menos aún si el origen era el conurbano bonaerense. Significaba ser parte de aquellos que no estaban invitados a esa fiesta para pocos que organizó el menemismo y en la cual, la Polícía hacía de Patovica.
Será por eso, tal vez, que todos los que atravesamos los ´90, llevamos algunas cicatrices de diversos encuentros desafortunados con el país que nos era esquivo. Algunas de ellas personales e intransferibles, pero otras tantas, son sin dudas, colectivas y nos recorren a todos por igual, dando testimonio de un viaje compartido y accidentado. Walter Bulacio es una de ellas. Tal vez la más profunda.
En el caso de Walter, sucede lamentablemente lo que ocurre con muchos otros casos de violencia policial. Se conmemoran igual cantidad de años desde su asesinato que los que registra la impunidad de sus agresores. Increíblemente ya suman diecinueve. Toda una medida de lo persistente que puede resultar el fantasma de una década tan oscura como sólo aparentemente superada.
“Aunque no parezca nosotros también lloramos. Claro que lloramos! Pero nos secamos las lágrimas y seguimos peleando. Otra no nos queda”. Dice, desde el micrófono, uno de los familiares víctimas de la violencia institucional que integran la CORREPI y sus palabras generaron de inmediato un súbito aplauso, espontáneo y generalizado. Fue durante la reciente convocatoria que organizó la CORREPI en el Obelisco.
A escasos dos metros de ellos, en el centro de la escena y en parte ajena a las miradas de los convocados, una pibita que trabaja limpiando vidrios en los semáforos, baila al ritmo de una de las canciones de los Redondos con su secador como estandarte. No muy lejos de ella las personas que duermen a diario en esta plaza de hormigón, le festejan, en complicidad, las acrobacias, del mismo modo que desde otro rincón de la plaza lo hacen algunos militantes mientras sostienen sus banderas.

Los recitales de los Redondos fueron durante años el refugio y lugar de encuentro de todos los marginales que soñábamos con aquellas palabras del Indio que afirmaban que cuando la noche es más oscura comienza el día en tu corazón. Walter fue asesinado, precisamente, a la salida de uno de sus recitales, luego de ser detenido junto a un centenar de jóvenes por el sólo hecho de concurrir a un recital. El principal sospechoso, el comisario Espósito sólo cumplió dos horas de arresto y quedó en libertad. Sin embargo, es mucho más lo que está en juego, porque el gran número de casos similares al de Walter nos dicen que no se trató sólo de un “exceso policial”.
El gatillo fácil fue una política de control social de la que nunca nadie reclamará derechos intelectuales, sin embargo ha sido tan real como el golpe en la cabeza que le quitó la vida a Walter.
-¿Qué rol está cumpliendo el gobierno en el caso Bulacio? Pregunto a uno de los organizadores.
- Se habían ofrecido como querellantes en la causa, pero el fallo de la Corte (Interamericana) responsabiliza al Estado, así que no pueden ser querellantes porque no pueden estar de los dos lados del mostrador. El Estado es el responsable de estas políticas. Nunca se van a hacer cargo porque eso significaría aceptar que no se trata de un policía violento, sino de una política de Estado.

Según afirma un volante de la CORREPI, el Estado argentino debía indemnizar a la familia de Walter, de acuerdo al fallo de la Corte Interamericana, sin embargo cuando pregunto sobre esta cuestión, la respuesta es nuevamente desalentadora.
-La familia no recibió nada del gobierno. Ni siquiera de la banda. Aunque se comentó que habían hecho cosas para juntar plata para la familia es todo mentira. Nunca le pasaron un peso a la abuelita de Walter, ni al resto de la familia.

La abuelita de Walter parecía invisible para todos, incluso para mi que la tenía delante y no la había reconocido. Estaba sentada sobre la incómoda estructura semicircular que rodea al obelisco y que pretende ser, según los usos de la moderna arquitectura urbana, un asiento para los transeúntes. Vestía humildemente, con un pantalón de tela verde y unas zapatillas tan blancas como su cabellera y sólo la acompañaba su otra nieta, la hermana de Walter y un silencio grave, como en el que suelen caer quienes llevan largas esperas.
Sobre la segunda mitad de este año, se espera, tendrá lugar el esperado juicio a Espósito, sin embargo la familia y la CORREPI denuncian que sólo se trata de una maniobra para que nada cambie. Sólo se juzgará a Espósito a nivel individual y no por el asesinato de Walter, sino por el delito de Apremios Ilegales.
Como suele suceder, el hilo se corta por lo más delgado, pregunten sino a los familiares de Maxi y Darío, de los pibes que asesinaron el 20 de Diciembre, y de otros recientes como Luciano Arruga que aún esperan justicia. Continuidades de una década que no termina de irse.

 

 

Matías Cambiaggi

 

 

 

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