Una dirigencia progresista firme y un estado fuerte

Para cambiar la Argentina es necesaria

Una dirigencia progresista firme y un estado fuerte

  Los 12 años de gestión kirchnerista van a dejar en la Argentina cantidad de problemas de todo tipo y envergadura. De ellos podemos señalar tres de gran impacto en la vida del país, que cualquier administración progresista debe abordar prioritariamente si quiere hacer de verdad una nación mejor.

  En primer lugar, lo mas importante es resolver los cuellos de botella económicos que traban, limitan y distorsionan toda posibilidad de crecimiento sustentable y equitativo. Mas allá de las mentiras de las estadísticas actuales, lo cierto es que el PBI casi no crece de hace tres años a esta parte, la inversión es claramente insuficiente, no se crea empleo (salvo en el sector público) desde el 2008 y, lo mas grave, ha regresado la restricción del sector externo. Hemos perdido además el autoabastecimiento energético y tenemos deteriorada la infraestructura de todo tipo.

  En esas condiciones no es dable crecer con cierta continuidad; menos en un mundo que, sin ser hostil, ya no es tan amigable como hace unos años atrás. Solo será aquello posible, en lo esencial, si somos capaces de sustituir importaciones y aumentar exportaciones, para eludir de una vez por todas y definitivamente el periódico estrangulamiento del sector externo. Lo que a su vez requiere mejorar nuestra infraestructura para bajar costos, y contar con energía abundante y barata que contribuya también a ello. Todo se puede hacer, si se obtienen los recursos y se invierte adecuadamente en cantidad y calidad; incluyendo a la educación, la ciencia y la tecnología en esto.

  En segundo lugar, hay que abordar el enorme problema de la pobreza, que hoy llega a cerca del 30% de la población, con un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan. Esta realidad, en parte importante, se debe al fracaso económico del kirchnerismo. Pero en alguna medida es también producto de otras razones, como la falta de decisión de atacar en profundidad y en toda la línea dicho flagelo. Los planes sociales son muy necesarios, si son transitorios y en camino a recuperar el empleo, pero si se vuelven permanentes (exceptuando algunos como la asignación universal por hijo, que está bien que así sea) introducen graves problemas en el mercado laboral y distorsiones culturales profundas.

  La salida de la pobreza extendida requiere fundamentalmente de la creación de empleo, en particular en el interior para cortar la emigración a los cordones de las grandes ciudades. Pero al mismo tiempo necesita de otra batería de políticas: educativas, culturales, de salud y vivienda; dándole fuerte prioridad a las que se orientan a los jóvenes.

  En tercer lugar tenemos el tremendo crecimiento en esta última década de la inseguridad, con el narcotráfico como causa principal de la misma. Situación que se verifica a esta altura en todo el territorio nacional, que tiene a la pobreza y la marginalidad como base donde desplegarse y a la complicidad de sectores importantes de las fuerzas de policiales, de la justicia y del poder político como elementos potenciadores, ante la pasividad -en el mejor de los casos- de los gobernantes.

    Tarea ardua nos espera para resolver este gravísimo problema que acongoja hoy a nuestra sociedad. Lo fundamental, por cierto, pasa por ir disminuyendo lo mas rápido posible la pobreza y la marginalidad. Como así también por ir elevando los niveles educativos en los sectores mas necesitados, que permita ponerle un dique de contención no solo económico, sino también cultural al avance de las redes del delito allí.
 No obstante, nada de eso será suficiente si no se aborda con rigor la corrupción y los vínculos con las mafias en los distintos estratos del Estado, en la política y en sectores empresariales.

  Paralelamente, esto último será mas que dificultoso si no se encara a fondo la lucha contra el narco, con eje prioritario en la despenalización. Si solo la represión es la estrategia, vamos al fracaso como en las recientes décadas.

  No es difícil de ver, que abordar la solución de los tres principales y graves problemas que nos deja hoy el kirchnerismo, desde una perspectiva progresista, significa afrontar durísimas batallas. Por lo pronto contra el poderoso establishment económico, que busca mantener esta Argentina que hoy tenemos o hacer una peor aun. Pero no solo contra ellos, sino también con las distintas corporaciones que pretenden lo mismo. Corporaciones que tienen hecha una base no desdeñable en las fuerzas de seguridad, en la justicia, en los medios de comunicación, en cierta intelectualidad y en algunas fuerzas políticas.

  Que nadie piense por tanto, que es tarea sencilla y de poco conflicto transformar la nación, para que nos cobije bien a todos.

  El requisito principal para tener éxito en semejante emprendimiento, es que seamos una dirigencia progresista clara en nuestro proyecto, muy firme para defenderlo y llevarlo delante llegado el caso. Capaz de resistir sin claudicar las presiones a que nos someten y someterán los sectores de poder y los grupos corporativos.

  El segundo requisito es que, como parte esencial del proyecto, nos propongamos -de llegar al gobierno- construir un Estado fuerte y eficiente. Que controle a los monopolios locales y extranjeros, defienda los recursos naturales e intervenga en la economía allí donde el interés nacional lo indique. Estado donde se combata de raíz la corrupción de los funcionarios, transparente frente a la sociedad y que promueva la participación del pueblo en las cuestiones públicas; para que aquel no sea convidado de piedra en lo que resuelven otros.

  El desafío está allí, delante de nuestros partidos y de nosotros mismos como dirigentes. La historia dirá si fuimos capaces de afrontarlo. Como enseñó el general San Martín: “Las grandes empresas se han hecho para los hombres -y mujeres agregamos nosotros- de coraje”.

Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur   
   

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