Reality show K

El rebelde titular del Banco Central contaba la anécdota por aquellos tiempos a cuanto inversor local y extranjero quisiera escucharlo, como una manera de reafirmar la voluntad de pago del Gobierno a los acreedores. Por supuesto, Néstor les decía lo mismo a banqueros y empresarios con acceso a Olivos, todos hombres que –como dice Cristina– confiaron en el país y realizaron en menos de un año ganancias extraordinarias con el salto en el cotización de esos títulos. Cuando Redrado resistía el miércoles en su despacho del Central, algunos de esos “compañeros” banqueros nucleados en ADEBA emitieron un comunicado, reclamándole un paso al costado: temían que la demora del Fondo del Bicentenario pinchara el precio de los bonos, con los que rellenaron sus carteras.

Redrado podría ser el enemigo perfecto para el Gobierno: noventista, golden boy auspiciado por Neustadt, de aceitados vínculos con el establishment.

Sin embargo, no lo es dos razones. Una, durante más de cinco años fue clave para el manejo de la política económica. “Martín sabe lo que hace”, solía decir Néstor cada vez que algún otro funcionario “progre” lo cuestionaba.

Hacia agosto de 2008 se discutió puertas adentro del Gobierno cómo llevar el dólar hacia arriba. Todos los economistas heterodoxos del oficialismo (Marcó del Pont, Felletti, Aldo Ferrer, y en ese momento hasta el propio Boudou) defendían la teoría de no regalar reservas baratas y subir el dólar más rápido. Del otro lado, Redrado solo convenció a Kirchner de que había que llevar el tipo de cambio paso a paso, vendiendo reservas en el camino. Acertó, porque la situación internacional mejoró rápido. Y logró estabilizar el dólar 20% más alto, fundamental para preservar la competitividad de la economía y recaudar más vía retenciones.

La última vez que acompañó a los K fue a principios de diciembre. El FMI envió u$s 2250 millones a Argentina por la ampliación de su capital, y el BCRA fue el único Banco Central de la región que le transfirió esos recursos al Tesoro para cubrir el bache fiscal. Antes había accedido también a girarle al Tesoro las utilidades del Central por diferencia cambiaria (vía emisión de pesos), una medida rechazada por los economistas ortodoxos.

La segunda razón por la que el kirchnerismo no puede, esta vez, hacer una bandera ideológica de su torpeza política es el sentido en sí de la medida que se discute. El Fondo del Bicentenario significa apartar u$s 6.569 millones de las reservas para pagar deuda en 2010 (en su mayoría) a acreedores privados.

Más allá de la oportunidad de esta política, es difícil darle el tono épico de la 125 (“la batalla contra la oligarquía agropecuaria”), o dotarla de buenos argumentos contra los abusos del establisment financiero, como en el caso de la estatización de las AFJP.

Cuando se ensaya un argumento político en ese sentido, se cae en el ridículo. “El Fondo del Bicentenario es una herramienta fundamental de la política económica del Gobierno que garantiza el regreso soberano del país al mercado internacional de capitales, importante para profundizar aún más la inversión y con ella la generación de más puestos de trabajo”, dice el comunicado de la CGT del compañero Moyano. Parece un calco de los escritos del compañero Cavallo en los noventa: regreso a los mercados de capitales (emitir nueva deuda), para estimular la inversión y así crear empleos para los compañeros trabajadores. En fin, a los intelectuales K les va a costar convocar a una marcha en Plaza de Mayo para defender el Fondo del Bicentenario de la mano de ADEBA y los exclusivos clientes de Merrill Lynch, empapelados de títulos públicos.

Conspiraciones. “No hacen más política, se olvidaron de la política. Toman decisiones, y después creen que las cosas se van a acomodar solas. Es una pena”, dice un ex funcionario de Néstor y de Cristina, tal vez el único con futuro político, a la luz de las últimas encuestas. “Tiene que ver también con el encierro. Lo hablan entre dos y nadie gestiona políticamente”, agrega.

La capacidad del matrimonio presidencial para tropezar con las piedras que ellos mismos arrojan al camino es asombrosa. Así como también sorprenden sus facultades casi mágicas para apuntalar las aspiraciones políticas de dirigentes o funcionarios que hasta ayer estaban a su lado. Sólo es cuestión de que ellos los coloquen en la mira, y como en un reality show en el que se descubre al “traidor” ante millones de espectadores, Aníbal Fernández salga a acusarlos en cadena nacional de conspiraciones y tropelías. (El jefe de Gabinete tiene además talento actoral: que Cristina se encontró en una agenda de Redrado un papelito que confirmaba que había almorzado con cuatro periodistas de Clarín; que él una vez estuvo en una reunión en Nueva York en que Redrado ofreció su renuncia; que vamos a tener que contar algunas cosas que nadie sabe; que me dijo, que le dije…).

Plan B&B. Hace poco más de un mes, en esta columna reseñamos el plan B&B (Boudou-Blejer), que dio origen al Fondo del Bicentenario. Desde hace meses, el ministro de Economía y Mario Blejer (Universidad de Chicago, ex titular del BCRA con Duhalde, ex FMI por 20 años) vienen trabajando en la idea de que, en 2010, la Argentina debería regresar al mercado de capitales para emitir deuda a tasas inferiores al 10 por ciento.

En un mundo de tasas de interés bajísimas es absurdo que la Argentina deba cancelar, con recursos fiscales, vencimientos de capital de la deuda. Lo lógico sería refinanciarlos. Sobre todo en una economía que está saliendo de una profunda recesión.

Para ello había distintas alternativas: regularizar la deuda con los holdouts (los bonistas que no ingresaron al canje de 2005); conseguir una auditoría del artículo IV del FMI; avanzar en negociaciones para salir del default con el Club de París.

Boudou optó por avanzar con la primera de las alternativas, dado el riesgo político que suponía acercarse al FMI con el frente del INDEC todavía abierto.

“Aimé es la racionalidad”, decía hacia octubre pasado Redrado cuando se lo consultaba en privado sobre la estrategia del ministro de Economía.

Sin embargo, en los planes de Amado, el hombre ideal para el Banco Central siempre fue Blejer. Juntos diseñaron el Fondo del Bicentenario con el siguiente argumento: si se asegura el pago de todos los vencimientos de deuda con reservas, entonces estará garantizado el éxito del canje con los holdouts, y los recursos que se obtengan con nueva deuda podrán destinarse a obras públicas. Según el ministro, por su experiencia, Blejer es también el hombre para negociar con los burócratas de Washington, y acercar una propuesta al Club de París, sin pasar por el FMI.

El que no entendió el plan es Miguel Pesce, el radical K vice del Central, que ayer tomó el lugar de Redrado por unas horas. “El Gobierno quiere continuar el camino de desendeudamiento y hemos tenido debates con Redrado respecto de la necesidad de volver a tomar deuda en el exterior y los efectos económicos que esto tendría”, dijo a una radio.

¿Nadie la avisó que el Presupuesto 2010 autoriza emitir bonos por u$s 15 mil millones, cuando por el canje sólo habría que emitir u$s 9.000 millones?

Pedestal. Boudou entusiasmó a Kirchner con la promesa de que, con el Fondo del Bicentenario, la Argentina podría crecer fuerte en 2010 y expandir la obra pública para recobrar, con miras a 2011, el capital electoral perdido. Pero el matrimonio presidencial no gestionó desde la política la decisión.

Cristina anunció el Fondo el 14 de diciembre sin siquiera habérselo comentado antes a Redrado (se enteró media hora antes), con la excusa de que algunos funcionarios filtraban la
información a la prensa. El titular del Central se quedó entonces ante el dilema de desautorizar el DNU, o intrumentar el uso de las reservas y someterse a las denuncias de la oposición cuando soplan vientos de cambio en el horizonte político.

Prefirió fugar hacia adelante, aprovechando que durante el verano no hay vencimientos relevantes. Con el argumento cierto de que el uso de las reservas para cancelar vencimientos a bonistas podía habilitar embargos de fondos buitres, esperó en vano la señal política del oficialismo. (Con que el Senado –donde el oficialismo todavía tiene mayoría– ratificara el DNU, el camino quedaría despejado).

Sin embargo, el matrimonio presidencial prefirió encaramar a Redrado al pedestal. ¿A nadie se le ocurrió acordar –u operar políticamente– su salida antes del anuncio del Fondo del Bicentenario? ¿Nadie imaginó ordenarle a Pichetto que contara porotos para una sesión especial del Senado? ¿Confiaron en que un llamado de Aníbal el miércoles a las 12 de la noche bastaba para sellar políticamente el asunto? ¿Pensaban que Redrado militaba durante todos estos años en La Cámpora, con Cabandié y Máximo? ¿Cobos es un político tan hábil que los hizo caer de nuevo en la trampa?

¿Kirchner se olvidó de la política? Por suerte, por ahora no necesita vender Olivos para cumplir con los acreedores.

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