La escuela pública sigue en terapia intensiva

Y los niños volvieron a clase: La escuela pública sigue en terapia intensiva
La provincia de Buenos Aires es la que más alumnos tiene y por su enorme población resulta la más expuesta en la vidriera política, pero hay en este momento provincias en conflicto que no tienen la suerte de ser visibilizadas.

Respiraron aliviados el gobierno provincial y el gobierno nacional. Propios y extraños de todos los signos, oficialistas y opositores terminarán con el tema “péguele a los maestros” hasta la próxima ocasión. La provincia de Buenos Aires es la que más alumnos tiene y por su enorme población resulta la más expuesta en la vidriera política, pero hay en este momento provincias en conflicto que no tienen la suerte de ser visibilizadas.

¿Por qué sucede esto, cuando desde el gobierno se sostiene que la inversión en educación es la más importante de las últimas décadas?

Mucho hemos tocado el tema en otras notas pero es necesario recordar algunos datos: Por la Ley de Transferencia de 1992 los colegios de todas las ramas y modalidades se transfirieron a las provincias sin los fondos para su financiamiento, esto produjo enormes dificultades para afrontar los gastos del sistema siendo su consecuencia más notable la fragmentación y desigualdad que se mantiene hasta hoy.

Por ejemplo la provincia de Tierra del Fuego invierte en la actualidad 17.213$ por alumno por año, Salta sólo llega a 3.276$, en Ciudad de Buenos Aires se invierten 10.682$ y en la provincia de Buenos Aires 6.520$ (Fuente CIPPEC). A pesar de que la Ley fija que la Nación debe aportar el 40% del gasto y las provincias el 60% en 2013 Nación no llegó a aportar el 30%. Del 6,47% del PBI destinado a educación se deducen los gastos de las universidades, el fondo de incentivo docente, y educación de otros Ministerios como el de Desarrollo Social -que es el más beneficiado- quedando en definitiva muy reducido el presupuesto destinado a la educación primaria y secundaria.

Recordemos que durante el gobierno de De La Rua, año 2000, el porcentaje destinado a educación era el 4,9 % del PBI o sea apenas un 1,57 menos que durante la “década ganada”, con un sistema mucho más grande en la actualidad ya que la obligatoriedad contempla el preescolar más el secundario. Hay que tener en cuenta que la meta que los organismos internacionales fijan como deseable para el gasto en esta área es el 8% del PBI y algunos países, como Brasil, pretenden llegar al 10% de su PBI.

Hoy las provincias, “pobres” o no tanto, deben seguir solventando la mayor parte del gasto y las dificultades reaparecen y se agravan con la inflación y la consiguiente lucha por mejores salarios y condiciones dignas para enseñar y aprender. Pero el tema no se agota (ni mucho menos) en los salarios.

Si bien es claro que el deterioro de la educación comenzó con el golpe militar de 1976, y que la consiguiente disminución de los contenidos, la persecución a los docentes comprometidos y el abandono de la infraestructura se profundizaron con la Ley Federal de 1994, debemos analizar la situación actual concientes de que el núcleo duro de la fragmentación se mantiene. Los docentes de las escuelas estatales tienen que enfrentarse a la problemática social que no se ha modificado, sino que se mantienen la miseria, la mala alimentación y las familias atravesadas por las adicciones, que no encuentran tratamiento ni posibilidades de reinserción. La escuela es la caja de resonancia de lacras tales como la desocupación, la desnutrición, la mala vida y las frustraciones de un sistema basado en el consumismo que arroja fuera del mismo a más del tercio de sus integrantes, quienes pueblan las escuelas públicas; estas mismas escuelas que son la válvula de contención para las rebeldías no encauzadas.

El mismo sistema, con su lógica perversa, responsabiliza a sus docentes de todos los males, si hay desocupación es un problema de educación, la inseguridad se arregla con más educación, las adicciones desaparecerían si se educara mejor…

Nadie puede negar la importancia que la educación tiene en una sociedad, pero la problemática del sistema tiene raíces en la organización económica y en, más precisamente, la distribución de la riqueza, por lo tanto estas desgracias provienen de la desigualdad, de la que no escapa la educación. Así tenemos enseñanza para pobres y enseñanza para ricos. Porque no es otra cosa una escuela carente de material didáctico, profesores bien pagos, baños y comedores dignos enfrentada a escuelas privadas o ubicadas en barrios de altos ingresos dotadas de comodidades adecuadas a las necesidades de maestras y alumnos. Los esfuerzos por disimular el deterioro, tales como la promoción automática o la propaganda de la creación de mil escuelas en todo el país no alcanzan para tapar el sol con la mano. Hay muy buenas iniciativas que podrían revertir en parte los estragos de la política económica, pero implican una inversión para los sectores postergados que el actual “capitalismo serio” no tiene ni las más remotas intenciones de llevar a cabo.

Entonces sería bueno que los funcionarios, políticos y medios de comunicación dejaran por una vez la hipocresía de lado y llamaran a las cosas por su nombre, les agradecieran a los docentes el esfuerzo diario y les sacaran la espada de Damocles de hacerlos culpables de lo que su avaricia e insensibilidad provocan.

 

María Elena Benso
Directora del Área de Educación ISEPCi | Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana

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