La batalla del Trigo

La batalla del Trigo

El 10 y 11 de marzo de 2008, previo al desenlace de la 125, Eduardo Buzzi, pedía a gritos en la puerta del puerto de Dreyfus que se terminara la cartelización en la compra de trigo a los productores.
El conflicto venía de la cosecha 2005/06; pasaron ya 6 años, y llevamos, según estimaciones privadas muy confiables, una transferencia global de más de 6 millones de dólares adicionales de la producción a 6 o 7 exportadoras, siendo sólo en esta cosecha, del orden de los 600 millones de dólares.

¿Cómo se operativiza el saqueo?
El FAS teórico oficial, que es el precio internacional, menos retenciones, menos gastos de carga, descarga, arancel, etc., da 893 pesos la tonelada; es decir, 89.3 pesos el qq. Si uno quiere vender trigo, y consigue quien se lo compre, vale entre 65 y 70 pesos el qq. Es decir, una diferencia de 25 pesos por quintal. Estos números, en un volumen estimado de 14 millones de toneladas para esta cosecha, implican las cifras de transferencia que mencionamos anteriormente.
 

Es oportuno aclarar que el consumo interno de la Argentina es de 6 millones y medio de toneladas, que tenemos un Carry (existencias que pasan de una campaña a la otra) de 1,2 millón de toneladas, y un uso de semillas con margen de seguridad adicional de 1 millón de toneladas. Queda un saldo exportable neto de 7,5 millones de toneladas.
3 millones ya se exportaron, agotándose el cupo fijado por el gobierno. A eso hay que sumarle 300 mil toneladas para el Chaco, mas 1 millón adicional que abrió el gobierno, y 1 millón que prometió abrir en enero. Esto da en total 5,3 millones de toneladas, restan 2,2 millones de toneladas, centralmente en manos de pequeños y medianos, para quienes reclamamos una solución de emergencia y urgente. Es vox populi, en los corrillos de la Bolsa, que los que poseen volúmenes, transaron la venta de trigo y maíz, contra entrega física de soja en precios próximos al FAS teórico. Esto evidencia claramente, que siempre los patos de la boda son los sectores más débiles y pequeños del campo argentino.
Pero esta mirada de coyuntura, no nos debe hacer perder de vista la transformación que se está operando en el comercio del trigo, de la mano de una brutal concentración e integración vertical de todo el negocio, situación que se produce silenciosamente, sin debate en el conjunto de la sociedad. Un producto tan estratégico como el trigo/harina, que tanto tiene que ver con la seguridad y soberanía alimentaria de un país, no puede hacerse a las espaldas del conjunto del pueblo argentino, y menos, bajo los dictados de la libertad de mercado.

Veamos algunos números y hechos por demás de ilustrativos:
La Argentina cuenta con 29.936 productores de trigo inscriptos.
27.745 productores, de hasta 800 toneladas, son responsables del 44% de la cosecha nacional; pero sólo son 2.191 los que superan las 800 toneladas y explican el 56% de la producción nacional; con un agravante: muchos de esos 2.191 producen en un marco de integración vertical y monopólica, ya que arriendan campo, tienen fletes y acopios propios, también molinos harineros, y varios cierran el negocio con la fábrica de pastas. Esto genera una situación desfavorable, que desplaza a miles de chacareros pequeños y medianos, ya que esos pocos grandes e integrados, pueden pagar por alquiler de campo mucho más que aquel que está sólo en la producción, y además es chico (esta es una realidad que se da en todas las ramas de la producción alimenticia de la Argentina, y que países como Estados Unidos, por ejemplo, a partir de 2006 ha desalentado expresamente, salvaguardando a sus productores genuinos)
Tomemos el caso de los Grobos (que no es el único). El 14 de setiembre de 2010, su director ejecutivo, Juan Goyeneche, anunció una inversión de 5 millones de dólares en Chivilcoy en una fábrica de pasta, pero previo a eso, habían adquirido Molino Bahía Blanca, después Molino Cánepa con sede en Chivilcoy, donde van a producir 1.600 toneladas mensuales de pastas, a un ritmo de 4.000 kilos por hora, como inicio de una inversión mayor que tiene como objetivo estratégico el mercado brasileño.

Y es aquí donde el debate ingresa de lleno sobre quiénes son los protagonistas de la producción de alimentos en nuestro país. No sólo está cuestionada la posición dominante en este caso de los Grobos en la disputa por la tierra con productores genuinos, sino que además la sociedad y la clase política debe analizar las implicancias de que apenas 2 o 3 mil productores concentrados e integrados verticalmente produzcan toda la harina que consume el pueblo argentino.
 

La situación de desplazamiento de productores agropecuarios, las migraciones rurales que eso genera, el despoblamiento del interior, la mala ocupación geopolítica del territorio nacional, los desbalances sociales que traen las grandes urbes, etc. sumados a las implicancias económicas, que tiene que ver con la concentración de oferta de un insumo tan básico para la mesa de los argentinos, con consecuencias directas sobre la canasta familiar y la inflación; ese es debate de fondo que merece un cultivo tan importante como el trigo, y no se da. No sólo y no todo es coyuntura. La Argentina debe debatir seriamente quién lo produce y quién lo hace. Y ahí la disyuntiva: son miles de productores agropecuarios, evitando la integración vertical y los monopolios, transparentando el mercado en beneficio del conjunto del pueblo argentino; o se le cede a un puñado de empresas nacionales y trasnacionales concentradas que tienen de rehén a toda la sociedad, como sucede hoy, y que hacen que los productores percibamos 60 centavos por kilo de trigo, y los consumidores paguen 8 pesos el kilo de pan.

La respuesta la tiene la sociedad; la política debe hacerse cargo de ese debate.

Salud y cosechas,
 

Pedro Peretti
 

(Peretti es Director de Federación Agraria)

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