La Argentina necesita un cambio progresista
Ni seguir igual, ni un retroceso
La Argentina necesita un cambio progresista
El kirchnerismo
Hace ya doce años llegaban al gobierno los Kirchner, primero Néstor, luego Cristina. Dijeron de distintas maneras que su objetivo era transformar la Argentina, que venía de la larga noche neoliberal, en un sentido de progreso.
Tres períodos en la Rosada -algo nunca visto por estas tierras- alcanzan y sobran para hacer una evaluación de sus gestiones. Para deducir respecto de si cumplieron lo que en su momento prometieron y, por sobre todo, expresar si se justifica desde los intereses de la nación y las mayorías populares la continuidad del kirchnerismo.
No es difícil concluir en que Cristina Kirchner termina su gobierno con un país que está lejos de mostrar avances consistentes y profundos respecto del que heredaron. Sin, por ello, negar las cuestiones que se pueden poner en el haber de los K. Hubo, por ejemplo, avances consistentes en el terreno de los derechos humanos, más allá de las corrupciones que introdujeron en algunas de las organizaciones defensoras de los mismos. También, algo, en los derechos sociales con la ley de matrimonio igualitario. También tuvimos cierta recuperación de conquistas sociales, como extender la jubilación a la gran mayoría de las personas en condiciones de obtenerla o la Asignación Universal por Hijo. Debemos poner como mérito del kirchnerismo la aceptable renegociación de la deuda externa, la nacionalización en su momento de las AFJP y hasta la tardía de YPF e, incluso, la aprobación de la ley de medios, aunque la hayan distorsionado luego, absolutamente, en los objetivos que se buscaban con ella. Para terminar, incluyamos en este breve raconto, aun con sus claroscuros, la política exterior, con el rechazo al ALCA y el acercamiento a Latinoamérica, alejándonos al mismo tiempo de los Estados Unidos.
Sin embargo, esos méritos en el extenso reinado del kirchnerismo, lejos están de conformar los cambios profundos y progresistas que prometieron, mas allá de la alharaca permanente que hacen de los mismos. En esencia no transformaron demasiado la Argentina que recibieron. Sólo aprovecharon circunstancias muy favorables para sacarla, relativamente, de la crisis en que estaba sumida allá por el 2002. En algunas cuestiones incluso, podemos decir que ésta de hoy es peor que la de hace una década.
En tiempos donde se valorizaron fuertemente nuestros recursos naturales, dándonos una gran oportunidad de usarlos para un buen y sustentable desarrollo nacional, continuaron políticas menemistas. Así entregaron hasta ayer nomás nuestro petróleo al saqueo de las multinacionales, otro tanto hicieron con la minería y la pesca. En el campo, favorecieron una sojización cada vez más extendida en desmedro de otros cultivos, de la ganadería y la lechería. Paralelamente no midieron daño alguno al medio ambiente en el despliegue de esas políticas.
Dejaron vigente la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz que afecta decididamente el crédito a la producción, más allá de algunos cambios secundarios como los del Banco Central. Tampoco cambiaron en lo esencial el regresivo sistema impositivo que nos dejó el neoliberalismo, donde se recauda proporcionalmente mas desde los que menos tienen. El actual conflicto por el impuesto a las ganancias a los sueldos es un fiel reflejo de esto. En términos concretos, no reindustrializaron la economía.
Finalmente, en el terreno económico social, si hay algo que gráfica el fracaso del kirchnerismo en cambiar de fondo la nación que recibieron, con condiciones bien favorables para ello, son los niveles de pobreza con que culminan sus doce años de gestión. Es tan evidente su fracaso en esta vital cuestión para cualquiera que se asuma como progresista, que destruyeron las estadísticas para esconderla. A ello cabe agregar que, en los últimos años, para evitar que la economía se les vaya directamente de las manos, han recurrido al más ortodoxo cavallismo, retrasando el tipo de cambio para frenar la inflación; con las consabidas consecuencias de esa política en el entramado productivo del país, en el tiempo.
A todo esto le podemos agregar como clara continuidad de la década menemista (aunque en algunas cuestiones con creatividad propia de los K), los enormes niveles de corrupción gubernamentales, la búsqueda de control de la Justicia para resguardar sus intereses, la opacidad y distorsión en el manejo de la información pública, el uso de los servicios de inteligencia sin ningún prurito para sus necesidades políticas y la afectación del federalismo, apretando con el recorte de recursos a las provincias. Como así también la vista gorda frente al avance del narcotráfico, formando esto -mirar para otro lado- parte de su negociación con las policías.
En definidas cuentas es evidente que, más allá de los aspectos destacables de las administraciones kirchneristas del 2003 a la fecha, lejos han estado de transformar en serio y para bien la Argentina. Por detrás del relato, lo cierto es que terminan el ciclo tristemente. Malo sería que continuaran con otra cara los K, encima más conservadora, como la de Scioli.
La derecha
Ese doble discurso de los gobiernos K y las visibles limitaciones de su proyecto en hacer una Argentina mejor y sustentable, han terminado por abrirle en la sociedad un ancho camino al alegato de la derecha. Han distorsionado y en muchos casos bastardeado aquellos las banderas progresistas. Con el resultado de que mucha gente ahora presta oídos a los cantos de sirena de la vieja derecha, travestida por estos años en “moderna”, “amplia” y supuestamente “cercana a la gente”. Como así también a sus viejas recetas de “mano dura”, “achicar el Estado”, “no aislarnos del mundo”, “defender la libertad”, entre otras.
Que esas mentiras, sostenidas por dirigentes que expresan a los sectores más reaccionarios que tenemos por estos pagos, vuelvan a encontrar importante anclaje político, cuando recibían allá por el 2001 enorme rechazo, es mérito de Néstor y Cristina.
¿Por qué decimos que expresan esos dirigentes -principalmente Macri, también Massa- a lo más reaccionario y conservador como proyecto de país? Porque atrás de su supuesta “moderrnización” vienen a intentar modelar una Argentina conforme a los intereses de los sectores más concentrados, a las minorías pudientes; como hizo la vieja oligarquía terrateniente en su momento, o ese mismo sector social aliado de los sectores financieros, con la dictadura y el menemismo.
Buscan un nuevo Roca para gobernar la Argentina por venir, en beneficio de los poderosos de adentro y de afuera. La estrategia que traen es concentrar más aún la riqueza en sus manos, -como siempre-, particularmente la que surja de los recursos naturales, que debiera ser para todos. Piensan ahondar el país de dos pisos que ya tenemos, como han hecho en la Buenos Aires de Macri o, en menor escala, en el Tigre de Massa. En el piso de arriba una minoría social viviendo de bien a muy bien; en el de abajo, la mayoría rebuscándosela como pueda.
Para la resistencia popular que pueda brotarle a su proyecto, tendrán a mano, como indica la historia, el autoritarismo y la represión. Algunos instrumentos para ello ya los dejaron preparados los K: la ley antiterrorista, el Proyecto X, las fuerzas de seguridad que siguen formateadas en el modelo que dejó la dictadura y profundizó el menemismo, las estructuras de inteligencia que continuaron destinadas a operar no sobre los enemigos del país, sino del gobierno, entre otros.
También tienen en carpeta, más allá del verso de la “defensa de la república” enarbolado por la mentirosa señora Carrió, controlar ellos la Justicia y los medios de comunicación. Ni qué hablar de los derechos de las personas, en donde puedan buscarán retrotraer los avances en los mismos como habitualmente han hecho. En el ámbito de los derechos humanos verán la manera de, con argumentos nuevos, buscar una vez más la impunidad de los represores; como así también, ver la manera de debilitar la memoria de los horrores de la dictadura en la sociedad.
Poco creíble, por lo demás, que con la derecha tendremos menos corrupción y capitalismo de amigos del gobierno que ahora. Si hay algo que ha caracterizado a los gobiernos de ese signo ideológico, acá y en todo el mundo, es la utilización del Estado para el enriquecimiento de los funcionarios de turno y para beneficiar a los grandes intereses que representan. Alcanza y sobra con ver por estos tierras lo que hicieron los militares y Martínez de Hoz, Menem y Cavallo, para sacar las debidas conclusiones. Observar lo que sucede con el PRO en la CABA, también alecciona al respecto, por cierto.
En el terreno internacional tienen preparada una nueva versión de las relaciones carnales con los Estados Unidos. Cierto es que hay otros actores hoy en el mundo y que los intereses de los grandes jugadores económicos locales están mas diversificados, pero la dirigencia de la derecha vernácula sigue mirando al norte de América. Basta verlos a todos transitar muy seguido por la Embajada en Buenos Aires o por Washington permanentemente, para sacar esa conclusión.
Atrás de la imagen festiva, amable y amigable que nos presentan los candidatos de la nueva derecha argentina, están muy bien disimulados los viejos intereses e ideas para el país y su sociedad de los principales sectores de poder, locales y del extranjero. Salvo la fachada y la adecuación a los nuevos tiempos, nada nuevo bajo el sol. Muy malo sería que nos lleven de nuevo al pasado reaccionario.
Los Progresistas
Nuestro país, luego de 12 años de kirchnerismo, necesita un cambio. Qué duda cabe. Pero que nos lleve a un futuro mejor, no que nos haga retroceder a tristes épocas de nuestra historia. Eso sólo lo pueden lograr gobernantes honestos. Pero que, además, sean portadores de un proyecto progresista de nación: con desarrollo económico socialmente equitativo y sustentable, con federalismo, república en serio, más democracia, participación y derechos.
En concreto, qué significa esto que decimos más arriba. En primer lugar, que se deben conservar las cosas que hizo bien el kirchnerismo y han significado un avance, más allá de las razones -oportunistas o no- que haya tenido para materializarlas. Ratificar por ende las políticas sociales como la AUH y la extensión jubilatoria, el plan Procrear y el Progresar, entre otras, mejorándolas claro está. Mantener el apoyo al desarrollo de ciencia y tecnología nacionales. Sostener con firmeza la política de derechos humanos respecto del pasado dictatorial, incrementando la vigencia de otros derechos de hoy. Defender la ley de medios, modificando de raíz las distorsiones a que la sometieron. Como así también la nacionalización de las AFJP, de Aerolíneas, YPF y los Ferrocarriles, profundizando en estas empresas el proceso que es bien limitado y confuso, permitiendo acuerdos ocultos como los de Chevrón. Mantener una política internacional cercana a los países de nuestra región y con los Brics, a distancia de los intereses de EEUU y Europa, contrapuestos por lo general a los nuestros.
En segundo lugar, proceder a cambiar en profundidad en un sentido de progreso e igualdad (no como propone la derecha, para retroceder), las medidas y políticas del kirchnerismo que afectan el desarrollo nacional y el acceso a una prosperidad igualitaria para nuestros compatriotas. Muchas de ellas continuadores del neoliberalismo reinante en los años noventa.
Hay que defender los recursos naturales, el petróleo, el gas, los minerales, la tierra, la pesca. Que deben servir para construir otro país, no para exclusiva ganancia de las grandes empresas y propietarios locales y extranjeros.
Con los dineros obtenidos de nuestros recursos naturales, de un buen sistema impositivo y de frenar la sangría de la corrupción, hay que aumentar sustancialmente la inversión productiva y en la infraestructura indispensable para hacer competitiva nuestra economía.
Debemos abordar decididamente el flagelo de la pobreza en todo el país, y particularmente en los cordones de las grandes ciudades. Con trabajo, educación, vivienda, salud, cultura y planes específicos para los jóvenes avanzar a la construcción de un país sin pobres.
Tomar en serio la defensa del medio ambiente jerarquizándola a nivel ministerial. Tenemos desafíos significativos en el presente y a futuro con la minería, el petróleo y el gas no convencionales, los herbicidas y los desmontes en la producción de soja, la polución y la basura en las grandes ciudades.
Debemos cambiar profundamente la situación de la mujer en el país. Enfrentar la violencia hacia ellas, la trata, la discriminación y el machismo, garantizándoles al mismo tiempo sus derechos, en particular el del aborto legal, seguro y gratuito, como en todas las sociedades avanzadas socialmente. Para ello hay que contar con un Ministerio de la Igualdad de Género.
Finalmente, hay que abordar enérgicamente los problemas de seguridad que agobian a los argentinos, particularmente en las grandes urbes. Disminuir la pobreza y elevar la educación son dos requisitos esenciales para ello, pero lejos están de ser suficientes. Hay que combatir en serio al narcotráfico, con una estrategia nacional, no el consumo -que es un problema de salud y no de seguridad-. Para ello, entre otras cuestiones de gran importancia, hay que abordar con firmeza el problema de los sectores policiales, de la Justicia y la política cómplices del delito. Sin resolver esto, no habrá solución real alguna.
Todo lo que hemos expresado, constituye un programa progresista para llevar adelante, en este tiempo, en nuestro país. Es el verdadero cambio que necesitamos para no seguir como hasta ahora, ni retroceder a épocas nefastas. Por él vamos a luchar sin descanso.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur
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