Donde ir en Estados Unidos

La excursión presidencial por las universidades de Georgetown y Harvard sigue dando vueltas en la prensa, explicando a unos y otros, interpretando frases y asignando responsabilidades de lo que sin duda fue un problema para la Presidenta y para los funcionarios que organizaron los encuentros.

Veamos un poco. Georgetown es un ámbito de menor relevancia. Es el lugar al cual la diplomacia norteamericana ha llevado a todo presidente argentino o aspirante a serlo, desde 1983, para alimentar así la imagen de “buenos vínculos académicos”. Harvard, por su parte, es uno de los centros de mayor importancia académica en el Norte, para formar economistas orientados a los negocios 0 a la administración pública, encuadrados en las ideas más definidas del pensamiento capitalista, donde el mercado es el señor, las finanzas son racionales y los monopolios no existen o no son un problema a considerar.
Transitar por esos espacios resulta un hecho que solo tiene dos facetas: O se va a escuchar al centro del poder mundial y aplaudir sus reglas o se va a confrontar – seguramente por única vez -, pero en tal caso con los mentores intelectuales y no con grupos de estudiantes latinoamericanos que representan un corte social previsible, dada la magnitud de los aranceles que se pagan allí.
No parecen buenas opciones. Ninguna de ellas. Sería equivocado, sin embargo, descartar por ello los diálogos académicos, empresarios o gubernamentales en Estados Unidos.Se trata de un país con una enorme riqueza de debate interno, en cada tema imaginable, que no llega habitualmente a la periferia, porque su política exterior tiene matices hegemónicos mucho más definidos. Sin embargo, buscando se encuentra.
Nuestra Cancillería podría organizar encuentros con grupos de la Duke University y del Massachussets Institute of Technology (MIT) que han creado y profundizado la teoría de la dominancia en las cadenas de valor, que hoy explica la organización, por ejemplo, de la industria electrónica o automotriz en el mundo. Mucho podríamos aprender y trasladar a estas playas.
Podría generar reuniones con grupos de la Universidad de Stanford, donde se discuten cuestiones sociales de modo amplio y con aportes nada prejuiciosos.
Podría armar un seminario con las grandes cooperativas de Iowa u otros estados agrarios, acosadas por las grandes corporaciones, pero que producen desde su propio combustible hasta los productos elaborados que llegan al consumidor, con cada una de las materias primas que siembran y cosechan. Podrían allí, además, escuchar las razones por las cuales estos grupos eluden el monocultivo y estimulan a sus asociados a producir un promedio de cuatro tipos de bienes en cada campo.
También podría organizar un seminario con los legisladores norteamericanos defensores de la Community Reinvestment Act, que obliga a los bancos a prestar una proporción importante del dinero en la misma comunidad que lo deposita, evitando que las zonas pobres financien a las ricas. O estudiar la rica legislación anti monopólica y entender sus fortalezas y debilidades. O las normas que obligaron – porque los conservadores las derogaron – a toda empresa de bienes de consumo a vender al mismo precio a cualquier minorista, para proteger a los mas chicos. O los mercados de productores. O tanta otra cosa que sucede en el país en que el mercado es rey, para proteger a sus ciudadanos del mercado.
Hay muchos interlocutores interesantes en Estados Unidos, con facetas valiosas para fortalecer un proyecto nacional y popular en Argentina. Pero justamente no son los que el Departamento de Estado elige habitualmente, ni los que otorgan prestigio a las elites nortamericanas o de la periferia, por apuntalar los caminos de un mundo injusto.

1.10.12 

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