…Y el volcán despertó

…Y el volcán despertó

 

Antonio Peredo Leigue
La Paz, Bolivia, Octubre 1, 2010

“Cuando se desata el elemento motivador, la gente se precipita a las calles, a luchar hasta las últimas consecuencias, con la fuerza de una verdadera erupción volcánica”. Así escribió ayer una colega desde Quito, para describir los sucesos que se iniciaron temprano con un motín policial. Los medios internacionales, sobre todo en las horas finales, siguieron paso a paso los acontecimientos hasta culminar en el encendido discurso del presidente Rafael Correa, desde los balcones del Palacio de Carondelet.

 

Pero esos son los incidentes de un acontecimiento que pudo haber tenido las graves consecuencias del golpe que ocurrió hace algo más de un año en Honduras. Es cierto que, en Ecuador, los conspiradores no contaban con la complicidad de la Asamblea Nacional pero acudieron a otros actores que tienen, a su favor, la contundencia de las armas. Otro colega ecuatoriano apuntaba a esos factores: “La actitud policial fue inmediatamente respaldada en algunas ciudades del país, especialmente Cuenca, Guayaquil, Manabí.

Y el esquema conspirativo quedó al descubierto en el momento que ‘fuerzas populares’, de maestros, de burócratas y especialmente de estudiantes universitarios de derecha, comenzaron a salir a las calles demandando la sustitución de Correa por una ‘Junta Militar-Civil’ a designarse”, y pone un signo de interrogación como indagando quienes la designarían o, peor aún, si es que ya estaba designada.

 

El presidente Correa permaneció secuestrado como rehén, en el hospital policial, durante diez horas. Mientras tanto, lo que se vio por los medios, fue un pausado pero constante agrupamiento de gente que hacía retroceder al cerco policial, pese a que había golpes, gases y toda clase de violencia, pues al final hubo muertos. Mientras tanto, el mando militar declaró que respetaba la institucionalidad, pero se mantuvo fuera del conflicto; salió sólo cuando los policías se retiraron y dejaron únicamente el cerco alrededor del hospital. Entonces sí, un grupo militar fuertemente armado entró hasta el hospital y rescató al presidente Correa.

 

No es insensato pensar que se producirán otros intentos y, cada vez, con mayor preparación. Nadie puede dejar de tener la convicción de que, el motín policial, fue la fachada detrás de la cual estaba el golpe. El edificio de la Asamblea Nacional fue cercado, el aeropuerto estaba tomado y el avión presidencial en manos de los secuestradores. Por supuesto que esta última acción no fue policial; tuvo que ser la fuerza aérea. Incluso salieron a las calles grupos que proclamaban su repudio al gobierno e, incluso, la inmediata formación de una junta militar.

 

Mientras tanto, UNASUR, se reunió de emergencia en Buenos Aires, lejos del conflicto, donde presidentes y cancilleres sudamericanos acordaron una fuerte declaración que anuncia medidas inmediatas, si un nuevo intento de desestabilización ocurre en cualquier país de la Unión. Eso fue todo, salvo la visita de los cancilleres de la región al ya restituido presidente ecuatoriano. Cierto que la declaración fue más contundente que la firmada por la OEA, cuyo secretario general, cautelosamente, dijo que seguía con atención el curso de los acontecimientos.

Pero, ¿ese es el papel que le toca representar a la Unión de Naciones Sudamericanas? ¿Los golpistas renunciarán a sus pretensiones ante una declaración que anuncia el cierre de fronteras y el aislamiento de un gobierno de facto? El presidente Correa, sin duda, castigará a los culpables de ese día de acontecimientos violentos. Pero, los verdaderos culpables ¿estarán entre los acusados? Es muy probable que sean castigados los autores materiales, mientras los conspiradores se mantendrán indemnes.

 

Hagamos cuentas. Todos los países, en los que sus pueblos han decidido avanzar por un camino propio, podemos ser y seremos escenarios de conspiraciones. Ni uno solo puede confiar en que ya pasó la época de los regímenes dictatoriales. Al contrario, la estrategia golpista trabaja incisivamente aquí en Bolivia como en Venezuela, en Ecuador como en Nicaragua, sin olvidar a la entrañable Cuba, donde los enemigos esperan que, las reformas anunciadas debiliten al gobierno y creen las condiciones para echar por tierra los esfuerzos de cincuenta años. Por lo tanto, hay que preparar una respuesta que haga cada vez más improbable el triunfo golpista.

UNASUR es el organismo en que debe trabajarse de forma sólida. Si se da un intento en Bolivia, los bolivianos estaremos en primera línea, ciertamente, pero no es un problema que deba dejarse a la suerte del coraje local. Cada uno de esos intentos, es un ataque a todos los pueblos que luchan por elegir su propia ruta. En consecuencia, todos estamos obligados a actuar. ¿Cómo lo hacemos? La soberanía de cada país, no puede excusarnos de luchar contra el enemigo común. La necesidad de establecer un mecanismo de reacción inmediata, para defendernos de esos ataques, es cada vez más urgente. Esa es una decisión operativa que debe tomarse en el más alto nivel. Las características que tenga, las formas de actuación, son definiciones que deben estudiarse escrupulosamente pues, a la hora necesaria, no debe quedar ninguna duda, en nadie, absolutamente en nadie, de que se actuará.

 

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