Tesis Apresuradas

Tesis Apresuradas

En la nota Tesis Equivocadas (ver nota abajo) publicada hace pocos días, Emir Sader hace una serie de afirmaciones que es interesante analizar. Valga la aclaración que Emir es unos de los intelectuales-militantes de la izquierda latinoamericana, del que hemos recogido en estos últimos años importantes aportes, que nos han servido para entender mejor las complejas situaciones que transitamos los movimientos políticos y sociales empeñados en ser parte de los procesos transformadores que se despliegan en nuestros países, desde hace más de una década.

En una apretada síntesis se refutan una serie de aseveraciones –planteadas como Tesis- realizadas por diferentes actores, tanto de izquierda como de derecha, respecto a diferentes aspectos de la realidad latinoamericana. Obviamente estamos de acuerdo con todas las afirmaciones que refutan los planteos neoliberales como: “La política se tornó intrascendente”, o “En nuestras sociedades hay millones de inaptos para el empleo”. Coincidimos con rebatir aquellos planteos que impugnan de manera abierta o encubierta la participación activa de los movimientos antineoliberales en los gobiernos progresistas de la región, como los que manifiestan: “Se puede cambiar el mundo sin tomar el Poder”; o “Los movimientos sociales deberían mantener su autonomía con relación a la política”. También nos parece adecuado polemizar con posiciones que siguen poniendo la línea divisoria excluyente entre caminos capitalistas y socialistas, que es una vía para conducirnos al callejón sin salida del testimonialismo, y finalmente del escepticismo: “Sólo se sale del neoliberalismo a través del socialismo”; “Los actuales procesos de integración son de naturaleza capitalista”; o “El período actual es de retroceso en América latina”.

Todos este ejercicio nos sirve en definitiva para intentar obtener una visión de conjunto del proceso de la región, habida cuenta que de doscientos años a esta parte, desde la guerra de la independencia a la fecha, los pueblos de América Latina y el Caribe recorremos senderos comunes en direcciones similares, signando largos períodos con características parecidas a lo largo y a lo ancho de este vastísimo territorio. Es que la historia de nuestros pueblos escrita con sangre, es la historia de resistencia a las agresiones que llegaron sin solución de continuidad de parte de los hacedores del capitalismo. Primero en su forma colonial, y ya en su etapa de madurez, descargando todo el peso de las estructuras imperialistas. Ellos desembarcaron aquí siempre con el objetivo de robarnos, saquearnos y explotarnos, y nosotros fuimos obligados a reaccionar para sobrevivir, para subsistir, para impedir que se completaran sus designios que en varias oportunidades conducían a nuestro exterminio liso y llano. Usaron el arma de la división y la incomunicación entre países y regiones como uno de sus recursos fundamentales. Sin embargo, así como pudimos infligirles más de una derrota en los campos de batalla pese a su manifiesta superioridad militar, supimos sobreponernos a las desconexiones estructurales que nos impusieron, y construimos vínculos que nos permitieron intercambiar experiencias que se fundieron en ideas y propuestas comunes.

Las políticas coloniales e imperialistas tuvieron, desde el Río Bravo a Tierra del Fuego, rasgos similares moldeados por las necesidades de la expansión capitalista en cada período. Rasgos que se matizaron en semblantes distintos de acuerdo a las realidades particulares de cada zona, de cada país, lo que a su vez fue motivando experiencias de resistencia particulares. El resultado es una compleja trama de elementos parecidos y diferentes que constituyen el acumulado de aprendizaje con que pueblos y organizaciones populares contamos para orientarnos en la construcción de nuestros propios caminos. No hay un solo sendero ancho por el que todos marchamos en simultáneo, y entonces es posible encontrar rápidamente líneas iguales de trabajo. Hay muchos y variados por los que vamos andando en paralelo, casi siempre en ritmos diferentes, lo que inevitablemente va implicar alcanzar metas no siempre equivalentes a las se llegan en tiempos desparejos. Esta interpretación deviene de una profunda valorización de las acciones políticas, desarrolladas dentro de condiciones objetivas que sin dejarnos de imponernos su impronta, nunca se constituyen en un límite frente al que la voluntad se rinde inevitablemente.

No es acertado sacar conclusiones que, por ejemplo, igualen los procesos de los países del propio Mercosur, que tienen una cercanía geográfica que facilita un fluido intercambio entre los pueblos. En cada uno de ellos se vienen transitando experiencias populares distintas que tienen ante sí, gobiernos de características diversas.
Por de pronto, en la Argentina no fracasamos en el intento de construir alternativas por izquierda del kirchnerismo. Se puede no estar acuerdo con esa estrategia, pero es incontestable que en las últimas elecciones legislativas emergieron fuerzas políticas que visiblemente ocupan un espacio entre los sectores populares. Espacio que crece y se consolida sobre la base de propuestas sólidas, que esencialmente retoman las banderas de reconstrucción de un modelo nacional que el kirchnerismo abandonó.

Es incorrecto igualar polarización con alternativa. Nosotros no dijimos ni decimos que el kirchnerismo sea igual al menemismo, a Cobos, Macri o Duhalde. Lo que no significa que sea bueno que desde las organizaciones populares aceptemos esa polarización como inevitable, en momentos que el kirchnerismo ha dejado de ser visualizado como alternativa para vastos sectores populares que buscan avanzar en la renovación política y la redistribución de la riqueza. El bloque de izquierda tiene la obligación de redoblar esfuerzos para continuar creciendo en el espacio opositor que es hoy inmensa mayoría en la sociedad argentina, pues de lo contrario le hace el juego a la derecha, dejándole todo ese enorme campo a su disposición.

Es inadecuado plantear que siempre esta estrategia termina en que objetiva o concientemente se concreten alianzas con la derecha. En el caso concreto del Interbloque de Proyecto Sur en el Parlamento Nacional, es absolutamente claro que desde su constitución a la fecha el kirchnerismo ha confluido con la derecha en más de una oportunidad, mientras que nuestra fuerza nunca votó ninguna resolución con la oposición, en las que no fueran visibles las condiciones que impusimos, desde las concepciones progresistas que sostenemos. Tampoco tuvimos dificultad en acompañar al oficialismo en todas y cada una de las iniciativas que tuvieron un sesgo similar. La cuestión pasa por saber que votamos con toda la oposición (que incluye a la derecha) impidiendo el uso de las reservas del Banco Central para pagar la deuda externa; confluimos con el kirchnerismo para sancionar la ley del matrimonio igualitario; mientras el kirchnerismo se junta con los liberales y la derecha para sostener el desarrollo de la minería a cielo abierto y el saqueo de los recursos naturales.
Es claro como algunas de las afirmaciones generales sobre situación regional que supuestamente se desprenden de una visión de conjunto, en el caso de nuestro país no dan cuenta de la realidad.
La situación se complejiza más aun si tenemos en cuenta que “La configuración histórica de América Latina en este momento es, entonces, la de una crisis hegemónica, en la que el modelo neoliberal y el bloque de fuerzas que son sus protagonistas se desgastan, se debilitan y solo consiguen sobrevivir de forma mitigada –como en los casos de Brasil, Argentina y Uruguay- . Pero hay que señalar en que la construcción de un modelo superador y un nuevo bloque de fuerzas encuentra muchas dificultades para imponerse” (Emir Sader, El Nuevo Topo. Siglo XXI setiembre 2009)

Por eso nos parece apresurado caracterizar como igualmente equivocada la búsqueda de construir alternativas por izquierda a los gobiernos de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.
Ya que lo que es incorrecto en un país, puede no serlo en el otro.

Isaac Yuyo Rudnik
Movimiento Libres del Sur

 

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Opinión


Tesis equivocadas

 


Por Emir Sader

La crisis actual significó el fin del neoliberalismo, de la hegemonía norteamericana y conducirá al fin del capitalismo.

- La mayor equivocación de esta visión es considerar que un modelo, una hegemonía o un sistema social termina sin que sea derrumbado y sustituido por otro cuando el Sur del mundo –u otro bloque– proponga alternativas y sea capaz de construirlas. El neoliberalismo no ha terminado, se modera con grados de apoyo estatal.

Se puede y se debe cambiar el mundo sin tomar el poder.

- El proyecto de transformaciones profundas de la sociedad “por la base” sin que desemboque en la alteración de la relaciones de poder, no conduce a ningún proceso real de transformaciones de las sociedades latinoamericanas. Por el contrario, los movimientos sociales –como los bolivianos– que transformaron su fuerza social en fuerza política son los que protagonizan procesos reales de cambio en el mundo.

El Estado nacional se convirtió en un elemento conservador.

- Los gobiernos progresistas de América latina se están valiendo del Estado sea para regular la economía, para inducir el crecimiento económico, para desarrollar políticas sociales, entre otras funciones. Son los gobiernos neoliberales los que desdeñan al Estado y transforman sus funciones en mínimas, dejando espacio abierto para el mercado. Los procesos de integración regional y de alianzas en el Sur del mundo tienen también a los Estados como protagonistas indispensables.

La política se tornó intrascendente.

- Falsa afirmación. Los gobiernos progresistas de América latina rescataron el papel de la política y del Estado. Si no hubieran hecho eso, no podrían reaccionar como lo hacen ante la crisis.

En nuestras sociedades hay millones de “inaptos para el empleo”.

- Esta afirmación, originalmente de Fernando Henrique Cardoso, buscaba justificaciones para los gobiernos oligárquicos: que gobernarán siempre sólo para una parte de la sociedad, excluyendo a los más pobres, ahora
bajo el pretexto de un supuesto “desempleo tecnológico” que prescindiría de gran parte de los trabajadores. Los gobiernos progresistas asocian el reimpulso al desarrollo económico con la elevación constante del empleo formal y el aumento del poder adquisitivo de los salarios.

Los movimientos sociales deberían mantener su autonomía con relación a la política.

- Los movimientos sociales que obedezcan a esa visión abandonarán la lucha por la construcción de hegemonías alternativas, aislándose, cuando no desapareciendo de la escena política, cuando se pasa de la fase de resistencia a la de construcción de alternativas. Hay que recordar que movimientos como los indígenas de Bolivia formaron un partido –el MAS–, lucharon y eligieron a su principal líder como presidente de la República. En otros países, los movimientos sociales participan en bloques de fuerzas de apoyo a los gobiernos progresistas manteniendo su autonomía, pero participando directamente en la lucha por la con
strucción de una nueva hegemonía política.

Sólo se sale del neoliberalismo a través del socialismo.

- Hay quienes afirman que como el capitalismo ha llegado a su límite con el modelo neoliberal –sea por la mercantilización general de las sociedades, sea por la hegemonía del capital financiero–, sólo se saldría de él con el socialismo. No se tienen en cuenta las regresiones en los factores de la construcción del socialismo, del Estado, de la política, de las soluciones colectivas, del mundo del trabajo, entre otros. Las transformaciones introducidas por el neoliberalismo –entre ellas, la fragmentación social y el “modo de vida norteamericano” como forma dominante de sociabilidad– representan obstáculos que sólo podrán ser vencidos en una larga y profunda lucha política e ideológica, para volver a colocar el socialismo a la orden del día.

La alternativa a los gobiernos de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay sólo está a la izquierda y no a la derecha.

- El fracaso de los intentos de construcción de alternativas radicales a la izquierda de esos gobiernos confirma que la polarización política se da entre los gobiernos progresistas y las fuerzas de derecha. Esta situación ha llevado a que frecuentemente sectores situados a la izquierda de esos gobiernos tengan objetiva e incluso conscientemente que aliarse con el bloque de derecha, terminando por definirse sin equidistancia de ambos bloques, viendo al bloque progresista como enemigo fundamental.

Los actuales procesos de integración son de naturaleza capitalista.

- Esa visión descalifica todos los procesos de integración regional, porque no se realizarían mediante una ruptura con el mercado capitalista internacional, porque representarían integraciones en el marco de sociedades capitalistas. Se incluirían no sólo Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina, sino también Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador. Se deja de comprender la importancia de la creación de espacios de intercambio alternativos a los tratados de libre comercio. No se entiende la importancia de la lucha por un mundo multipolar, debilitando la unipolaridad imperial norteamericana. No se entiende cómo el ALBA promueve formas de intercambio alternativas al mercado, a las reglas de la OMC, en la dirección de lo que se llama “comercio justo”, solidario, de complementariedad y no de competencia.

Existe una izquierda buena y una izquierda mala.

- Quien sostenga esta posición quiere dividir a la izquierda, intenta cooptar a sus sectores más moderados y aislar a los más radicales. La izquierda es antineoliberal y no está a favor de los TLC, privilegia las políticas sociales y rechaza los ajustes fiscales con los matices que tiene cada uno de los gobiernos progresistas.

El período actual es de retroceso en América latina.

- Algunos sectores, con criterios desvinculados de la realidad concreta, difunden visiones pesimistas, desalentadoras, de América latina. A veces usan el criterio de la posición que ocupan los movimientos sociales en cada país con relación a la constitución de los gobiernos para definir si hay avances o no, en vez de definir la naturaleza de esos movimientos en función de la posición que tienen en relación con esos gobiernos. Subordinan lo social a lo político, sin darse cuenta de los extraordinarios avances del continente, mayores si se comparan con la década anterior y con el marco internacional profundamente marcado por el predominio conservador. Es un pesimismo producto del aislamiento social, de quien está al margen de las formas concretas por las cuales avanza la historia en el continente.

En elecciones como la uruguaya, brasileña y argentina, para la izquierda da lo mismo quién gane.

- Se dice eso como si la victoria de Lacalle o de Mujica representaran la misma cosa, o como si el retorno de los “tucanes” o la victoria de Dilma Yousseff tuviera el mismo sentido, como si la sustitución de los Kirchner por Duhalde, Reutemann, Cobos o algún otro prócer de la derecha argentina significaran lo mismo para el país. Consideran que se trataría de “contradicciones interburguesas”, sin mayor incidencia, desconociendo el alineamiento de las principales fuerzas políticas y sociales de cada uno de los dos campos, pero sobre todo las posiciones de profundización y extensión de los procesos de integración regional o de los TLC, de prioridad de las políticas sociales o de ajuste fiscal, del papel del Estado, de la actitud con relación a las luchas sociales, al monopolio de los medios privados, al capital financiero entre otros temas, que diferencian claramente a los dos campos.

El nacionalismo latinoamericano contemporáneo es de carácter burgués.

- Desde que comenzaron a resurgir ideologías nacionalistas en América latina con Hugo Chávez, hubo gente que se apresuró a compararlo con Perón, a descalificarlo como “nacionalismo burgués” o simplemente como nacionalismo que nada tenía que ver con la lucha anticapitalista, etcétera. Usaron aquí también clichés sin hacer análisis concretos de las situaciones concretas. El nacionalismo de gobiernos como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador –que recuperan para el país los recursos naturales fundamentales de que disponen– es parte integrante de la plataforma antineoliberal y anticapitalista de esos países. Cada fenómeno adquiere naturaleza distinta, según el contexto en que está inserta cada reivindicación, conforme cada gobierno asume un carácter diferente. En el caso del actual nacionalismo, en América latina está promoviendo, además de lo anterior, procesos de integración regional que le dan un carácter no sólo nacional sino latinoamericanista.

 

Emir Sader
Secretario general de Clacso.
 

 

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