Merchán en homenaje al Bicentenario

Sr. Presidente (Fellner).- Tiene la palabra la señora diputada por Córdoba.
 

Sra. Merchán.- Señor presidente: los discursos que se fueron escribiendo a través de la historia oficial excluyeron a miles de protagonistas. Por ejemplo, parecía que en la mayoría de los libros escolares mediante los cuales fuimos aprendiendo nuestra historia los negros y las negras no existían, que solamente vendían pastelitos o bailaban el candombe.

Del mismo modo parecía que para los textos escolares la Conquista del Desierto no había sido un genocidio cometido contra los pueblos originarios.

Por su parte, las mujeres aparecían solamente criando a sus hijos para que fueran a la guerra o acompañando a sus maridos.

Afortunadamente en estos días en los que hemos vivido claramente el festejo del pueblo argentino en las calles –así lo han expresado la totalidad de los señores diputados que me precedieron en el uso de la palabra-, creo que también ha quedado de manifiesto la búsqueda realizada por nuestro pueblo en los últimos años, a fin de recuperar las banderas de nuestra historia y reivindicar aspectos que hasta ahora se habían mantenido ocultos en ella.

Durante todo este tiempo muchas veces se ha discutido acerca de quién era el verdadero padre de la patria, es decir, si esa denominación debía corresponder a Belgrano o a San Martín. Sin embargo, ninguna corriente historiográfica se detuvo a analizar qué mujer podría detentar el rol de madre de la patria.

Por medio de algunas pequeñas investigaciones que hemos hecho retomamos la historia de María Remedios del Valle, quien no sólo era mujer sino además pobre y negra, y combatió como un soldado más en la guerra de la independencia. Convencida de los ideales de Mayo, al mes del pronunciamiento ya se había incorporado al ejército del norte, al que arrastró a sus hijos y marido.

Las primeras noticias sobre la carrera de guerra de María Remedios del Valle se remontan a su participación en la defensa de la ciudad de Buenos Aires en las invasiones inglesas.

El 6 de julio de 1810 se incorporó al ejército auxiliar para las provincias del norte en compañía de su marido y sus hijos. Sólo ella regresó viva de las campañas militares de la gesta independentista.

Se había embarcado en la conocida campaña al Alto Perú en la que el abogado y patriota Manuel Belgrano comandaría las batallas feroces contra el enemigo colonialista. Fue parte de un ejército compuesto por 1.500 hombres, de los cuales sólo 600 poseían armas de fuego. Ella peleó con Belgrano para poder ir adelante en la batalla. Primero Belgrano no quiso y después aceptó. Durante la contienda asistió y alentó a los soldados.

En 1827, caminando por las calles de Buenos Aires el general Viamonte reconoció debajo de unos harapos a una mujer que pedía limosnas, y gritó: “¡Es la capitana, es la madre de la Patria!”. Por eso siendo diputado presentó un proyecto para que se reconociera a esta mujer y se le otorgara una pensión.

En el debate el diputado Gamboa solicitó documentos que acreditaran el merecimiento de esa pensión. Viamonte tomó la palabra y dijo: “Esta mujer es realmente una benemérita. Ella ha seguido al ejército de la Patria desde el año 1810. Es conocida desde el primer general hasta el último oficial en todo el Ejército. Era conocida por todos como madre de la Patria. Es digna de ser atendida: presenta su cuerpo lleno de heridas de balas y lleno, además, de cicatrices de latigazos dados por los españoles.”

Otro diputado, Tomás de Anchorena, expresó: “Efectivamente, esta es una mujer singular. Yo me hallaba de secretario del general Belgrano cuando esta mujer estaba en el Ejército. Ella debe ser el objeto de la admiración de cada ciudadano...”.

En esa sesión se aprobó por unanimidad crear una comisión que compusiera una biografía de esta mujer y la mandara a imprimir y publicar en los periódicos, como así mismo que se construyera un monumento. Sin embargo, hasta el día de hoy no se ha erigido monumento alguno en su nombre. Tenemos así mismo muy pocos monumentos de Janequeo, Micarela Bastidas, Juana Azurduy, Macacha Güemes, Manuela Pedraza, Martina Céspedes, Alicia Moreau de Justo, Eva Perón, Virginia Walsh y Azucena Villaflor. Creo que nombrando a estas mujeres y haciéndoles un monumento también homenajearíamos a todas las mujeres que hoy pelean.

En lugar de los monumentos a aquellos que, como Roca, no ahorraron sangre de argentinos y argentinas, de hermanos y hermanas, y que podríamos sacar, deberíamos llenar nuestro país de monumentos a estas madres de la Patria. (Aplausos.)

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