El sistema electoral en la Argentina es ventajero y fraudulento
Hay tres aspectos -al menos- que hacen que el sistema electoral que se usa en nuestro país en forma prácticamente generalizada, favorezca abierta y hasta descaradamente a las opciones políticas oficialistas y abra las puertas al fraude sistemáticamente.
El primero es la financiación de las campañas, el segundo el uso de boletas sábanas de papel por candidatos y el tercero las formas de escrutinio.
En la última década ha habido todo tipo de intentos de modificarlo para que fuera mas justo, transparente, con igualdad de oportunidades para los que se presentan, pero la férrea oposición del kirchnerismo, principal beneficiario del actual estado de cosas, lo ha impedido. Solo se ha logrado algún tipo de avance en Santa Fe y Córdoba con la boleta única y en la CABA y Salta con el voto electrónico. Nada mas.
Con respecto al financiamiento, el Estado nacional aporta escasos recursos para las campañas y los provinciales prácticamente nada. Por ejemplo, la provincia de Buenos Aires, donde casi 12.000.000 de electores eligen Gobernador, legisladores por 8 secciones electorales e intendentes en 135 municipios, solo entrega dinero para la impresión de boletas.
Esa situación lleva a que la enorme cantidad de plata que es necesaria para hacer una campaña electoral, solo está disponible para los que la sacan –por derecha y/o por izquierda- de los dineros públicos porque gobiernan. Como así también de lo que les dan a los candidatos por debajo la mesa mafias diversas o de lo que les aportan grandes empresarios, que luego recuperarán con creces esa “inversión”.
Aquellos postulantes que no recurren a esos financiamientos, quedan manifiestamente relegados en la instalación pública. Que lo digan sino, por citar dos ejemplos, quienes compitieron contra el macrismo en la Ciudad de Buenos Aires, con la descarada y millonaria campaña amarilla desplegada desde el gobierno del PRO, o los que deben soportar desde hace meses la “ola naranja” y hasta las cadenas nacionales de Cristina y sus candidatos.
Con respecto al sistema de boletas que se usa, en las elecciones nacionales y casi todas las provinciales, tan alabado por Aníbal Fernández, las trampas empiezan en la distribución de las mismas por parte del correo. Cómo será la cosa que hasta parece que al propio Julián Domínguez se lo hicieron en las PASO, ni hablemos a los opositores. En concreto el correo, manejado por el oficialismo, que recibe los sobres con boletas para poner en cada urna, se “olvida” de incluirlas en una buena cantidad de ellas.
La cosa sigue con el robo de boletas, en esconderlas debajo de otras, el voto cadena, impedir la entrada de los fiscales opositores a las escuelas donde se vota, etc, etc. El sistema de boletas actual permite todo tipo de tropelías, manipulación y trampas, de allí la cerrada resistencia a cambiarlo.
Por último están los manejos con el escrutinio. En primer lugar, cuando se abre la urna y se cuentan los sufragios en la mesa de votación. Allí el que no tiene fiscal se jode, porque no le cuentan los votos y se los reparten entre otros candidatos. El latiguillo que usó Nancy Pazos el 9 de agosto y Pepe Scioli ayer por Tucumán: “si no tienen fiscales cómo quieren gobernar” o “para que participan”, aparte de ser profundamente anticonstitucional y antidemocrático, es una cortina de humo. Con ella buscan ocultar que el oficialismo de turno pone fiscales en todas las mesas, en parte utilizando empleados públicos que temen por su trabajo si no hacen esa tarea. Como así también, en otra parte, pagando 300$ a cada fiscal que sientan en la mesa (sacar cuenta cuánto dinero es necesario tener para ello).
En segundo lugar están los certificados de escrutinio que manda el correo al centro de cómputos. Correo que, como ya dijimos, maneja el oficialismo correspondiente. En esa instancia se dan luego situaciones como la de este domingo en Tucumán, de un certificado que daba cero voto a Cano y cuando se abrió la urna aparecieron 112 sufragios a su favor.
En tercer lugar está el control de las urnas del comicio, luego del primer escrutinio en el lugar de votación. Ahí es donde se cambian las actas con los resultados, particularmente en las urnas donde la oposición no tenía fiscales. Luego, cuando se hace el escrutinio definitivo aparecen esas actas fraguadas, sin que se pueda pedir la apertura de las urnas correspondientes porque no se pueden probar las irregularidades. Es un procedimiento fraudulento que lleva tiempo, por eso los resultados recién empiezan a aparecer en las páginas oficiales muchas horas mas tarde de lo razonable. Eso le hicieron a Luís Juez en Córdoba en el 2007 y, todo indica, a José Cano ahora en Tucumán.
En resumidas cuentas, como decirnos en el título de esta nota, el sistema electoral actual, en vigencia en el orden nacional y en casi todas las provincias, favorece abiertamente a quienes gobiernan en distintos niveles. Como también, a los candidatos que están vinculados a fuertes sectores del poder económico (por el financiamiento) o mediático (por la instalación pública). Es por ende, lo que debe cambiarse si queremos tener democracia en serio.
Para que el sistema sea con igualdad de oportunidades para todos en la competencia electoral, sin trampas ni fraudes, no solo hay que modificar la votación con este tipo de boletas de papel por partido o alianza, reemplazándola por la boleta única o el voto electrónico, sino que hay que modificar profundamente, también, el financiamiento de las campañas e impedir el uso descarado del Estado en beneficio de los candidatos de quienes gobiernan.
Finalmente se deben establecer controles eficientes y severos de los escrutinios, sin participación gubernamental en ellos. Porque es probablemente allí, donde se manipulan en mayor medida los resultados reales de las elecciones.
Hace falta menos declamación -falaz en la mayoría parte de los casos- respecto de los derechos de la población a la democracia, a elegir y ser elegido, y mas ejercicio real de todo ello.
Humberto Tumini
Secretario General del Movimiento Libres del Sur