viernes 25 de febrero de 2011
“Al que fuera un grande hombre”
Ludwig Van Beethoven, uno de los mas extraordinarios músicos de su época, nacido en Alemania y que viviera entre 1770 hasta 1827, dedicó una de sus magistrales sinfonías a Napoleón Bonaparte, cuándo este llevaba adelante los ideales de la Revolución Francesa en toda Europa.
En el momento en que se transformó en emperador, cambió su dedicatoria con una frase lapidaria, “al que fuera un grande hombre”.
Existen muchos casos en nuestra historia moderna de estas transformaciones, pero sin duda el que hoy está en el centro de la información internacional es Muammar Al Kahaddafi, el líder libio que para enfrentar lo que, sin duda. es un reclamo de mas libertad y mas democracia de su pueblo, utiliza un poderío militar desmedido, generando centenares de víctimas.
Pero cómo comenzó esta historia.
Libia es un país de un millón ochocientos mil kilómetros cuadrados, y cerca de seis millones de habitantes, es el noveno productor de petróleo de la OPEP y exporta el 80 % de su producción a Europa. El PBI por habitante es de U$S 12. 620, y la renta por las exportaciones petroleras alcanza a 90 millones de dólares anuales.
Su capital, Trípoli fue durante el Imperio Romano una colonia de verano y el principal puerto sobre el Mediterráneo.
A principios del Siglo XIX, la piratería que se cobijaba en este puerto fue la excusa o el pretexto para la primera intervención militar norteamericana en el exterior. En esa oportunidad Estados Unidos bombardeó la ciudad capital.
En 1911 esta nación fue invadida por tropas italianas, que ocuparon las principales ciudades. Luego de la primera guerra Mussolini envió una fuerza militar importante para someter al pueblo libio que enfrentó a los invasores.
El líder de la resistencia fue un maestro y guerrillero Omar Mukhtar, el que fue hecho prisionero y ejecutado.
En una película memorable titulada “El León del Desierto” Anthony Quinn personifica al héroe de la resistencia. Libia.
Durante la Segunda Guerra, el territorio libio fue escenario de importantes combates entre las tropas alemanas y las del Reino Unido, destacándose el alemán Edwin Rommel-conocido como “ el Zorro del Desierto” y el General inglés Bernard Montgomery.
Concluida la contienda, el país fue divido entre una zona de administración inglesa Tripolitania y Cirenaica- y otra a cargo de Francia.
Finalmente, por decisión de Naciones Unidas se le otorgó la independencia, uniéndose ambas regiones en el reino independiente de Libia, ocupando el trono, con la bendición de las potencias colonialistas, Idris al Sanusi.
En ésa época ingresaba al Ejército un joven nacionalista, hijo de beduinos nómades, que aspiraba a cambiar la situación de total entrega del país a intereses extranjeros. Muammar Al Khaddafi, inspirado en los éxitos del líder egipcio Gamal Abdel Nasser, funda en Londres -donde estudiaba técnicas militares - la Unión de Oficiales Libres.
De regreso a su patria continúa su labor política y conspirativa, iniciando el 1º de setiembre de 1969 una insurrección que rápidamente logra derrocar a la monarquía.
La caída del régimen contó con un gran apoyo popular, debido a la corrupción y la decadencia de la aristocracia, vinculada al capital extranjero.
El Consejo de la Revolución, liderado por Khaddafi se proclamó musulmán, nasserista y socialista, e inmediatamente inició un plan para eliminar las bases militares norteamericanas e inglesas, imponiendo drásticas limitaciones a las casi 60 empresas trasnacionales instaladas en el país.
Utilizando los enormes recursos provenientes del petróleo, se puso en marcha un ambicioso proyecto de modernización del país, con énfasis especial en el desarrollo de la agricultura.
Cada familia rural tenía derecho a 10 hectáreas de tierra, un tractor, vivienda, implementos agrícolas e irrigación.
Dado que su enorme desierto está asentado sobre un gran lago fósil inició una imponente obra de ingeniería para extraer el agua de este e irrigar las zonas dedicadas a la agricultura con una inversión de 24 mil millones de dólares.
En una década elevó la expectativa de vida a 75 años, la más alta de África, eliminó casi totalmente el analfabetismo y amplió la cantidad de jóvenes que accedían a los estudios universitarios.
En las ciudades se creó un régimen de previsión social, con asistencia médica gratuita y un sistema de estímulo a las familias numerosas.
A los trabajadores industriales se les concedió una participación del 25 % en las ganancias de las empresas.
El resultado de este plan global de transformaciones económicas financiadas por el petróleo, hizo que Libia, en un lapso de cinco años, pasara de ser el país más pobre del norte de África al que alcanzara el ingreso per cápita más alto del continente.
Las transformaciones políticas alcanzaron otro ritmo en 1977 cuándo se constituyera la Yamahiribia Libia Arabe Popular y Socialista-(Yamahiribia es un neologismo que significa estado de masas).
Si bien el coronel Muammar Khadaffi obtuvo éxitos positivos en lo interno, en el plano internacional fracasó en su intento de lograr la unión con Siria y Egipto para lograr un estado panárabe que enfrentara a Israel, ya convertido, por los Estados Unidos, en el gendarme del Medio Oriente.
Llegué a Trípoli en junio de 1982 para participar en un Congreso internacional convocado por el líder libio para enfrentar el imperialismo, al sionismo y terminar con el apartheid, del que participaban todos los movimientos revolucionarios de los países del Tercer Mundo.
El relato de lo que fue este encuentro, signado por las masacres de miles de palestinos en los campamentos ubicados en Sabra y Chatila ejecutadas por tropas israelíes, será motivo de otro artículo.
Lo que me impresionó en los quince días que estuve en Libia fue las transformaciones que se habían llevado a cabo no sólo en el plano económico, sino también en el terreno cultural.
Existía efectivamente un estado benefactor, los habitantes del país no pagaban la luz, ni el gas y en los grandes complejos habitacionales construidos en esos años, tampoco pagaban alquiler alguno.
La educación estaba al alcance de todos, lo mismo que la salud pública.
Kadhaffi, conociendo la concepción de su pueblo sobre el rol de la mujer, expresaba una posición diferente al haber confiado a estas su custodia.
Efectivamente, al hacerse presente en el Congreso que se desarrollaba en una impresionante carpa que alojaba a los casi 5 mil asistentes, lo hizo precedido de un grupo de diez mujeres uniformadas y armadas que conformaban su guardia personal.
Cuándo abandoné esa nación, impactado por los avances logrados, no imaginé lo que iba a pasar 28 años mas tarde.
4 años después de aquél Congreso, en 1986 durante el período de Ronald Reagan Estados Unidos bombardeó las ciudades de Trípoli y Bengassi, asesinando a la hija del líder libio de sólo 4 años.
La desaparición de la Unión Soviética, y la expansión de regímenes pronorteamericanos en la región, aislaron cada vez más al régimen libio, el que en el 2003 concertó un acuerdo con los Estados Unidos recibiendo, como ilustre visitante a George Bush -hijo-.
Aquél joven oficial que dirigió un proceso realmente revolucionario en su país se trastocó en un patético personaje, generando una aristocracia corrupta que dejó atrás el estado benefactor para beneficiarse a sí mismo, incrementando la desocupación -hoy alcanza a un 30 % de la población activa y no garantizando el acceso al trabajo de miles de jóvenes profesionales formados durante aquél período que se dejara atrás.
Estas Revoluciones democráticas que comenzaran en Tunez y han logrado la caída de regimenes sostenidos por Estados Unidos e Israel como los de Zine al Advine Ben Ali en aquél país y el de Hosni Mubarak en Egipto, hoy amenazan a Khadaffi.
Para el presidente estadounidense Obama el depuesto presidente egipcio era un “patriota” y, en cambio, el líder libio es un asesino al cuál le exige que detenga la represión.
Las invasiones, en este siglo, a Irak y Afganistán por parte de fuerzas militares estadounidenses hacen, que la advertencia de Fidel Castro sobre una posible invasión a Libia de fuerzas militares de la Alianza Atlántica -OTAN- lideradas por el Pentágono norteamericano, no deba caer” en saco roto”.
Dejemos que los pueblos decidan sus diferencias y saludemos el aire fresco que sopla en las naciones del Magreb.
Manuel Justo Gaggero es abogado, ex director del Diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre y Diciembre 20”.
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