Dos candidaturas neoliberales contra Dilma

Joaquim Soriano, Director de la Fundación Perseu Abramo
Dos candidaturas neoliberales compiten contra Dilma
En el Brasil de hoy, las candidaturas presidenciales, además de determinados perfiles personales, representan sobre todo alianzas políticas y sociales.
Con la repentina muerte en un accidente de aviación de Eduardo Campos, la vice de su chapa, Marina Silva, fue ungida candidata presidencial por el Partido Socialista Brasilero (PSB). Ella repite el papel que Campos se puso cuando rompió con el gobierno Dilma en 2013: atraer para una supuesta "tercera vía"  al bloque de la clase dominante que antagoniza con el gobierno del PT y que desconfía que el principal candidato neoliberal, Aécio Neves del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasilera), no va a conseguir salir de los 20% de intenciones de voto en que se encuentra hace meses.
 
Las candidaturas expresan determinados perfiles de liderazgos políticos, construídos de forma rápida y mediática, como Collor de Melo en 1989 con un largo recorrido dado por su propia historia, como Marina Silva. Marina fue fundadora del PT en su estado, Acre, al lado del mítico Chico Mendes. Militante del PT se hizo ambientalista y en el gobierno Lula (2003-2010) fue nombrada ministra del Medio Ambiente. Renunció cuando supo que Lula y el Partido pretendían a Dilma –su rival dentro del gobierno– como candidata para la sucesión en el 2010.  Se afilió al Partido Verde (PV) y presentó a las presidenciales de ese año. Quedó en tercer lugar, atrás del candidato del PSDB, conquistando algo así como 20% de los votos a nivel nacional y aún mejores resultados en algunos grandes centros urbanos. En la segunda vuelta, se mantuvo neutral en la disputa PT vs. PSDB.
 
Pero, en el Brasil de hoy, las candidaturas presidenciales, además de determinados perfiles personales, representan sobre todo alianzas políticas y sociales, o sea, son alianzas de partidos políticos o de fuerzas sociales organizadas, sean representativas de los de arriba o de los de abajo, en torno a un proyecto para el país.
 
Después del gobierno Collor/Itamar (1990-94) las elecciones vienen siendo polarizadas entre el PT e PSDB. El primero encabeza un proyecto que proyecta una revolución democrática, de atendimiento a las necesidades urgentes del pueblo, mientras que el segundo responde a un proyecto orgánico con los centros imperialistas y el capital financiero internacional. Ése es el carácter del proyecto liderado por Aécio Neves, con un programa anti-pueblo y anti-nación.
 
En los últimos años, el pueblo brasilero que vota cada dos años (elecciones municipales intercaladas con las nacionales), aprendió cada vez más a votar con base a argumentos. Sólidos argumentos.
 
La misión electoral de Marina en 2014 es sumar los votos de los descontentos con la política de signo político-ideológico variado y los votos de la tradicional derecha militante antipetista.  Pero son desafíos que pueden ser excluyentes.
 
Desde el 2010 Marina viene golpeando la tecla de que la polarización PT vs. PSDB le hace mal al país, porque serían dos caras de la misma moneda de la “vieja política”. Con eso y su origen en el ambientalismo –que se oponía al desarrollismo de Dilma en el gobierno Lula– buscó generar un espacio propio. Rompió con el PV (un partido de la órbita del PSDB) y trató de fundar su propio partido, denominado Red Sustentabilidad, pero no tuvo las firmas necesarias en el 2013. Hizo un acuerdo con Campos para afiliarse al PSB y ayudarle en la disputa contra el PT. Él se había decidido a romper con el gobierno Dilma y lanzarse a la disputa presidencial con un perfil que inicialmente apuntaba a rescatar el legado del gobierno Lula y afirmar que Dilma lo había traicionado.  Cuando la muerte lo sorprendió su candidatura ya estaba asociada a un programa neoliberal duro –reducción de las metas de inflación con la aplicación de medidas monetarias ortodoxas e independencia del Banco Central definida por ley–. De hecho, Lula le había advertido que sólo conseguiría ser candidato competitivo contra Dilma y el PT –y ése era su objetivo– si se hiciera de una plataforma y aliados neoliberales.
 
Volvamos a Marina. En efecto, con su entrada repentina en la disputa presidencial las primeras encuestas de opinión muestran que parte de la gente que iba a votar en blanco o nulo puede que se esté decidiendo a votar por ella. Es gente que quiere votar “contra los políticos que están ahí”. Es un voto “anti-política”. Marina pretende ser la expresión electoral de las inmensas manifestaciones que en junio del 2013 expresaron en varios puntos del país un malestar político difuso –en algunos casos levantando reivindicaciones populares y en otros con slogans de derechas–.
 
Pero, simultáneamente Marina busca hace ya algún tiempo un acercamiento con los poderes fácticos del mercado. Una de las coordinadoras de su campaña es una banquera, heredera del banco Itau, Neca Setúbal, y dos de sus principales asesores económicos son economistas de ideología liberal: el banquero André Lara Rezende y el profesor Eduardo Gianetti. La señora Setúbal ya anunció al “mercado financiero”–y no fue desmentida por su candidata–  que no debía preocuparse con la imagen anterior de la candidata (cuando todavía era del PT) porque su política económica sería de “operadores del mercado”.
 
Cuando Marina se alió al PSB de Eduardo Campos aceptó también entrar en el terreno de la “política tradicional”. Campos, un socialista light y pragmático, había articulado su candidatura con alianzas y aproximaciones a fuerzas conservadoras tradicionales a nivel nacional e en diversos Estados. Marina podía “esconderse” argumentando que eran decisiones del candidato Campos. Ahora, son compromisos que ella asumió para tomar la posta del fallecido.
 
Todavía tenemos que preguntarnos en que quedó la razón de su ruptura con Lula y el PT en las postrimerías del gobierno de aquel: en el gabinete ella oponía el ambientalismo al desarrollismo de Dilma. Sería su marca programática. Todo indica que no será el de su candidatura por el PSB. Primero, porque el candidato indicado por ese partido para componer la fórmula como su vice, el actual diputado federal por Rio Grande do Sul, Beto Albuquerque, es uno de los portavoces del agronegocio exportador. Segundo, porque la nueva candidata a presidenta asume los compromisos programáticos del anterior.
 
Por último, Marina viene desarrollando un perfil personal conservador en temas comportamentales –gays, aborto, drogas, etc.– vinculado a su creciente compromiso con una iglesia evangélica.
 
Aliada a la viaja política, asumiendo un programa económico neoliberal y transigiendo con el agronegocio exportador, la candidatura Marina en 2014 es un enigma electoral. Sería una hazaña que consiguiera mantener todos los apoyos obtenidos y los que busca en medio del enmarañado de contradicciones que es el resultado final de su ardua construcción en los últimos seis años.
 
En 2010, Marina, candidata del PV sin aliados, tuvo  20% de los votos a nivel nacional, llegando a 30% de los votos en varias capitales. Ayudó al PSDB a pasar a la segunda vuelta. En la primera vuelta de las elecciones municipales del 2012 nuevamente se hizo presente ese electorado difuso, confuso, que quiere expresar  más un descontento con la política, los políticos y el sistema de representación. Después, en junio del 2013, las manifestaciones populares provocaron una caída en la aprobación de todos los gobernantes en el país. Hubo gran turbulencia. Pero Dilma se ha recuperado desde ese momento. Pero, obviamente, Marina estaba mejor posicionada para tratar de representar a los que protestaban –sobretodo sectores jóvenes–.
 
Marina creció porque desde 2010 era con ella que este electorado difuso se identifica más. Ella es más fuerte electoralmente cuanto más difuso es su discurso. Marina es fuerte cuando es un espectro. Su lenguaje de “una nueva política”, “un nuevo estado”, agrega votos de diferentes orígenes ideológicos.
 
Pero candidata principal va a tener que salir de sus ambigüedades confortables para aclarar puntos cruciales: ¿con quién está? ¿Con los jóvenes que la ven como outsider y vinculada a su agenda o con el fundamentalismo evangélico que profesa? ¿Con su trayectoria ambientalista o con sus nuevos aliados del agronegocio? ¿Con su discurso de la “nueva política” o con sus nuevos amigos de la vieja política en los principales estados? ¿Con las políticas sociales heredadas de los gobiernos del PT que dice defender o con las recetas neoliberales de su equipo económico?
 
Diferente de 2010, en 2014 sustituye una candidatura que no fue organizada por ella. Campos fue el arquitecto, el ingeniero y el albañil de su candidatura. Tenía a Marina de vice al tiempo que en los estados incorporó a políticos tradicionales de derecha a su sigla o se alió en las disputas estaduales con el PSDB. Campos no pretendía ser electo como un outsider, sino como parte del sistema político brasilero. Por eso, tenía dificultades de atraer a los votos difusos y no conseguía crecer. Marina ocupó el lugar de Campos pero muy difícilmente tiene condiciones de liderar la alianza política y social que le sustentaba. Cambió el protagonista pero el escenario y los trajes continúan los mismos. Entonces, nada más tiene sentido.
 
La alianza política y social que sustenta a Aécio, el PSDB y los rentistas, los banqueros, los medios empresariales de comunicación crearon en los días siguientes a la conmoción con la tragedia del accidente y la muerte de Campos, para lanzar a Marina a la condición de protagonista principal. Pero, no nos engañemos. Fue convocada para el papel de llevar a Aécio a la segunda vuelta.
 
La oposición de derecha cuenta ahora con dos candidaturas. La de Aécio, estructurada sobre bases sólidas pero con anémico apelo electoral. La de Marina, asentada en un enmarañado de malentendidos, pero con apelo electoral toda vez que no trate de aclararlos.
 
Después de sufrir por dos años continuadamente una carga cerrada por parte de los partidos de la derecha, de la extrema izquierda, de los voceros de grandes empresas y sobretodo de los medios empresariales de comunicación de masas, el gobierno Dilma recupera niveles de aprobación y su candidatura aparece consolidada. Sus credenciales son las obras realizadas y las que están en curso. Pero, sobre todo, que el país viene atravesando la crisis mundial del capitalismo, por vez primera, mejorando los niveles de empleo y del ingreso de los trabajadores, disminuyendo las desigualdades sociales y ampliando programas sociales. Pero, la experiencia vivida en estos últimos años mostró al PT y a la izquierda brasilera que no se podrá alcanzar una correlación de fuerzas favorable sin frenar la creciente oligopolización privada de la prensa y sin que una Constituyente altere reglas políticas que contribuyen al control oligárquico del poder por sobre la voluntad popular expresada en los votos.
 
La disputa presidencial continua polarizada entre nuestro proyecto y el de dos plataformas neoliberales. La victoria en octubre nos colocará de inmediato esos desafíos.
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