Los pobres que no son

Los pobres que no son
 

“¿Qué es un desaparecido? En cuanto éste como tal, es una incógnita el desaparecido. Si reapareciera tendría un tratamiento X, y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tendría un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo, está desaparecido.”
Jorge Rafael Videla – Genocida

En la Argentina se mueren 25 chicos por día por causas relacionadas a su situación de POBREZA (Unicef). Se mueren, en una lenta agonía de la enfermedad más pelotuda que conoce nuestra sociedad. Se mueren. Se mueren por POBRES.

Parece que les incomodan, que a la “gente” no le gustan. Molestan, aunque no los veamos, ni veamos dónde viven, ni sepamos bien cómo viven, ni entendamos por qué existen. Para algunos lo más cercano que hay a un POBRE es el pibe de la esquina del semáforo. Para  otros los piqueteros que no los dejan pasar. Para otros ese paisaje amorfo de barro, chapa y cartón que se encuentra en la entrada o la periferia de la ciudad. Para otros el Discovery Chanel.

De ahí todas las conclusiones que pueden sacar los distintos “sentidos comunes” de “las gentes”: “Vagos”, “sin cultura”, “piquetero”, “negro”, “inadaptados”, “no se esfuerzan”, “alcohólicos”, “fumapaco”, “cabeza”, “negro cabeza”, “villero”, “negro villero”, “potencial delincuente”, “delincuente”, “culpable”. POBRE.

Y nos acostumbramos, naturalizamos la existencia de los POBRES. Ese fue el gran logro de los ’90, hacernos inmunes a la idea de que mientras uno vuelve de “su” trabajo a “su” casa, donde lo espera “su” comida, “su” cama, “su” duchita caliente, “su” calefacción, hay otros que no conocen nada de eso.

La crisis del 2001 y las “muertes de la crisis”, como titulaba el gran diario argentino, lograron sacudirnos el individualismo y volvimos a tener la sensibilidad que los años de la pizza con champagne nos habían anestesiado. Fundamentalmente porque esa crisis podía tocar fácilmente la puerta de nuestras casas y ponernos en el lugar de POBRES.

Pasó la crisis, la quintita se volvió a ordenar, y los POBRES empezaron a molestar de nuevo. Su sola presencia rememora esa crisis que puso en jaque la idea de clase media, que tanto rivotril le aportó a la clase media alta, y que tantas ganancias obscenas les dejó a los poderosos nativos y extranjeros naturalizados con sus empresas.

Por eso, porque un país “normal” no puede tener “tantos” POBRES, porque todo está bien, porque se venden muchos 0 km, porque con un gobierno progresista con un modelo que crece al 9% anual de PBI, los POBRES no pueden existir.

Y ahí aparece la magia, la galera oficial del INDEC, la del mago Moreno, la épica retórica que dice que con solo evocar una cifra, repetirla, ensalzarla, repetirla, explicarla livianamente, repetirla, las cosas desaparecen (y repetirla de nuevo por las dudas). Ah, y que además, una vez que desaparecen, hay que ocultarlas por si se les ocurre romper el pase mágico estadístico. Ahí completan el truco las usinas mediáticas del pensamiento oficial, sus panelistas e intelectuales (no todos, algunos son honestos) que hacen gala de evitar nombrar ciertas palabras que antes, con otros gobiernos, se cansaron de repetir.

Y todos tranqui otra vez, ni siquiera hace falta anestesia, los POBRES ya están en extinción. Y el que diga lo contrario es un resentido que nos quiere cagar la fiesta de la reactivación.

No hay datos oficiales fiables de público conocimiento. Hay otros datos de consultoras privadas que por su origen dan a pensar que están hechos a la medida del discurso conservador que hoy se acuerda que hay POBRES. Es difícil entonces poder analizar la situación sin caer en dudas, y ese es otro gran logro del gobierno: relativizar todo para que la verdad sea del que grita más fuerte. Moreno o Clarín.

Por suerte a un grupo de POBRES se les ocurrió que ellos eran POBRES, que había muchos más POBRES, y que había que decir con todas las letras y los números que la POBREZA en Argentina está lejos de ser extinguida. Porque, según experiencia popular, si para el Estado no hay POBRES, ellos, que sí son POBRES, están al horno.

No son cualquier POBRES, son POBRES organizados, del Movimiento Barrios de Pie, que, nobleza obliga, no están de acuerdo con este gobierno.

Y juntándose con técnicos de economía (del CIPPES y del ISEPCi) de distintas universidades  lograron conformar el IBP (Índice Barrial de la POBREZA). Utilizando una metodología de participación popular, con mecanismos de rigurosidad estadística, lograron descular cuál es el monto REAL de la canasta básica alimentaria, que es el parámetro para decir cuánto tiene que tener de ingresos una familia tipo para no ser INDIGENTE, o sea, para comer y no sufrir DESNUTRICIÓN, que es la causa de la muerte de esos 25 pibes que se mueren por día por POBRES.

Para estos POBRES, ellos lo son porque no logran juntar los $1.159,42 que se necesitan para poder darle de comer durante un mes a una familia tipo (papá, mamá, dos chicos) y no morir de hambre por INDIGENCIA y DESNUTRICIÓN. Los muy resentidos desconfían de Moreno cuando dice que para lo mismo se necesitan $609,56.

Lo mismo pasa con la línea de pobreza, que calcula lo mínimo necesario, además de la comida, para poder subsistir y cubrir las necesidades básicas de salud, educación, transporte, abrigo, etc. El relato oficial cuenta que con $1.347,33 una familia tipo ya no es pobre, mientras que el IBP de agosto dice que para no ser pobre se necesita la obscena cifra de $2.562,32.

Dicho sea de paso, 262 pesos más que el salario mínimo vital y móvil de $2.300 que sindicalistas, funcionarios y empresarios celebraron hace un par de semanas. 722 pesos más si a ese salario mínimo vital y móvil se le hacen los descuentos de obra social y de jubilación y queda en $1.578 de bolsillo.

Textual: “En la presentación Alfredo Schclarek Curutchet, director del CIPPES, mostró los resultados obtenidos en los relevamientos, que dan muestra de un 90% más en la cantidad de personas bajo la línea de pobreza e indigencia, según los datos del INDEC. Al respecto, sostuvo que "en la provincia de Buenos Aires hay un millón de personas que son pobres, y que el INDEC las está escondiendo con los datos", al mostrar como mientras el organismo oficial informa de la existencia de 1.050.490 pobres (10,6%) en el Conurbano, los datos elaborados por el CIPPES y el ISEPCi dan muestra de una cantidad que ronda los 2.300.000 (23,2%).” http://www.libresdelsur.org.ar/noticia/se-present%C3%B3-el-ibp-conurbano-del-mes-de-agosto

Un millón ciento cincuenta mil. 1.150.000. Más de un palo se le pasó al INDEC. Casi 1 de cada 4 personas en el conurbano de la provincia de Buenos Aires es POBRE. Compañeros míos de trabajo, que trabajan en blanco, que van 8 horas a trabajar todos los días, son pobres. Y el resto estamos cerquita.

Menuda forma de borrar del mapa social tanta gente, tanto pueblo. Y no cualquier gente, la parte del pueblo que más sufre, que más aporta con el íntegro consumo de sus ingresos, el patio trasero de un modelo que deja a la buena de dios en hospitales y escuelas públicas abarrotadas a todo lo informal del mercado de trabajo y a todo lo desocupado. Esa gente es la que desaparece en las cifras oficiales. Los feos, los sucios, los negros, los villeros, los negros villeros, los alcohólicos, los piqueteros, los fumapaco, los vagos, los sincultura, los que no quieren trabajar, los que viven mal, los delincuentes, los potenciales delincuentes, los culpables, los que sobreviven, los que se mueren de hambre. Los POBRES.

Desaparecen y quedan en el olvido de un relato hegemónico oficialista y conservador opositor.

Huérfanos de existencia, sus necesidades no son prioridad porque nadie se hace cargo de aquellos problemas de las entidades que no existen.

 

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