[CABA] Laura G. Velasco: UniCABA o el modelo Unicenter para la formación de maestros y profesores
La iniciativa de Universidad de Formación Docente (UniCABA) es parte de un recorrido que transitamos como comunidad educativa durante todo el 2017. El proyecto fue presentado en diciembre pasado y significa una nueva reforma que se anuncia sin documentos y de manera autoritaria, que implica nada menos que el cierre de 29 institutos muy diversos de formación docente con 140 años de historia. Maestros, profesores de arte y de educación física, de inglés, de matemática o física, de literatura, historia o geografía, un total de 40 mil estudiantes en 29 institutos de formación de distintos barrios de la Ciudad de Buenos Aires pasan de un plumazo a concentrarse en una sede universitaria. Vuelan por el aire 29 rectores y los organismos de cogobierno con claustros docente, estudiantil y de graduados. No se sabe qué pasará con la enorme cantidad de docentes interinos y suplentes que trabajan en los institutos ni qué estatuto docente contemplará los derechos de los que queden. No se sabe nada tampoco sobre dónde quedarán la especificidad de la formación y los proyectos de innovación pedagógica en marcha. No se sabe nada porque no se hace parte a los que saben de las transformaciones como si se tratara de abrir un shopping y hacerle propaganda.
Si para muestra basta un botón, está demostradísimo un patrón de proceder oficial con cambios inconsultos que desconocen la participación de docentes, estudiantes, organizaciones gremiales y estudiantiles, de la academia. Desmantelamiento de áreas pedagógicas y programas en el Ministerio de Educación Nacional, suspensión de la convocatoria a paritarias docentes, Plan Maestro, Operativos Enseñar y Aprender con evaluaciones estandarizadas, Secundaria del Futuro, cédula educativa nacional, limitación de la ley de educación técnico-profesional, educación inicial dependiente de Desarrollo Social, educación de adultos, formación profesional y prácticas profesionalizantes de secundarias técnicas y agrarias dependientes del Ministerio de Trabajo. Signo de los tiempos, la precarización de la vida. Los que no puedan pagar ya ni siquiera “caen” en la escuela pública, van a sistemas de contención social o directamente al mercado de trabajo en condiciones precarias. La educación no se construye como un derecho social que abre igualdad de acceso a otros derechos y oportunidades, forma para la ciudadanía, el trabajo digno y la educación permanente; hay que adaptarse pasivamente a la incertidumbre.
El proyecto de reforma del nivel terciario y de la formación docente que llegó después de tres filminas de un power Point, anuncios a empresarios y prensa, reuniones con grupos de ciudadanos tipo focus group, que excluyeron hasta una simple comunicación a las autoridades educativas de los profesorados, finalmente entró para su tratamiento en la Legislatura porteña el 1º de diciembre. Dice que se transfieren como en una mudanza patrimonio, personal, matrícula y presupuesto de 29 institutos (escuelas normales superiores, escuelas superiores de educación artística, institutos superiores de formación docente) y la Escuela de Maestros (ex CEPA) a una única universidad distrital con un rector organizador que dictará un estatuto académico y dirigirá un proceso de reformulación y reconversión del sistema de formación docente de la Ciudad. Si hay conflicto, se autoriza la intervención de las autoridades a través de las fuerzas de seguridad. El documento tardó en llegar casi diez días después del anuncio mediático y a través de las redes sociales. Por Facebook, Twitter, mail, teléfono y en la calle, el Gobierno de la Ciudad y su Ministerio de Educación llevaron adelante una potente propaganda a través una pregunta cerrada de respuesta obvia para el ciudadano común. Preguntar si estás de acuerdo con que la formación docente sea universitaria para avalar el cierre de 29 institutos de formación docente con diversidad de formación, incumbencias, planes de estudio, proyectos académicos, ramas disciplinares, autoridades y cogobiernos con claustros de docentes, graduados y estudiantes, es como preguntar si te gusta el dulce de leche para cerrar todas las fábricas de chocolate.
La mayoría de los institutos de formación docente tiene una larga tradición de más de un siglo, en la que ha experimentado transformaciones institucionales diversas, como en los últimos años la incorporación de las herramientas tecnológicas a la didáctica o de la educación sexual integral. No es verdad que los institutos de formación docente no están en procesos de transformación. Se puede proponer articular la formación terciaria con la universidad para mejorar la formación docente, pero no se puede afirmar que la jerarquía de la formación docente viene de la mano de su carácter de universitaria. En Argentina y en el mundo hay institutos terciarios de excelencia y universidades que venden títulos. El vínculo entre las universidades y los institutos terciarios es una deuda que arrastramos con la ley de educación superior del menemismo. La garantía de que una reforma en la formación docente vaya en el sentido de una educación inclusiva, de calidad, innovadora y creativa, comprometida con los intereses de los estudiantes y sus comunidades es que los actores de la comunidad educativa sean parte. Los que saben, pedagogos, educadores, estudiantes que son docentes en formación, no pueden quedar afuera de los proyectos de transformación educativa. Es inconcebible que los funcionarios no sepan nombrar a los especialistas que trabajaron en la reforma y que nunca hayan convocado a los 29 rectores de los institutos de formación. Mientras se dice jerarquizar la formación docente, se lleva adelante un profundo desprecio al saber, al compromiso pedagógico, a la experiencia formativa de instituciones con trayectorias valiosas e identidad. No debería sorprender de ministros de Educación y funcionarios del área que no tienen formación docente, no son maestros ni profesores terciarios ni universitarios. Simplemente nunca tuvieron una tiza en la mano.
La argumentación para cerrar los 29 institutos de formación docente y crear una universidad es la falta de docentes en la Ciudad de Buenos Aires para cubrir cargos vacantes de maestros y profesores. Una falacia que no hace un buen diagnóstico del problema y propone una salida falsa. En la Ciudad de Buenos Aires educadores reciben un sueldo 33% menor que otros trabajadores con la misma capacitación. Después de 10 años de gobierno de la actual gestión, donde se redujo en 10 puntos el presupuesto educativo respecto del presupuesto general, es evidente que los salarios y las condiciones para enseñar y aprender se han deteriorado por falta de jerarquización presupuestaria y de proyecto pedagógico. Son los docentes y las instituciones quienes asumen en soledad el compromiso de garantizar el derecho social a la educación y, en lugar de reconocimiento, son ignorados e incluso culpabilizados del deterioro de la calidad educativa. Lo que sucede en los institutos terciarios es que hoy la carrera es más larga que años atrás y se hace difícil a los estudiantes cursar doble turno al incorporar las prácticas desde el inicio de la formación. De esa manera, la carrera se alarga y muchos no pueden terminar. Faltan becas que les permitan dedicarse a tiempo completo a su carrera. Jerarquizar la formación docente inicial y permanente sería mejorar salarios para que los educadores no tengan que trabajar dos o tres turnos, mejorar condiciones de enseñar y aprender en infraestructura, recursos y tecnología, otorgar becas a estudiantes, visibilizar proyectos pedagógicos valiosos, generar tiempo institucional para colectivizar experiencias, reconocer con puntaje acorde los estudios universitarios, impulsar capacitación en servicio y priorizar a la escuela de maestros en el sistema de formación continua.
La experiencia de formación de profesores en la universidad desmiente que por vía de una universidad docente se resuelva el problema. En la universidad el proceso de graduación y el abandono es igual o mayor que en los institutos terciarios. Sospechamos más bien que la cuestión de la jerarquía universitaria de la formación docente es una zanahoria para llevarnos a otro destino común a todas las reformas anunciadas, sean laboral, previsional, fiscal o del Estado: el ajuste presupuestario, la precarización laboral, la designación de autoridades afines, el avasallamiento de la democracia en las instituciones con autoritarismo, la mercantilización y los negocios con la compra de plataformas virtuales enlatadas bajo la premisa de una incorporación acrítica de la tecnología, la disputa del contenido y el sentido de la educación pública como derecho social. Cuando se dice que hay una crisis en la vocación docente, se desconoce que somos trabajadores de la educación. Cuando se dice que el perfil del docente del futuro es ser flexible y adaptable al cambio o tener actitud emprendedora, se está pensando más bien en el empleado precarizado que hoy reclama el mercado para seguir agrandando las ganancias de unos pocos y la desigualdad social. No se dice nada del docente como enseñante, comprometido con la realidad de su comunidad, portador de conocimiento social e históricamente construido que puede socializarse, formador de pensamiento crítico, espíritu creador e innovador, que nos ayude a construir con protagonismo un mundo más habitable. Tampoco es casualidad que en esa caricatura de maestro que aparece en las filminas de los power point se pase por alto una vez más que la mayoría de los educadores somos en femenino: maestras, profesoras, mujeres.
Soy egresada del Normal 4 y de la Universidad de Buenos Aires. Las dos instituciones me dieron por igual una educación pública de excelencia. No cabe duda de que hay muchas cosas por mejorar en la formación docente terciaria y universitaria, y que esto es estratégico para transformar la educación. La mejora no se logra reuniendo todas las ofertas de formación en un gran shopping. La valorización de los institutos terciarios, igual que la de maestras y maestros, de la escuela como institución con un papel social, está en el sentido común. Ese mismo sentido común también sostiene que bajó la calidad educativa y que la escuela está caduca. Con la lógica de la mercantilización y la meritocracia, el macrismo disputa el sentido común, se corre de su responsabilidad de gestión, acusa a los docentes de todos los males, da respuestas facilistas, deslegitima a sindicatos y centros de estudiantes, siembra cizaña en la comunidad educativa, fomenta el individualismo, cuestiona que se forme en derechos humanos y vende espejitos de colores. Tenemos que ser muy inteligentes para desarmar el ilusionismo, dar en unidad las luchas de resistencia en la comunidad educativa y construir propuestas de transformación con participación social que construyan un modelo educativo alternativo. Toda una comunidad educativa en pie como en la masiva asamblea del Joaquín V. González es un inicio indispensable. Rodearnos y buscar solidaridad social que dispute en lo público qué formación docente queremos. También se trata no solo de defender lo que tenemos, sino ver críticamente nuestro andar, encontrar lo común sentido y disputar el porvenir. Pensar y hacer nosotros la escuela del futuro para una ciudad y un país más igualitarios que hay que inventar, que queremos sin la mitad de nuestra infancia en la pobreza, sino con desarrollo, soberanía, justicia social y libertad.
La autora es educadora y feminista. Licenciada y profesora en Letras de la UBA. Profesora para la enseñanza primaria. Directora de proyectos especiales y calidad institucional en el Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (Cesba). Dirigente de Libres del Sur en la Ciudad de Buenos Aires.
Nota publicada en Infobae