Boudou y la extranjerización de la economía

La elección de Boudou y la extranjerización de la economía

Luego de mantener el misterio sobre si se presentaba o no a la reelección la presidenta dosificó el suspenso y en dos tiempos primero cerró lo de su presentación al frente de la lista oficialista. Continuando con el anuncio del ministro de economía como candidato a vicepresidente. Fue en esa ocasión que destacó: “lo importante no es haber tenido la misma orientación toda la vida, sino saber cambiar cuando el mundo cambia.” todo una definición que esta no sólo atenta a que le enrostren el pasado por la Ucede de Amado Boudou. Sino una señal hacia adelante a los mercados internacionales y el stablishmet financiero.
Boudou fue quien trajo de vuelta al FMI para que opine sobre el devaluado INDEC, fue quien desde que asumió, tuvo como una prioridad restablecer los pagos con el Club de Paris. Fue protagonista de la sistemática negación de la inflación y aumento de precios que castiga a los sectores de menores ingresos. Pero que logra un aumento sistemático de la recaudación por vía del consumo. En su agenda como en la de los gobiernos kirchneristas no se encuentra una reforma impositiva de carácter progresivo que permita cobrarle más quienes mas gana y no en forma proporcionalmente igual como se hace actualmente a través del IVA.

Tanto en el caso de la fórmula de la UCR con De Narváez y la del oficialismo del PJ-FPV han elegido como candidatos a vicepresidentes a hombres de profunda formación neoliberal, con activa participación por el Banco Central o por el ministerio de economía. Esto tiene relación con la búsqueda de aceptación tanto con el stablishment nacional como extranjero.

Extranjerización de nuestra economía.

Uno de los aspectos que más invisibilizan desde el gobierno kirchnerista es el de la extranjerización de la economía. Fenómeno que comenzó durante los noventa a instancias del gobierno de Menem y que no se ha detenido. Esto, junto al alto grado de concentración económica son los pilares que nos permiten pensar que no hay voluntad política para realizar una transformación en serio y consecuente de la redistribución de la riqueza en nuestra nación.

En un artículo reciente el ex secretario de Cultura de la Nación José Nun, analizando la supuesta teoría del derrame  lo advertía claramente: “Nótese que, entre otras cosas, la ley estableció que los inversores extranjeros debían tener un pleno acceso al crédito interno; podían “transferir al exterior las utilidades líquidas y realizadas provenientes de sus inversiones, así como repatriar su inversión”; adquirir firmas locales; computar como inversión los bienes nuevos o usados que trajesen, etcétera. Para consumar este cuadro de ventajas no igualitarias se dictó, bajo el menemismo, el decreto 1853/93 que les permitió desde entonces a las empresas extranjeras recurrir a tribunales arbitrales internacionales en caso de conflicto, opción que desde luego les está vedada a las firmas argentinas.¿Cuáles han sido las consecuencias de tanta generosidad? Un proceso galopante de extranjerización de nuestra economía a través de las privatizaciones, primero, y de la venta de compañías nacionales, después. Entre 2003 y 2009, casi un 50% del total de las exportaciones argentinas fue realizado por 70 empresas extranjeras, y en 2009, 117 de las 200 firmas más importantes del país (sin siquiera incluir a los sectores agropecuario y financiero) ya eran también extranjeras.” (José Nun en La Nación del 22/06/2011)

Para profundizar estas apreciaciones es conveniente citar a Pablo Manzanelli, quien afirma que “Se trata del elevado grado de concentración de la economía y la extranjerización de la cúpula empresaria (y, por ende, de la economía en su conjunto), cuyos intereses, como es lógico, no se encuentran orientados a tales fines y cuyo creciente poderío económico atenta, a su vez, contra las posibilidades políticas y sociales de alcanzar un proceso de acumulación de esa naturaleza.

Las evidencias disponibles son elocuentes en este aspecto. El grado de concentración de la economía, entendida como la relación entre las ventas de las 200 empresas de mayor facturación del país (cúpula empresaria) y el valor bruto de producción (VBP), pasó de 16,4%, en 1993, a fluctuar en torno del 30% en la posconvertibilidad. Esa creciente gravitación de la cúpula empresaria en la economía nacional reviste, a su vez, una mayor presencia de las empresas extranjeras. En términos absolutos, y siguiendo a las estimaciones elaboradas por el Área de Economía y Tecnología de la FLACSO, si bien en 1991 de las 200 empresas de mayor facturación 56 firmas tenían ese origen de capital social, en 2008 treparon a 117 empresas, es decir, que cerca del 60% de la cúpula empresaria son, en este último año, firmas extranjeras. De allí que esas empresas hayan pasado de explicar el 22,6% de las ventas de la cúpula en 1993 al 58,3% en 2008, al tiempo que sólo esas 117 empresas extranjeras dan cuenta, en este último año, de la mitad de las exportaciones totales del país, lo que les concede -en virtud de su rol principal en la generación de divisas- un muy importante poder de veto. (…) El predominio económico que experimenta esta fracción dominante en la  posconvertibilidad incrementa notablemente los lazos de dependencia del capital extranjero– que, en procura de minimizar sus costos absolutos en el nivel mundial, carece de interés real para profundizar y/o complejizar la estructura industrial del país. A ello se adiciona, con efectos disímiles, el elevado grado de concentración y centralización de capital. Aun cuando tal fenómeno constituye una tendencia propia del desarrollo capitalista, su acelerado ritmo, nivel (intensificado por la apertura externa) y forma de inserción estructural, involucra diversos sesgos y/o limitaciones para la difusión de sus innovaciones tecnológicas al resto del sistema económico y social y, en tal caso, para el incremento de la productividad media de la economía en su conjunto, con el agravante de que la fracción local de los sectores dominantes se asienta, principalmente, sobre la producción primaria y sin una sólida base tecnológica propia. Ambos fenómenos (concentración y extranjerización) estarían potencialmente acotando, por consiguiente, las posibilidades políticas y económicas de redefinir un modo de acumulación de capital progresivo desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto.” 

(Pablo Manzanelli. Evolución y dinámica de la tasa general de ganancia en la Argentina reciente, pp 40-42 Realidad Económica 256, Dic. 2010)

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