La revolución de las hijas esta en marcha y es feminista. Por R. Vivanco
En la mochila, en el pelo, en la muñeca, como top, tapando nuestros rostros, el pañuelo verde se convirtió en símbolo de rebeldía que exige libertad y soberanía sobre nuestros cuerpos. Símbolo de resistencia y lucha a un sistema que nos oprime desde hace miles de años.
Las pibas lo popularizaron, no importa si lo conseguiste en un puesto de la calle o se lo compraste a la Campaña, importa que lo lleves con vos a todos lados, que sirva como señal de complicidad. Donde veas un pañuelo verde colgando vas a encontrar una compañera de lucha en la que podes confiar, “no estamos solas, somos miles y no tenemos miedo” dicen esos pañuelos.
Miradas, sonrisas, saludos cálidos, abrazos surgidos al calor de los pañuelos ambulantes durante estos meses nos confirman lo que sabemos, queremos ser dueñas de nuestro cuerpo, de nuestra libertad, vamos por ello y esto no tiene vuelta atrás.
No nos importó la lluvia ni el viento helado que no llegó a aplacar ni un poco nuestro fuego. Miles de llamitas verdes ardieron esa noche y arderán hasta que sea Ley.
Me quedo con la imagen sonora de miles de pibas gritando a coro: ¡Que sea ley, que sea ley! agitando los pañuelos con la emoción hecha fuerza en la madrugada del 9 de agosto.
38 dinosaurios firmaron esa noche su acta de defunción política. A ellos les decimos que muy a pesar suyo estamos vivas y nos mueve el deseo, será ley, cada vez estamos más cerca.