Heroes y Demonios

 

Sobre el caso de Baby Etchecopar 

HÉROES Y DEMONIOS 
 

Maria Elena Benso

 Directora del Area de Educación
 ISEPCi | Instituto de investigación social, económica y política ciudadana 
 
 
La semana pasada irrumpió una vez mas y van…en los medios una noticia que reavivó el ¿debate? sobre la “inseguridad” producto del accionar de los jóvenes.
 
Me estoy refiriendo al robo en el que el periodista Etchecopar y su hijo fueron baleados y durante el cual el primero mató a un joven de 20 años e hirió a otro de 17.
 
De ahí en más los programas de noticias y de toda índole pasaron a ocuparse del tema. Escribí la palabra debate entre signos de pregunta porque todos lo hicieron en el mismo sentido: de un lado se ubican los héroes (Etchecopar y su hijo) y del otro los demonios o sea los delincuentes, a los que nadie más llamó por su nombre pasando a esa oscura denominación que despersonaliza y transforma a las personas que delinquen en entes.
 
Así, después de algunos días de bombardeo mediático una vecina me comentaba dolida “menos mal que por lo menos mató a uno”.
 
Dejando de lado que el personaje herido se ha dedicado desde su tribuna en Radio 10 a hacer apología de la “justicia” por mano propia, alentando la venganza y el uso de armas y a discriminar junto al staff de esa radio a pobres y marginales, clasificando a las personas en triunfadores y perdedores por propio deseo, es importante profundizar en el delicado tema de la delincuencia juvenil.
 
Desde ya que si un programa de opinión forma una mesa para referirse al tema con familiares de víctimas, se introduce allí información estadística falsa sobre la participación de menores en delitos violentos, se va a lograr que las intervenciones estén casi siempre impregnadas por el dolor y dirigidas en el sentido que el sistema prefiere: la imputabilidad de los menores y el aumento de penas como solución.
 
La construcción del menor pobre y peligroso es propia de un orden en el cual la culpa individual reemplaza a la responsabilidad del Estado y de las instituciones que debiera regular.
Un diputado de Brasil ante la pregunta de qué hacer con un joven delincuente responde: “un niño tiene la edad del calibre que porta, si tiene 10 años pero una pistola 45, debemos juzgarlo como de 45 años, si tiene 8 años y un revolver 38, como si tuviera 38 años” Ni una reflexión acerca de las condiciones que motivaron al delito.
 
Otra justificación para echar culpas a quienes en realidad son víctimas es la de “hay pobres que no roban”, ¿es necesario aclarar que no todas las personas reaccionamos de la misma manera ante las agresiones o las carencias?
 
Por último tenemos a los que se inclinan por reclamar que la escuela debe y puede formar para que estos casos no se produzcan porque “la educación todo lo puede”. Debemos aclarar a este sector que la escuela es una parte de la sociedad, que no podemos ubicarla por fuera y que la violencia la atraviesa y conflictúa. 
 
Obviamente que el tema es sumamente complejo pero hay determinados ejes  factibles de abordar, comencemos por tener en cuenta que una sociedad desigual como la nuestra engendra mayor violencia que una sociedad en la cual la distribución de la riqueza es real y no ficticia.
 
Que los medios de comunicación muestran en forma permanente un mundo de maravillas que se logra a través del consumo y la realidad se encarga de mostrar a vastos sectores sociales que jamás lograrán alcanzarlo.
 
Nuestra presidenta dice que el capitalismo verdadero es aquel en el cual los empresarios producen, ganan mucho y el resto consume y eso es lo deseable. Es bueno replantearse si la felicidad es producto del consumismo o si lo verdaderamente deseable es organizarse alrededor de valores basados en la solidaridad y las acciones colectivas.
 
Si no se comprende que la delincuencia es un fenómeno que hay que prevenir para no llegar a tener que reprimirla cuando ya no es posible reparar el daño, no lograremos avanzar en una organización social que logre reducir a su mínima expresión  este flagelo.
 
Debemos salir del debate sin sentido de que matando a nuestros jóvenes es como se termina la violencia. Además de ser ferozmente despiadado el método de las matanzas masivas, es de  una inutilidad total como pueden mostrar Brasil y Colombia con sus “escuadrones de la muerte”. Lo mismo podemos afirmar del endurecimiento de las penas: es claro que no desalientan el delito.
 
La famosa “tolerancia cero” de Nueva York fue acompañada de un importante descenso del desempleo, de ahí su relativo éxito.
 
Y aquí encontramos el quid de la cuestión: atacar las causas estructurales que producen el caldo de cultivo para las llamadas “conductas antisociales”: la marginalidad, las adicciones y la complicidad de las Fuerzas de “seguridad” con las redes de narcotráfico, la corrupción policial e institucional o sea la del poder político (si quién debe hacer cumplir las normas es el primero en delinquir no podemos esperar que los jóvenes no lo hagan), la falta trabajo digno para millones que siguen sin conseguirlo, lo que significa bien pago, salud y educación de calidad para absolutamente todos y todas. Terminar con estas lacras es un presupuesto insoslayable. Es decir, lo que las organizaciones progresistas y humanistas venimos sosteniendo desde hace mucho tiempo.
 
¿Por qué será entonces que los partidos gobernantes no intentan abordar el problema por este lado?¿Será porque, como explica Foucault : “la penalidad sería entonces una manera de administrar los ilegalismos, de trazar límites de tolerancia, de dar cierto campo de libertad a algunos y hacer presión sobre otros, de neutralizar a estos, de sacar provecho de aquellos…En suma la penalidad no reprimiría solamente los ilegalismos, los diferenciaría. Y si se puede hablar de una justicia de clase no es sólo porque la ley misma o la manera de aplicarla sirvan a los intereses de una clase, es porque toda la gestión diferencial de los ilegalismos, por la mediación de la penalidad, forma parte de esos mecanismos de dominación” ? ( Michel Foucault. 1984) .
 
¿Por qué se promueve que algunos mal llamados periodistas hacer apología de la mano dura, de la “justicia” por mano propia, o tratar a quién cometió un delito como si se tratara de un monstruo y no del resultado de un sistema individualista y competitivo, donde el que no tuvo oportunidades quedó por fuera de toda consideración social?¿Por qué estos mismos comunicadores crean estereotipos en los cuales los pobres son sospechosos de que “algo habrán hecho” y los estafadores en gran escala nunca son llamados delincuentes sino ex presidente, ex diputado, ex senador, empresario, etc.?¿Por qué se insiste en la edad de quienes cometen delitos, como si fuera lo más importante en lugar de investigar las causas de esa forma de actuar?
 
Hay recomendaciones que Naciones Unidas hacen para la prevención del delito entre las cuales se encuentran algunas muy interesantes referidas a los medios: 
  • Dedicar espacios centrales a la información de acciones positivas de la juventud, su participación en actividades solidarias y culturales.
     
  • Regular el contenido de los programas de televisión retirando aquellos en los que hay sadismo, antivalores, violencia.
     
  • Analizar los hechos responsablemente y con profundidad.
Todos los seres humanos merecemos los mismos derechos y no podemos exigirles obligaciones a quienes los tienen negados, sí podemos y debemos trabajar para que este país sea más justo en su distribución de bienes materiales y culturales, y tal vez así un día no tengamos que llorar muertos de un lado y del otro como nos sucede cotidianamente hoy, sino como era en un tiempo no tan lejano en el que estos hechos eran excepcionales, cuando tuvimos plena ocupación, vivienda, trabajo y salud para todos los sectores sociales, y la brecha entre pobres y ricos era apenas una grieta y no un abismo como es hoy.
 
Para terminar nada mejor que las palabras de Eduardo Galeano, que siempre describen con exactitud la realidad:
“La sociedad de consumo, que consume gente, obliga a la gente a consumir, mientras la televisión imparte cursos de violencia a letrados y analfabetos. Los que nada tienen pueden vivir muy lejos de los que tienen todo, pero cada día los espían por la pantalla chica. La televisión exhibe el derroche de la fiesta del consumo y a la vez enseña el arte de abrirse paso a tiros.
                                 
“…Los niños de la calle practican la iniciativa privada en el delito que es el único campo donde pueden desarrollarla. Sus derechos humanos se reducen a robar y morir…
                              
“En países donde no hay pena de muerte, se aplica cotidianamente la pena de muerte en defensa del derecho de propiedad. Y los fabricantes de opinión suelen hacer apología del crimen…..”(1)
 
Cualquier parecido con la realidad argentina actual no es pura casualidad.
 
 
(1) Eduardo Galeano: Ser como ellos 1994 Ed. Catálogos
 

 

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