Un matrimonio entre política y dinero
(Andrés Fidanza, desde Pinamar. Publicado en Crítica Digital el 24.01.10)
Un matrimonio sin disimulo entre política y dinero
Constructores, hoteleros, dueños de boliches y millonarios todoterreno son protagonistas de la contienda electoral del exclusivo balneario bonaerense. La obra pública es uno de los principales motivos del interés empresario.
Sin mediaciones ni tapujos, en Pinamar los negocios son la política. Tal empalme entre lo público y lo privado se comprueba todos los días, en la vereda de la calle Bunge, donde los stands de Chevrolet, Ford y Seat traban el paso, y en las infinitas banderas multinacionales de sus 53 balnearios. En la humanidad de los políticos que gobiernan Pinamar también se nota. Desde hace 20 años, los principales empresarios del municipio –constructores, hoteleros, dueños de boliches y oferentes de servicios todoterreno– se dedican a ser, promover o voltear a los intendentes locales.
La tradición pinamarense es fuente de sospechas y denuncias, sobre todo, a raíz de las numerosas licitaciones que promueve un municipio con 1.200 empleados. “Gran parte de la obra pública la podría hacer el mismo municipio, pero se contratan empresas privadas vinculadas al poder político”, se queja el candidato a intendente de Libres del Sur, el campechano Enrique Giménez.
Cruzados por la política y los negocios, son tres los dirigentes más poderosos en Pinamar: Rafael De Vito, actual intendente y dueño de un corralón de materiales, volquetes y del popular balneario Cocodrilo; Blas Antonio “Biaggio” Altieri, intendente por 16 años, multiempresario constructor, hotelero, gastronómico, terrateniente y socio en el pejotista balneario CR, donde tanto se broncea un Sergio Massa como un Antonio Cafiero, y Víctor Jesús Pardo, dueño de cinco estaciones de servicio, el boliche La Luna, actual concejal y ex secretario de Gobierno, de Hacienda y de Obras Públicas, todo a la vez, en la gestión de Altieri.
Los tres, gruesos sesentones ya, alternaron alianzas, traiciones y vínculos comerciales durante los últimos veinte años. La foto actual los encuentra en paz, de cara a las próximas elecciones municipales del 28 de marzo.
Con el apoyo explícito del gobernador Daniel Scioli, Altieri se postula por su partido vecinal Movimiento Unidos por Pinamar y aspira a armar una alianza con el PJ. De Vito, sin ambiciones de reelección, se entrega apaciblemente a traspasar el poder político y Pardo “hizo las paces con Baggio”, según él mismo, y avala la candidatura de su viejo aliado.
El relevo generacional lo encarnan los empresarios locales Javier Paso y Javier Porjolovsky. Paso tiene la concesión de seis locales de Havana, regados entre Cariló y Pinamar, más un hotel y dos panaderías, entre otras inversiones. Más recientemente, seducido por “las ideas modernas de Francisco De Narváez”, Paso se volvió la esperanza de Unión-PRO para las elecciones de marzo.
Javier Porjolovsky, en cambio, por ahora no sueña con ser intendente. El dueño del grandísimo boliche Ku –que unos 5 mil adolescentes copan cada noche durante la delirante segunda quincena de enero de Pinamar– tuvo un enorme peso en la política electoral de su municipio. El Ruso Porjolovsky fue quien organizó la cámara oculta que determinó la destitución del inolvidable y fugaz intendente Roberto Porretti, a raíz de un supuesto pedido de coimas de 175 mil pesos a cambio de evitarse inspecciones o clausuras.
La suspensión de Porretti, en 2008, después de apenas cuatro meses de gestión, es la causa de la inusual elección que, por ahora con una inocultable indiferencia, encararán en marzo los 16 mil pinamarenses habilitados.
Antes de caer en desgracia, a Porretti lo respaldaban los históricos De Vito y, sobre todo, Pardo. Ambos empresarios, desencantados con algunos tejes de Altieri, sobre todo en lo referido a su manejo de las licitaciones, multiplicaron las chances del pejotista Porretti. En crudo, “le pusimos plata”, según revela el concejal Pardo, mientras juguetea con sus tiradores, en la oficina de su YPF, frente a la rotonda de Ostende.
Como a gran parte del electorado menos tradicional de Pinamar –albañiles, jardineros y demás trabajadores de perfil simbólico opuesto a los aristocráticos “nycs”–, a Pardo y De Vito los sedujeron las formas carismáticas y expansivas de Porretti. Todo lo que ilusiona desilusiona y los empresarios, hechos a un lado en las decisiones políticas y económicas, se arrepintieron de su apuesta y le soltaron la mano a Porretti. Por entonces, se difundió el videíto con la supuesta coima.
Hoy, directamente Pardo piensa que Porretti “es un loco” y que “lo más sensato es respaldar la experiencia de Altieri”. Para Porjolovsky, “Altieri es un caballero”.
Así, Pinamar, un municipio en crecimiento frenético –pasó de 5 mil habitantes en 1990 a unos 45 mil en la actualidad–, podrá volver a consagrar intendente al verdadero pionero de la cópula entre política y negocios, al ultramenemista, al amigo íntimo del malogrado Alfredo Yabrán, a Blas “Biaggio” Altieri.
Este hombre fuerte y nacido frente al Adriático, en Foggia, Italia, hoy mira la pileta de su precioso chalet y promete: “Tenemos que volver a la tranquilidad. Promover confiabilidad y garantizar nuevas inversiones para Pinamar”.
Dos YPF y tres Petrobras
Víctor Pardo
Según su propio relato mitológico, Víctor Jesús Pardo alguna vez fue un nene pobre pero digno en un ranchito selvático de Misiones. La imagen de un Pardo mínimo, prolijo y de gorrita así lo certifica.
La foto sepia cuelga en la pared de una de sus cinco estaciones de servicio, frente a una caja fuerte verde. La escena, en su YPF de Ostende, funciona para subrayar el contraste de su ascenso social.
El actual concejal llegó a Pinamar a principios de los ‘70, con el ojo entrenado para percibir negocios y la audacia para intentarlos. “Acá faltan servicios”, diagnosticó sobre el municipio fundado por el arquitecto Jorge Bunge.
Arrancó vendiendo madera y se expandió hacia la construcción; maneja dos YPF y tres Petrobras; varios locales y el boliche La Luna. Es millonario y, sin embargo, trabaja de lunes a lunes. Pardo no lo puede evitar: es “adicto al trabajo”.
Un corralón y el balneario Cocodrilo
Rafael De Vito
Todos los volquetes de Pinamar recuerdan a su actual intendente: “De Vito”, dicen sin falta. El Rafa, como todos lo llaman, asegura que no maneja ya casi ninguna de las empresas que se le atribuyen, que todo pertenece a su familia, incluido el popular balneario Cocodrilo y su histórico corralón de materiales De Vito & Cía. SA.
Con un perfil más administrativo que político y escasa experiencia en la gestión, Rafael De Vito heredó inesperadamente su cargo después de la destitución de su ex aliado, hoy archienemigo Roberto Porretti.
Hoy está enrolado en el peronismo local, todavía no explicitó su apoyo a la candidatura de Blas Altieri, pero tampoco se la negó. “Ya se va a acercar y va a apoyar”, confía Altieri. Ambos políticos empresariales son vecinos en el pituco y residencial Pinamar Norte.
El dueño de la noche que volteó a Porretti
Javier Porjolovsky
“Estamos luchando contra el poder”, explicó Javie
r Porjolovsky, uno de los tres dueños del complejo bailable Ku-El Alma, el preferido de Florencia Kirchner y otros cinco mil adolescentes que lo copan cada noche.
Con humildad justificó este superempresario de Pinamar su decisión de grabar al destituido Roberto Porretti pidiendo, supuestamente, una coima de 175 mil pesos para evitarse posibles clausuras. Como en todas las campañas anteriores, Porjolovsky apoyará ahora al eterno Blas Altieri en la elección para intendente que se harán en marzo.
Más allá de la teatral versión que dio este empresario, en Pinamar todavía se acuerdan del tremendo enojo que tenía Porjolovsky cuando se enteró que Porretti negociaba, a sus espaldas, la apertura de nuevos boliches nocturnos con otros empresarios de la noche.
El vecinalista que amasó una fortuna
Blas Altieri
Después del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, durante su primera intendencia, le quedó trunco el proyecto de montar un mini Las Vegas en Pinamar. Blas Altieri pudo, en compensación, armar un pituco centro comercial en la zona residencial de Pinamar Norte, una manzana entera de cafés, supermercados y otros locales de intenso trajín consumista.
Es apenas una de las columnas de su fortuna, basada en su corralón de materiales, en su empresa constructora, en sus hoteles, sus restaurantes, sus vacas, sus campos en Tres Arroyos, en Madariaga y en Lavalle; además de una porción del histórico balneario CR.
Sus 16 años de gobierno en Pinamar le generaron algunas denuncias judiciales por corrupción. Entre otras, lo acusaron de haber usado fondos públicos para asfaltar la solitaria calle Olimpo, que sólo conduce a su exclusivísimo shopping.
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