Una negación de Estado

Una negación de Estado

Muy posiblemente el paro general transcurrido ayer haya tenido más de un motivo político. Ahora bien, convengamos que está también en la esfera política lo que hace posible y eventualmente necesario este tipo de protestas sociales. En este marco, destaca una vez más la ausencia de una convocatoria oficial a un diálogo abierto a todos los sectores gremiales, empresariales, políticos, sociales y académicos, con el fin de una respuesta nacional consensuada a la actual crisis y a los problemas estructurales de inclusión social que venimos arrastrando.

Pero para abordar un diálogo social de este tipo se requiere algo más que buenas intenciones.

En principio, al menos un diagnóstico oficial más cierto acerca de los logros efectivos, fracasos no deseados y límites estructurales alcanzados en materia de desarrollo y equidad. Sin duda, no todo estuvo mal durante estos años, la política oficial ha dejado muchos resultados positivos en el campo del empleo, los ingresos y los derechos, pero también no ha sabido saldar pobrezas estructurales, brechas socio-económicas y fracturas socio-culturales, las cuales lejos de reducirse tienden a agravarse con el aumento de la inflación y las políticas de ajuste.

¿Por qué empecinarse en afirmar que está todo bien, por qué no asumir lo que no se pudo hacer o lo que se hizo mal? ¿Por qué continuar sosteniendo un relato de fantasía fundado en estadísticas fraudulentas donde la pobreza por ingresos sólo afecta al 4,7% y la indigencia al 1,2% de la población. (Una ficción que sólo puede ser defendida por la conducción militante a cargo del INDEC o por agencias como “Equis” contratada a manera de “chirolita” para reproducir la farsa).

¿Por qué no poner en debate que el 45% del total de los ocupados (32% de los trabajadores asalariados) no están afiliados a la seguridad social y que esta situación parece haber encontrado un piso y que tiende a agravarse con el actual contexto? ¿Por qué no reconocer que hay impuestos injustos y que el 50% de los trabajadores ganan menos de $4.000, apenas superando el valor de una canasta de pobreza a diciembre de 2013? ¿Por qué no asumir que el desempleo real afecta al menos al 16% y no al 6% de la población activa, esto en tanto estemos de acuerdo que los trabajadores de indigencia (limpia vidrios, vendedores ambulantes, cartoneros, trabajadores de programas sociales, peones eventuales, etc.) -población sobrante para el modelo de crecimiento- no pueden ser ocupados plenos?

¿Por qué no asumir abiertamente el problema de la inseguridad, que lejos de ser una sensación afecta cada vez con mayor gravedad a una de cada tres familias urbanas al menos una vez por año? ¿Y qué decir del crecimiento de villas y asentamientos al margen de toda política de planificación? ¿O del aumento del narcotráfico, que trafica con la vida de jóvenes que han perdido toda esperanza de inclusión? ¿Por qué no asumir la emergencia educativa en un sistema que deja afuera de la finalización de la secundaria al 45% de los adolescentes, a la vez que priva a gran parte los que terminan de las competencias básicas?

Puede ser que haya habido motivos políticos detrás de este paro, pero no menos políticos son los motivos oficiales que niegan la puesta en debate de problemas tan cruciales como los mencionados, que requieren de urgente diálogo social y de políticas de Estado fundadas en diagnósticos acertados.

 

Publicado en: http://www.clarin.com/edicion-impresa/negacion_0_1118288208.html

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