E s una costumbre que la estrategia defensiva de los imputados de abusos sexuales apunte a que la víctima “provocó” al agresor. Esa argumentación tiene una larga historia y ha dejado una huella poco feliz en el sistema jurídico argentino. El fallo que se conoció en estos días en relación con un niño de 6 años abusado sexualmente es un derivado absurdo de aquella estrategia que revictimiza a los vulnerados.

El bien jurídico protegido es el normal desarrollo de la vida sexual del niño, e incluso en el caso de que haya definido una orientación sexual (algo que habría que verificar con psicólogos), ello no implica una “voluntad” de iniciar su vida sexual, porque un niño de 6 años no posee el discernimiento para tomar una decisión de ese tipo.

Por ello, la acotación de los jueces a una supuesta orientación sexual gay es un claro acto discriminatorio, que tiende a poner la responsabilidad en la víctima y no en el victimario.

Esto sucede porque en la Justicia existen criterios machistas. El machismo no sólo mata, 
sino que también se utiliza para encubrir crímenes aberrantes, como el de este caso.