Sobre las elecciones en la UNRC
La Universidad local ha sido una entidad de vida propia, casi autónoma del resto de la ciudad, en la que no han existido, por ejemplo, episodios como el de Villa María, donde el accastellismo se fijó en algún momento el objetivo de convertir a la Universidad en un apéndice del poder municipal y lo consiguió.
Aquí sólo existió una experiencia de transpolación política pero fue en sentido inverso, cuando el canterismo, con la buena imagen que el actual director de Radio y Televisión había ido erigiendo en sus nueve años como rector, dio el gran salto y, después de aliarse con el roggerismo, pudo quedarse por amplio margen con la intendencia. Pero aquel proceso fue producto de una construcción de largo plazo que, paradojalmente, en el Palacio de Mójica se agotó en apenas 4 años. El canterismo siguió existiendo pero ya nunca más como factor preponderante de poder sino como un actor residual.
La pregunta ahora es si la victoria de la fórmula Marcelo Ruiz - Javier Salminis, que tiene un contenido político que no es neutral ni puramente universitario, producirá en lo inmediato repercusiones en la política grande.
Como primer efecto, la hasta hace un mes impensada victoria de la oposición universitaria obligará a reconfigurar el esquema electoral que tenía pensado el intendente Jure. Un Oscar Spada perdedor ya no podrá convertirse en el candidato a primer concejal con que soñaba el oficialismo municipal. Después de ir construyendo pacientemente una alianza con el rector saliente, que iba a reeditar aquel salto de Cantero de la Universidad al Palacio de Mójica pero en menor escala, el intendente vio cómo, con la irrupción de Ruiz, aquella idea se convertía en polvo.
Spada estaba pensado como un virtual viceintendente que pasaría a gobernar la ciudad si, dentro de cuatro años, Jure intentaba el salto a la Provincia.
Ahora, si bien el gobierno asegura que no habrá cambios en la actitud hacia la Universidad, la relación con la nueva conducción será puramente institucional, no político-electoral. Primero, porque Ruiz y su fuerza tienen que construir su propia estructura de poder en el campus y dedicarse a consolidarla porque ni el oficialismo saliente será un actor que desaparecerá en un día ni, por supuesto, ningún proyecto se consolida en el acto mismo de la votación. Ruiz debe demostrar en los próximos años que puede ser un buen rector y que su fuerza política no se ha construido sólo con el objetivo de desalojar a Spada y a su gente del poder después de 22 años.
Además, Jure y el nuevo rector representan actores políticos que están enfrentados en el gobierno municipal, principalmente, por la conflictiva relación que mantiene el Ejecutivo con el gremio de ATE, integrante de la CTA, central a la que Ruiz pertenece.
El efecto más notorio e inmediato que se observará fuera del campus pasará, precisamente, por el cambio de status de la CTA, que ya no será una fuerza batallando en el vacío sino que tendrá a uno de los suyos encabezando la segunda institución de la ciudad, que manejará por año 229 millones de pesos.
Como ya anticipó Ruiz, la Universidad será la primera en reconocer a la CTA -en términos prácticos a ATE- como un interlocutor sindical en igualdad de condiciones que su eterna rival, la CGT.
Y la Central de Trabajadores Argentinos sí tiene un proyecto político que trasciende lo universitario. Aunque, por el momento, no hay indicios firmes que permitan sospechar que una experiencia como la que vivió la Universidad pueda injertarse de manera inmediata en la ciudad.
Primero, porque las condiciones en el campus son irrepetibles. Se combinó una serie de elementos relevantes para la victoria de Ruiz: fueron 22 años de un oficialismo que se fue desgastando y, además, la fuerza del nuevo rector, que primero irrumpió casi con la intención de plantear una candidatura testimonial, se convirtió en la única corporización de quienes tenían la necesidad de ser opositores. El “voto castigo” a una gestión sólo pudo expresarse a través de Ruiz.
La Universidad que surgió de las urnas terminó yendo a contrapelo de las corrientes actuales de la política nacional: el kirchnerismo, revitalizado en los últimos meses, en vez de mantenerse firme, terminó perdiendo no con una escisión peronista sino con un actor político complejo en el que prevalecieron la CTA, Libres del Sur y otros actores heterogéneos.
Por eso, se puede decir que, al menos por ahora, el batacazo electoral es un fenómeno circunscripto a la Universidad pero que podría ir expandiéndose si la gestión se afianza.
Hubo una característica que fue llamativa en el proceso electoral en el campus y de la que la dirigencia de la ciudad podría obtener alguna conclusión interesante. Después de la primera vuelta pudo verse, respirarse y palparse en la Universidad el más completo muestrario de las malas prácticas de la política: presiones, aprietes, amenazas de que podrían terminarse ciertos privilegios, promesas trasnochadas -llegó a decirse que se techaría la pileta y se la climatizaría si algunos docentes “daban vuelta” su voto-, y movilización de un aparato construido pacientemente a lo largo de los años. Incluso los principales exponentes del Espacio Independiente, dirigentes que comandan cuatro centros de estudiantes y la Federación Universitaria, recurrieron a ese cóctel ya nada original.
En parte, esas conductas, en vez de ser artífices del milagro, terminaron socavando las posibilidades del oficialismo de revertir la derrota de la primera vuelta. En parte, hubo un voto castigo a ese tipo de políticas.
Tal vez, aun si el fenómeno de renovación que se produjo en la Universidad permanece encapsulado, sea una advertencia para que la política vuelva a centrarse más en proyectos e ideas y menos en la fuerza de la prepotencia y los aparatos.
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