Que no nos vengan con el verso del “honestismo”
El caso de los cuadernos del chofer Oscar Centeno, fue ocupando el centro de la agenda en la medida que iba pasando la votación negativa al aborto legal en el Senado, al paso también que cada vez más empresarios se iban arrepintiendo y contando la trama de corrupción detrás de la obra pública.
Esto derivó en una parte del campo popular en varias discusiones. Están quienes niegan que la corrupción haya existido. Están quienes la justifican diciendo que toda la sociedad es corrupta, y están quienes la minimizan.
En particular quiero debatir desde estas líneas en particular con la posición que se refiere al “honestismo” como un término que supo acuñar el periodista Martin Caparros luego de la crisis del 2001.
Dicen que quienes componen el “honestismo” y lo militaron, fueron quienes criticaron como aspecto principal de los gobiernos de Menem, la corrupción. No sus planes económicos neoliberales que produjeron en nuestra sociedad: pérdida de soberanía, endeudamiento, desindustrialización, el hambre y la exclusión de millones de compatriotas. Hasta ahí podemos llegar a coincidir en parte.
Luego esta línea argumental es utilizada para decir, que más allá de la corrupción que pueda haber alcanzado el kirchnerismo durante sus 12 años de gestión, lo que hay que analizar es la política que se llevó adelante.
Que la corrupción es algo inherente a todo el sistema político, que quienes criticamos la corrupción – dejan entrever o lo dicen abiertamente- le estamos haciendo el juego a la derecha. Tratando de despejar la corrupción como quien despeja la x de una ecuación.
Creo que poco favor le hace este argumento al campo popular.
La corrupción no puede ser lo principal a tener en cuenta, ni lo prioritario al criticar a estos gobiernos neoliberales, pero tampoco puede ser desplazada del análisis político o minimizada, para justificar lo injustificable.
Más allá de las políticas del kirchnerismo que en algunos casos se pueden compartir y apoyar (la de derechos humanos contra los genocidas, la de relaciones exteriores con gobiernos de Latinoamérica, etc.) y en otros criticar (la política económica, de distribución de los ingresos, ambiental, etc.).
Lo que no podemos hacer es soslayar la corrupción que engendraron y apañaron distintos funcionarios del kirchnerismo. Cuando es más que evidente lo que hicieron Ricardo Jaime, José López, Julio De Vido o Amado Boudou. Son inocultables los pactos con el juez Oyarbide. ¿Será que Cristina Fernández de Kirchner no se enteró de nada en 12 años? ¿Ni siquiera de cómo se incrementaba en forma exponencial su patrimonio personal?
Pero no podemos criticar esto exclusivamente por un problema de moralidad, y de ética. Sino que porque con toda esa corrupción, contaminaron y ensuciaron las banderas populares que venimos levantando desde hace décadas. Generaron nuevamente el descrédito en la política luego de haber pasado la crisis de representación del 2001 y logrando nuevas expectativas. Por último Le entregaron a la derecha con Mauricio Macri a la cabeza la posibilidad de generar consensos y llegar al gobierno mediante el voto popular.
Desde ya que vamos a criticar y es repudiable la corrupción sea quien sea que la ejerza y la lleve adelante. Pero es doblemente repudiable en quienes tomando las banderas del campo popular, las mancharon y le dejaron servida en bandeja las posibilidades de dar la batalla de ideas a la derecha ideológica en las peores condiciones.
Permitiendo que luego estos sectores financieros que aspiran a un país de dos pisos con exclusión para las grandes mayorías vuelva a poner a la Patria a disposición del FMI.
La corrupción no puede ser un detalle ni algo menor para quienes desde el campo popular estamos dispuestos a dar la pelea para que nuestro pueblo viva mejor. Para que tengamos una nación soberana, industrializada con un desarrollo productivo y un Estado fuerte y eficaz. Para que las grandes mayorías populares alcancen la dignidad y la alegría que les corresponden. En la corrupción anida el individualismo, el sálvese quien pueda, las conveniencias personales y monetarias por sobre el convencimiento y la emulación colectiva, solidaria y revolucionaria.
No es todo lo mismo, y si bien podemos hacer alianzas circunstanciales con otros sectores, en el corazón de un proyecto verdaderamente popular la corrupción no puede tener lugar.
No podemos caer en los vicios de los peores gobiernos que hemos tenido. Creemos que dar esta discusión es necesario para poder disputar el poder con bases sólidas en Argentina. No podemos menos que pensar cada día y en cada momento, como nos superamos para dar lo mejor que tenemos al esfuerzo colectivo, para una Patria/Matria libre justa y soberana.
Santiago Martínez Laino
Secretario de Comunicación de Libres del Sur.