[Córdoba] El progresismo cordobés en su Don Pirulero. Por Nestor Moccia
Hoy debiéramos poner en el centro de la mesa una agenda progresista que retome aquella idea trunca de “hablemos de Córdoba”.
Es evidente que los dos turnos electorales por venir –2017 y 2019– serán el escenario para el enfrentamiento inevitable entre José Manuel de la Sota y los hombres de Mauricio Macri.
Pero en esta pelea no está representada una parte importante de la sociedad, a la que podemos caracterizar como progresista y que en las pasadas elecciones de Río Cuarto alcanzó casi el 20 por ciento de los votos (aunque atomizada en varias listas).
De la Sota se juega su liderazgo local mientras trata de poner sus últimas fichas en un escenario nacional que siempre le fue esquivo, manejando con mano de hierro la interna de su partido, que bien podría ser un guion para una serie de Netflix. Busca así retrasar el cambio generacional del Partido Justicialista (PJ), cosa tan inevitable como la caída del cabello.
En el andarivel del macrismo, existe una contradicción difícil de saldar: la marca Cambiemos puede arrebatarle la provincia al PJ, pero sólo si logra sortear los múltiples baches y cloacas tapadas de la gestión municipal que encabeza Ramón Javier Mestre en la ciudad de Córdoba.
Por otro lado, es obvio que esta alianza no puede ser liderada por el retrógrado tronco liberal de Córdoba, que no es muy afín a los globos y la onda marketinera de Jaime Durán Barba, por lo que el Presidente probablemente termine usando su cuenta de Facebook para encontrar un candidato acorde a sus urgencias políticas.
La centroizquierda
Frente a todo este panorama –que debería constituirse como muy favorable para la construcción de una alternativa política de centroizquierda con peso específico–, buena parte de los dirigentes y organizaciones de este espacio se enfrascan en un Don Pirulero, donde cada cual atiende su juego y se desentiende de las urgencias que afligen a los cordobeses y cordobesas.
Hoy debiéramos poner en el centro de la mesa una agenda progresista que retome aquella idea trunca de “hablemos de Córdoba”, que no sólo haga referencia a sus demandas históricas (derechos humanos, salarios, desocupación, corrupción) sino que recoja el guante lanzado por los sectores más comprometidos de la Iglesia Católica, que diagnostican al narcotráfico, a la inseguridad y al tremendo flagelo de la pobreza estructural como los mayores déficits que como sociedad debemos encarar todos los días.
No se trata de confrontar el angustiante presente que nos toca vivir con un gobierno de derecha moderno –pero típico en su política de ajuste– haciendo referencias repetidas hacia el pasado, sino que hay que avanzar con una agenda de futuro, porque, como todos sabemos, la historia sólo se repite o como comedia o como tragedia.
Finalmente, si logramos construir un punto de encuentro y lo que nos divide son sólo problemas “de cartel”, la reforma política con su ley de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso) nos dará una ayudita para que sean los ciudadanos, y no el dedo o el poder de lobby , quienes determinen quiénes serán los que mejor nos podrán representar como candidatos.