Por la Reconstrucción de un Discurso Nacional y Popular

26 de noviembre de 2011 | Isaac Rudnik
Por la Reconstrucción de un Discurso Nacional y Popular
Respuesta del Director del ISEPCi, Isaac Yuyo Rudnik, como continuidad del debate con Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional y miembro de Carta Abierta.
Estimado Horacio, perdón por la demora y por la extensión. Como nos ha sucedido en otras oportunidades, cuando la nota de intercambio, se refiere en una parte importante a la coyuntura, van surgiendo hechos del devenir político cotidiano, sobre los que uno quiere opinar e integrar al análisis. Y así sale medio extenso, pero manteniendo el objetivo de incorporar ideas al debate. Una vez muchas gracias por sostener este debate que para mí y nuestros compañeros y compañeras sigue siendo sumamente fructífero.


Por la Reconstrucción de un Discurso Nacional y Popular

El amplio triunfo de Cristina en las elecciones nacionales del domingo 23, entre otras calificaciones también  ha obtenido, tanto de parte de oficialistas como de opositores, la de ser una contundente victoria en el terreno cultural. El kirchnerismo dice que se impuso una vez mas sobre el modelo neoliberal, haciendo eje en algunos temas emblemáticos: el crecimiento de la economía, el modelo de inclusión, el protagonismo de la política en las decisiones nacionales por sobre los intereses de las corporaciones, destacando también algunos lineamientos políticos centrales que lo han distinguido durante estos años, como las políticas de Derechos Humanos, las de integración regional, la no represión a los conflictos sociales, la implementación de leyes como, la de medios, las nacionalizaciones de las AFJP y de Aerolíneas Argentinas, etc. Desde la derecha destacan otros aspectos del modelo kirchnerista, o en algunos casos los mismos pero caracterizados de diferente manera: el impulso constante a la confrontación entre los argentinos, las limitaciones a la libertad de prensa, la intervención desmedida del estado en la economía, el aislamiento económico del mundo, el avance permanente de la inseguridad. Nosotros obviamente no compartimos ninguna de las dos perspectivas.


La batalla cultural en los primeros años

La batalla cultural por cambiar los valores que instaló el neoliberalismo, es una de las preocupaciones esenciales de todos los que queremos construir un modelo alternativo. Sin echar luz sobre cada rincón desde los que continúan irradiando su nefasta influencia, en muchos casos de manera encubierta o indirecta, casi siempre a través de nuevas formas pero reciclando viejos contenidos, corremos el riesgo de convertirnos –algunos de nosotros involuntariamente y otros no tanto- en sus agentes reproductores, y por lo tanto sostenedores de ese viejo orden que nos proponemos reemplazar. En definitiva se trata de cómo transitamos el largo y sinuoso camino por librarnos de aquella hegemonía cultural mientras vamos edificando una nueva, en paralelo a las transformaciones indispensables en las bases estructurales que coloquen los cimientos de la nueva sociedad. Hay una imbricación profunda e inseparable entre los cambios estructurales y los culturales, no puede haber avances  unilaterales sólo en uno u otro campo que sean sustentables, ya que se van relacionando permanentemente entre sí como impulso o como contrapeso entre ambos, según cual quede más avanzado o retrasado respecto al otro.

Nuestra discusión no es términos abstractos ni meramente teóricos sino que se viene dando en un contexto político concreto, sobre elementos de la realidad cotidiana que se produjeron y reprodujeron en la última década, y hoy nos siguen atravesando de la cabeza a los pies. La fortísima coraza que se fue armando durante las décadas de predominio neoliberal, se resquebrajó en las históricas jornadas de los años 2001-2002. Los múltiples reclamos sectoriales, provenientes de la resistencia a las duras agresiones recibidas por un amplio espectro de la sociedad de parte del modelo noventista, fueron confluyendo, hasta culminar sintetizándose en el “Que se vayan todos”. En aquella dirigencia política estaba la representación de todo lo que era rechazado. En lo estrictamente político: los dobles discursos, las traiciones, la política como carrera para el enriquecimiento individual, la utilización de los cargos ganados por el voto popular para beneficio propio, el robo del patrimonio público. En lo económico: la destrucción del aparato económico nacional, la extranjerización de la economía, la liquidación de millones de fuentes de trabajo, el desguace del estado, el pago de la deuda externa a costa del hambre de las mayorías populares.  Millones de argentinos se movilizaron, se reunieron y debatieron sobre las problemáticas existentes en miles de asambleas. Fueron expresamente cuestionados varios de los elementos básicos del modelo económico neoliberal, y en la práctica se dejaron de lado muchos de sus principios ideológicos: sobre el hacé la tuya, apareció la unidad entre el piquete y la cacerola; sobre el no te metás se instalaron miles de asambleas en todos los barrios del país debatiendo y decidiendo; por sobre la resignación y el miedo se movilizaron millones a lo largo y a lo ancho de nuestro territorio poniendo en el centro de la escena las necesidades mas impostergables, enfrentando en algunos casos duras acciones represivas; sobre el individualismo que provocó profundas heridas en nuestro tejido social, se produjo el reencuentro con nuestra histórica cultura solidaria llevado a cabo por cientos de miles de mujeres y hombres que tomaron en sus manos el desarrollo de comedores populares, auto organizándose en Movimientos Sociales que surgieron sólidos y orgullosos de ser portadores de nuevas identidades.  

Las luchas por resolver problemas acuciantes como el hambre de millones; los debates en las asambleas; las ideas y pensamientos de académicos, periodistas, intelectuales librepensadores y/o orgánicos de diferentes sectores sociales; la difusión de propuestas diversas para encaminar la crisis; instalaron una gigantesca batalla cultural que pasó a ocupar el centro de la escena política nacional.

De un lado las poderosas minorías, con el modelo que las había enriquecido durante décadas explotándole como una bomba entre las manos, desconcertadas, sin alternativa; del otro lado millones de compatriotas, rechazando visceralmente lo existente, buscando alternativas en medio de la niebla y la polvareda que levantaban las batallas que librábamos día a día.

Llegó el presidente Kirchner, encabezando un gobierno surgido de las entrañas de una dirigencia política que en medio de la debacle que atravesaba, buscó en aquél ignoto gobernador de Santa Cruz la única salida a la que en ese momento pudo echar mano. Sorpresivamente éste hace propias muchas de las reivindicaciones que surgían del reclamo popular. En un marco que no había lugar para bonapartismos, el kirchnerismo se ubica rápidamente del lado de las mayorías que rechazan todo lo que estaba emparentado con el noventismo, identificándose con decisiones y definiciones sumamente tajantes: confrontación con el sector mas poderoso de las corporaciones económicas que impulsaba una profundización de las políticas de ajuste llevadas a cabo hasta allí, sostenimiento de la cesación de pagos primero y renegociación con una importante quita de la deuda externa después, rechazo al ALCA e impulso de la integración regional en reemplazo de las relaciones carnales con EEUU, redinamización del mercado interno a través del sostenimiento de un dólar alto; denuncia de la complicidad de las estructuras políticas tradicionales -en particular a la del PJ- con la instrumentación del modelo neoliberal, renovación del poder judicial, conclusión para las políticas de criminalización de la protesta social, final para la impunidad de los genocidas de la última dictadura incluido pedido de perdón en nombre del estado y la democracia por las vergonzosas conciliaciones producidas en este aspecto, amplia convocatoria a la construcción de estructuras políticas capaces de representar una superación las existentes.

Era una valiente apuesta a romper con el miedo,  que en los años 80 paralizó -tanto en el terreno político como el económico- los primeros impulsos de cambio del alfonsinismo bajo la coacción de una posible vuelta de los militares; y en los noventa esterilizó las ansias renovadoras de la oposición progresista al menemismo  con el chantaje del regreso de la hiperinflación, colocándola finalmente como furgón de cola de la derecha radical en la Alianza.

Ante las amenazas de las empresas monopólicas dueñas de las privatizadas, Kirchner les dijo en su primera gira europea que eligieran, si querían quedarse y aceptar las nuevas reglas de juego o irse; el 19/11/2003 el gobierno da una señal contundente del camino emprendido con la reestatización del Correo Argentino rescindiendo el contrato a la Sociedad Macri; en octubre de 2004   se creaba la empresa estatal Enarsa (Energía Argentina Sociedad Anónima), mientras que meses después(abril 2005) cuando se produjo la ruptura del congelamiento de tarifas por parte de la Shell, el presidente convocó públicamente al boicot contra la petrolera multinacional; después de casi dos años de sucesivas intimaciones del FMI y los acreedores externos, vino la quita unilateral en la deuda externa y el pago al Fondo Monetario con punto final a la relación que por décadas implicó rendirle cuentas sumisamente. Cuando en el 2005 el presidente norteamericano George Bush estuvo en nuestro país buscando relanzar el ALCA, la respuesta fue NO en su propia cara.

A la resistencia a renunciar por parte de los miembros mas corruptos de la Corte Suprema menemista la réplica fue el anuncio por cadena nacional de promoverles juicio político; al intento del entonces vicepresidente Daniel Scioli de constituirse en un factor de poder alternativo dentro del propio gobierno representando los intereses de las corporaciones bajo el argumento de “que en el gobierno hay tres poderes, yo soy la cabeza de uno de ellos”, Kirchner lo humilló públicamente dejándolo en espera varias horas en la puerta de su despacho, sin recibirlo finalmente y no se reunió con él hasta el final de su mandato; a algunas manifestaciones de malestar en las Fuerzas Armadas por la continuidad de los juicios por violación de las Derechos Humanos, sobrevino la orden de descolgar el retrato del dictador Videla por parte del Comandante en Jefe del Ejército; a los aprietes de la estructura del PJ a la propia Cristina en el Congreso de Parque Norte del 2004 la contestación fue: Aquí No volvemos Nunca Más, hay que construir nuevas fuerzas políticas que sean capaces de convocar a lo mejor de cada una de las existentes, trazando una línea de división transversal entre la dirigencia corrupta e irrecuperable, y la militancia y las bases. Eran los tiempos de convocatoria a la “transversalidad”, en la que Néstor Kirchner le enrostraba a esa dirigencia ser los continuadores del Pacto de Olivos. En junio de ese año una delegación de importantes funcionarios kirchneristas encabezados por los ministros Carlos Tomada, Oscar Parrilli, y Alicia Kirchner participaban en el lanzamiento del Frente de Organizaciones Sociales(FOP) constituido por el Movimiento Evita, la Federación de Tierra y Vivienda, el Frente Transversal, y el Movimiento Barrios de Pie, que lanzamos el documento La Hora de los Pueblos en el que llamábamos a construir el espacio kirchnerista por fuera del PJ. En diciembre en la Facultad de Derecho,  el FOP y otros sectores políticos conformamos el Frente Patria Para Todos. De allí en adelante la participación de Ministros en los congresos de éstas y otras organizaciones políticas y sociales impulsoras de propuestas de cambios radicales, fueron una constante en aquellos tiempos.

Esta invitación a desarrollar una renovación de las organizaciones políticas y un cambio en las orientaciones económicas para una profunda redistribución de la riqueza transitaba sobre un terreno no exento de riesgos. Pero allí marchábamos por ese camino plagado de trampas sorteando dificultades, respondiendo al sentimiento de profundo y extendido repudio a cualquier conciliación con ese pasado inmediato, que alimentaba el compromiso con un futuro plagado de incertidumbres en el que estaba todo por construir. Los fracasos del golpe de estado del 2002 y del paro petrolero en el 2003 en Venezuela, mostraban la voluntad de la derecha y el imperialismo de no resignar sus poderosos intereses en la región, a la vez, que con decisión y movilización popular era -y es- posible enfrentarlos y sostener y profundizar los cambios emprendidos. El 27/10/2002 Lula gana las elecciones y asume la presidencia de Brasil el 1° de enero de 2003. En los primeros años de gobierno hubo varios mensajes del gigante del norte para la Argentina respecto a cual debía ser la política hacia Cuba y Venezuela. Respecto a ésta, la senadora Cristina Kirchner dijo en una visita a EEUU que nadie le elegía los amigos a la Argentina, y en relación a Cuba, en el 2004 la contestación al ingreso de disidentes a la embajada argentina en La Habana para obtener el status de refugiados, fue el retiro de los mismos y la expulsión de nuestro servicio exterior de los funcionarios que apañaron esa situación.

El discurso del gobierno kirchnerista, tanto en sus aspectos retóricos como en las acciones concretas que iban construyendo el perfil de la convocatoria político-social, y delineando claramente por donde pasaba la línea que demarcaría el campo en el que se paraba el kirchnerismo, prácticamente no tenía fisuras.

Cuando decimos que ese discurso fundacional que convocaba a la “refundación de la Patria”(sic Néstor Kirchner) no tenía fisuras, no significa que ignorábamos en aquellos momentos, que el marchar sobre ese campo minado con una fuerza decidida pero pequeña, inevitablemente obligaba a tener incorporados en nuestro equipo muchos de los ingenieros que habían sido constructores del modelo que buscábamos reemplazar, y que muy probablemente seguían comprometidos con sus beneficios esperando el momento para volver a la carga. Así pudimos llevar adelante la patriada de ganar en la provincia de Buenos Aires con la candidatura de Cristina en las legislativas del 2005. Este triunfo, aun con la participación en nuestro bloque de nefastos personajes, principalmente en el conurbano, reforzó el discurso de ruptura con lo viejo, porque lo preponderante fue la derrota del PJ duhaldista, que hasta ese momento aquilataba una imagen de invencibilidad. Se robustecía por esa vía una representación que claramente convocaba al desarrollo de algo nuevo.

2004 y 2005 fueron años de extraordinaria fortaleza para las ideas de cambio en el ámbito regional. En julio de 2004 Venezuela se incorpora al Mercosur como estado asociado, el 15 de agosto Hugo Chávez gana el referéndum revocatorio con el 60% de los votos, el 27 de octubre Tabaré triunfa en las elecciones en Uruguay asumiendo como presidente en representación del Frente Amplio el 1° de marzo de 2005. En mayo de ese año se destraba el formidable proceso de movilizaciones en Bolivia que provoca la caída del gobierno de Carlos Mesa y la convocatoria a las elecciones presidenciales. En noviembre en la Cumbre de Mar del Plata se produce el entierro definitivo del ALCA. El 18 de diciembre Evo Morales gana las elecciones en Bolivia, asumiendo el 22 de enero de 2006 la primera magistratura. En esta primera mitad de la década inaugural del milenio en curso, cobra impulso en nuestra región una gigantesca ola política favorable a los intereses populares, que no se detiene en la segunda mitad, (En 2006: Lula es reelegido en octubre;  Rafael Correa gana en Ecuador apenas un mes después; en diciembre Chávez es reelegido. En 2007: Cristina Kirchner gana en octubre; en diciembre se firma en Buenos Aires el acuerdo para poner en marcha el Banco del Sur. En 2008: en abril Lugo gana en Paraguay; en mayo se firma el tratado constitutivo de la UNASUR en Brasilia; la larga confrontación que Evo afronta por afirmar el proceso de cambio culmina en 2009 con la sanción de una nueva Constitución y una derrota estratégica de la derecha en ese país). El marco económico internacional acompaña claramente esta tendencia, con una suba generalizada y sostenida de los productos tradicionales que exportamos al mundo, revirtiéndose la pendiente de varias décadas de acelerado deterioro de los términos de intercambio, todo lo cual genera un cambio cualitativo en la correlación de fuerzas respecto a la situación que los pueblos tuvimos que afrontar en las últimas décadas del milenio anterior.


Los debates y las decisiones

Los años iniciales de gobierno no transcurrieron sin debate al interior de la dirigencia kirchnerista. Obviamente no podía ser de otra manera, ya que si bien en los primeros tiempos toda la atención debía estar concentrada en estabilizar y darle sustentabilidad al barco que venía bastante escoriado, era indispensable decidir la dirección principal en la que marcharía. Después de las elecciones legislativas de 2005, en noviembre, se produce la salida de Roberto Lavagna y su reemplazo por Felisa Miceli en el Ministerio de Economía. En aquel lugar clave ese cambio no podía ser una señal más promisoria. En aquel lugar clave ese cambio no podía ser una señal más promisoria, ya que había una equivalencia directa entre la ruptura con el duhaldismo y la exclusión de ese ministro proveniente del riñón de los grupos económicos nativos participantes activos de la alianza dominante en los 90.

Sin embargo también iban surgiendo otros elementos que mirados en perspectiva, eran manifestaciones nítidas de que el huevo de la serpiente estaba vivo y actuaba inoculándonos –todavía en dosis pequeñas pero que se irían incrementando y acumulando- el veneno de la impotencia y el posibilismo.

Lo primero, y quizás lo principal es como y donde se daban los debates al interior del kirchnerismo. Desde su primer día en la presidencia Néstor Kirchner fue implementando sus medidas, sin consultas previas, casi siempre inesperadamente. En el mejor de los casos los ministros y secretarios se enteraban minutos antes de ser anunciadas las del área que les correspondía. Había una explicación muy razonable: el estado que recibió era un queso gruyere con miles de agujeros por donde se filtraba no sólo la información mas confidencial, sino que tenía múltiples vasos comunicantes con conspiradores de toda laya interesados en que el gobierno fracasara, a través de la permanencia de altos funcionarios que seguían actuando como empleados encubiertos de los grupos económicos desplazados. Esta manera de actuar permitía retener el factor sorpresa como una herramienta de gran valor, para un gobierno que necesitaba superar la debilidad congénita que arrastraba. Con el correr de los meses se fue delimitando el pequeño círculo de  cuatro personas para la toma de las definiciones, que luego de la salida de Alberto Fernández se redujo a tres, y cuando falleció Néstor a dos. Así nos fuimos enterando de las diferentes orientaciones por la vía de los hechos, para los que no sólo no había consulta o comunicación antes de ser adoptadas, sino tampoco demasiadas explicaciones posteriores.

De esa forma fuimos sabiendo después de ganarle al PJ de Provincia de Buenos Aires en las legislativas de 2005, que se estaban incorporando a nuestro bloque a todos los intendentes del conurbano que quisieran subirse a este carro aun cuando habían estado con Duhalde hasta el minuto anterior, y que la forma era “adquisición llave en mano”: vos venís al kirchnerismo nosotros no nos metemos con tus negocios allí. Paralelamente para el esquema del 2006 se debilitaba el Programa de Promotores Comunitarios del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, que venía preparándose desde el 2004 para poder –entre otras cosas- enviar los recursos al territorio a través de una vía alternativa al clientelismo tradicional de intendentes y gobernadores. También se frenaba la ofensiva por cambiar de raíz la policía de la provincia de Buenos Aires que había tenido su inicio con los publicitados allanamientos a los desarmaderos, que rápidamente que rápidamente quedaron congelados, y la convocatoria a la conformación de una nueva estructura policial (la Policía 2), que se fue diluyendo. O sea que no habría innovaciones en el combo cómplice PJ+policía+administración del delito+poder judicial (sobre éste último nunca hubo cambios, salvo en la Corte Suprema). A lo largo de 2006 la convocatoria a la construcción transversal fue desapareciendo del relato de Néstor y Cristina, mientras abundaban apariciones públicas de ellos y sus ministros más notorios junto a gobernadores e intendentes poco antes caracterizados como impresentables. Como fue el caso del sustento  del presidente al intento del gobernador Rovira de Misiones para legalizar su reelección indefinida, derrotado en un plebiscito por una amplia coalición con participación de sectores progresistas. O en el año siguiente, el apoyo al fraude de De la Sota para que su delfín Juan Schiaretti se quede con la gobernación de Córdoba que legítimamente había ganado Luis Juez. Mientras la promesa de otorgarle la personería a la CTA iba al baúl de los recuerdos, y la CGT de Moyano se reafirmaba como interlocutor excluyente de los trabajadores ante gobierno.

A los que trabajábamos desde el kirchnerismo con el eje de la renovación política nos resultaba cada vez más difícil explicar que era una propuesta consecuente, y no un nuevo engañapichanga. Cómo justificar que de allí en adelante el PJ sería la columna vertebral donde se apoyaría la construcción del proyecto popular. Como compartir la identidad kirchnerista con notorios personajes con los que nos habíamos enfrentado hasta no hacía mucho.

La cuestión del no debate, de las no explicaciones, de las decisiones tomadas en un círculo cada vez mas cerrado como metodología permanente y extendida en el tiempo, incorporadas definitivamente al perfil y a la sustancia del discurso kirchnerista, obviamente no es tema secundario pensando en  darle sustentabilidad a un modelo que dice defender los intereses populares, y cuya dirigencia expresa que es conciente que para ello deberá afectar los intereses de poderosas minorías.

La transversalidad dio lugar a la Concertación, que implicaba pasar de una convocatoria a lo mejor de la militancia de cada una de las identidades políticas con arraigo popular, a un acuerdo entre las cúpulas de los aparatos políticos sobrevivientes de la debacle de 2001-2002. Así llegamos a la fórmula Cristina-Cobos para las elecciones de 2007.


Inserción en la Economía Mundial y Rol del Estado

En la definición del perfil económico apareció en discusión –siempre en términos absolutamente restringidos y con información que trascendía en cuentagotas-  el “modelo coreano”, que suponía fomentar un firme acuerdo entre un estado, a esta altura claramente fortalecido principalmente en el terreno político, con unos pocos grandes grupos económicos por rama productiva, lo cual obviamente significaba apostar por una propuesta que le ponía serios límites a la redistribución de la riqueza. En la región había un debate sobre las posibilidades para un modelo económico que no estuviera asentado de manera excluyente en los grupos monopólicos nativos y/o extranjeros, sobre los alcances posibles de la renegociación con las multinacionales alrededor de la apropiación de los recursos naturales, y/o de la renta financiera, sobre la relación más conveniente para nuestros países con los mercados regionales y el mercado mundial, etc. Esto se materializaba por ejemplo, en las discusiones de cómo se incorporaría Venezuela al Mercosur, que iban –y van- mucho mas allá de las demoras de los parlamentos, sino que estaban centradas en si Brasil y Argentina aceptaban o rechazaban los reclamos de la República Bolivariana tendientes a preservar espacios protegidos para su futuro proceso de industrialización. En las opiniones divergentes respecto a las decisiones de Bolivia de sostener su modelo productivo  confrontando con las multinacionales petroleras, incluso con la propia Petrobrás. En las dificultades y/o beneficios que podrían traernos a los argentinos el tipo de negociación con el poder financiero que llevó adelante el gobierno de Kirchner respecto a la deuda pública, y los pasos posteriores que se dieron. En la aceptación o rechazo al ALCA (el rechazo en la Cumbre de las Américas de 2005 fue sostenido por el Mercosur y Venezuela). En el debate interno en el Frente Amplio respecto a firmar o rechazar un TLC con EEUU( el “regionalismo abierto” propuesto por Danilo Astori vs. la prioridad sobre el Mercosur de la mayoría del FA que finalmente predominó); y en los pasos importantes que debíamos dar ante cada situación. En definitiva que lugar buscar en el marco global, y a que modelo de desarrollo podríamos aspirar.

En ese contexto, en las que según nuestro punto de vista la correlación de fuerzas eran relativamente favorables a los sectores populares tanto en nuestro país como en la región, el kirchnerismo fue tomando sus decisiones, que estuvieron apuntadas a enrolarnos en un modelo donde el estado evidentemente fortalecido, utilizó esa nueva posición para promover la oligopolización de la economía, y la inserción del país en el mercado mundial desde las exportaciones de alimentos, complementados con el desarrollo del complejo minero, y de una industria automotriz que aprovechando las ventajas comparativas de una mano de obra capacitada y barata en relación a sus países de origen, se insertó sin dificultades en las planificaciones globales de las multinacionales del ramo. Aquí no hubo un estado débil o un gobierno disminuido que debió ceder posiciones ante las presiones del poder económico de los monopolios nativos y extranjeros. Hubo una cadena de determinaciones que respondieron coherentemente a la adopción de un determinado modelo, que a nuestro juicio contiene dos elementos básicos.

Uno, aceptar el lugar que nos propone el orden económico mundial controlado por las  transnacionales: debemos ser proveedores de alimentos, minerales y ocupar los reducidos espacios dentro del universo industrial en los que pudiéramos ofrecer ventajas comparativas, para el armado de la industria automotriz de la región. No se ideó una estrategia propia para aprovechar los recursos extraordinarios que llegan en estos años en que se revirtieron los términos de intercambio, para empezar a salir de la reprimarización de la economía a que nos llevó el neoliberalismo, para impulsar una genuina diversificación industrial de la mano de la apertura de una significativa porción del mercado para medianas y pequeñas empresas. En 2011 seguimos con una estructura industrial que abarca, casi igual que como salimos de los 90(17%), un 19% del PBI, con el agravante que una parte sustancial de ella está destinada a la exportación, monopolizada por un centenar de empresas, y contiene reducido valor agregado nacional.

Dos, respecto al Estado. Este va jugar un rol importante en el proceso económico participando activamente mediante diferentes medidas, que en sus aspectos mas visibles tienden a atenuar la redistribución regresiva del ingreso que devienen de las estructuras conformadas en la etapa de predominio neoliberal, y a intentar conservar márgenes de autonomía ante las presiones de las transnacionales, y los monopolios nativos. Pero sobre la base de un autolímite muy claro, el Estado NO va tomar el rol de Estado Empresario, sólo va intervenir entonces como regulador desde la fuerza de su autoridad política. Si el estado es un complejo entramado de relaciones de poder entre diferentes sectores sociales que disputan momento a momento, reflejándose la correlación de fuerzas de cada etapa en el proyecto de país que se va construyendo, es difícil ver cual es entonces el camino elegido para desmontar el estado neoliberal, y reconstruir el nacional y popular, teniendo en cuenta que no hay convocatoria a la participación de los sectores populares (las decisiones se toman en círculos cada vez mas acotados) y no hay decisión de remozar la arquitectura desguazada en los 90.

Coherente con esas definiciones se dieron continuidad a los tratados mineros con Chile y con las empresas extranjeras que habían sido firmados en la época menemista, se prorrogaron anticipadamente los contratos para la explotación petrolera aprobados en ese mismo período en condiciones leoninas, se otorgó permisividad sin límites para el avance de la sojización de nuestra agricultura y para la venta indiscriminada de las principales empresas a capitales extranjeros, hubo enconada negativa a las reformas tributaria y de las leyes de entidades financieras e inversiones extranjeras sancionadas por la dictadura. Desde las más altas instancias del gobierno se confirmó –y confirma- constantemente que el Estado no asumirá el rol de empresario, que es equivalente a asegurarle a las privatizadas que sus negocios son intocables. De ahí en adelante se fueron tomando diferentes medidas buenas o no tanto, según el punto de vista. Pero ninguna que afectara esas estructuras centrales y por lo tanto el flujo de ganancias monopólicas. Desde la estatización de las AFJP, hasta la ley de medios, pasando por la nacionalización de Aerolíneas, y la implementación de la AUH, que fueron medidas progresistas, estuvieron enmarcadas dentro de estos límites. Las consecuencias no fueron gratuitas. El crecimiento de la economía desde 2007 a la fecha se mantuvo en el promedio de los primeros años –con la salvedad del 2009 que debimos soportar los coletazos de la crisis mundial- pero en este último período, no hubo avances en el descenso de los índices de pobreza, no creció la incorporación de mano de obra en blanco, no mejoraron las proporciones de distribución de la riqueza. El crecimiento del PBI en este período de casi un lustro proporcionalmente produjo muy poco “derrame” sobre los sectores populares.

La manipulación de los datos del INDEC a partir de 2007 se convirtió en una necesidad indispensable de un modelo con relato progresista pero conformado con elementos estructurales objetivos que lo desmienten.

En octubre de 2007 ganamos las presidenciales con Cristina, afrontando las inevitables consecuencias de muchas de estas contradicciones, principalmente en el terreno político, manifestadas en un importante desgaste en los centros urbanos. A principios de 2008 enfrentamos los duros e interminables meses de la batalla por las retenciones móviles que terminaron en derrota, en los que florecieron los efectos de las opciones definidas anteriormente. Pasado el momento de aquél fracaso, la conducción kirchnerista reafirmó el rumbo en todos los aspectos, quedando claro, que no se habían cometido errores estratégicos sino que habían tomado un camino que no ponía en discusión. El voto no positivo de Julio Cobos y las posiciones en contra de los legisladores del PJ elegidos algunos recientemente en las listas con Cristina, no afectaban la sustancia. Cobos pasó a ser un traidor, y a la mayoría de los legisladores los fueron “recuperando” en los meses siguientes mediante estratagemas como comprarlos o chantajearlos.


El miedo como articulador del consenso

Aquí se produce un punto de inflexión definitivo entre el discurso kirchnerista de los primeros años, y el post retenciones móviles.

En mayo se constituye el Espacio Carta Abierta que realiza aportes de invalorable importancia a la lucha de ideas, en aquellos días de discusiones mediáticas y movilizaciones callejeras, buscando esclarecer cuales eran las verdaderas  intenciones de las patronales agropecuarias, y porqué era necesaria esta medida ofensiva sobre ganancias extraordinarias, provenientes del principal recurso natural de la Nación.

En los meses siguientes el gobierno tiene la suficiente habilidad para convertir las debilidades manifestadas durante el conflicto, en una fortaleza, al girar 180 grados su discurso. El contenido principal pasa a ser el espectro ominoso del posible e inminente retorno de la derecha noventista. Todo lo que estaba en contra del gobierno pasó a ser instrumento de la derecha. El discurso del miedo a la pérdida de lo obtenido desde el 2003 en adelante, reemplazó las propuestas de continuidad de cambios en la estructura económica, y de renovación de las estructuras políticas cuyos representantes en las listas del Frente para la Victoria habían votado en contra de las retenciones móviles. Amplios sectores de los espacios progresistas que incluso cuestionaron los cambios impulsados en el primer período, pasaron a defender el gobierno por temor a la regresión neoliberal. Néstor Kirchner que ya había asumido la presidencia del PJ, concurre en diciembre de 2008 al plenario de Carta Abierta, y ante la pregunta en tono crítico respecto a la razones por las que había retornado al justicialismo, la respuesta fue: “ustedes se imaginan lo que hubiera pasado si yo no estaba en ese lugar”. O sea, la renovación política es tarea imposible, es un objetivo definitivamente abandonado.

La derrota en las legislativas del 2009 fue el corolario de una serie de causas en las que se combinaron la confusión de un discurso cuyo contenido exclusivo fue la agitación del miedo a la derecha, con las consecuencias de una crisis mundial, que deprimió los ingresos de los sectores populares.

El 2010 fue el año de la recuperación de la crisis y sobre el final, el lamentable fallecimiento de Néstor Kirchner. La movilización popular que se generó retomando lo mejor de su discurso, fundamentalmente el que perfiló durante los primeros años de gobierno, y la recuperación económica ofrecieron una nueva oportunidad para que el kirchnerismo recuperara la voluntad de cambios profundos, convocando a llevarse por delante todos los obstáculos. Sin embargo nada de esto sucedió. En realidad las medidas como la sanción de las leyes de medios, la nacionalización de las AFJP, la estatización de Aerolíneas, y la del matrimonio igualitario vieron la luz antes de su desaparición. Se reafirmaron y profundizaron las grandes líneas de acción delineadas desde el 2007 a la fecha, y principalmente hay una utilización recurrente del miedo a la regresión al neoliberalismo como herramienta para clausurar cualquier debate que pueda cuestionar  las decisiones del gobierno. La apelación al temor –con el ejemplo de la crisis europea- fue una constante en la última campaña para las elecciones presidenciales.


Ante la recurrencia de la crisis mundial

Después del amplio triunfo electoral de Cristina el 23 de octubre la crisis mundial continúa sin dar respiro y, aunque hay una resistencia por parte del gobierno a aceptar sus consecuencias locales, éstas empiezan a manifestarse en nuestro país y nuevamente aparecen los interrogantes sobre cual es el rumbo que tomará, ante lo cual es importante detenernos brevemente en qué situación nos encontramos para afrontar la situación.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que la estructura económica está fuertemente monopolizada y extranjerizada. La incidencia de las ventas de las 200 primeras grandes firmas respecto al valor bruto de producción del conjunto de la economía alcanza en el año 2008 al 31,9%, mientras que la facturación de las, aproximadamente 100 empresas industriales que integran esa cúpula representa nada menos que el 42,7% del valor de la producción industrial en dicho año. También es importante tener presente que estas 200 grandes empresas generan el 74% de las exportaciones argentinas. Por otro lado el informe de la Encuesta de Grandes Empresas (Enge) del Indec para el año 2009, dice que de las primeras 500 grandes empresas del país, 324 son extranjeras. Obviamente estas grandes empresas ocupan lugares claves en la economía nacional, entre ellas ser formadoras de precios y beneficiarias del grueso de las ganancias acumuladas tanto por la vía de las exportaciones como por las ventas en el mercado local. En ellas el peso de las de origen extranjero es determinante, y las decisiones se toman en sus casas matrices, teniendo en cuenta la participación de sus filiales locales en la cadena regional o global a la que están integradas. En ese contexto de oligopolización y extranjerización el gobierno interviene con instrumentos sumamente restringidos, condicionado a las débiles herramientas que se preservó en estos años. Las grandes empresas “asociadas al estado”, que controlan cada rama de la producción y son formadoras de precios en las diferentes áreas, siguen la lógica de maximizar sus ganancias aprovechando las condiciones de participación casi solitaria en los mercados que tutelan, aun cuando llegaron a esta situación porque reciben del estado todo tipo de subsidios y exenciones impositivas. Porque indiscutiblemente no existe para ellas una lógica de “devolución de favores”. El manejo a voluntad de los precios es entonces una herramienta  de uso generalizado para mantener e incrementar sus ganancias. Por lo tanto el resultado de negociaciones desde el estado empresa por empresa, sólo tienen efectos antiinflacionario en las estadísticas del Indec. La evolución de los precios no es administrada por el estado sino por los grandes grupos.

Esta realidad que venimos sufriendo desde hace varios años ahora se agrava por un agudo retorno de la crisis mundial que encuentra en situación de frágil equilibrio las cuentas públicas. Después de la derrota en las legislativas del 2009, el gobierno –favorecido por la recuperación económica mundial- impulsó un fuerte crecimiento de la economía, pero siempre dentro de los límites del mismo modelo. Lo que significa que los recursos a los que fue echando mano –el ANSES, las reservas del Banco Central, las ganancias de los bancos oficiales, los incrementos de la recaudación fiscal que incluyen los provenientes de las retenciones a las exportaciones- sirvieron fundamentalmente para incrementar el consumo de todos los sectores de la población, aumentando las ganancias de las empresas que controlan los mercados (que no dejaron de subir los precios), y de los bancos que sostuvieron los créditos al consumo. Las derivaciones contractivas de la crisis en el 2009 no fueron aprovechadas para imponerle a los sectores mas concentrados genuinas medidas redistributivas, como la reforma a la ley de entidades financieras o el aumento a las retenciones a las exportaciones mineras, y tampoco los incrementados recursos del estado en el 2010-2011 fueron utilizados para iniciar un auténtico proceso de diversificación de la producción y desmonopolización industrial. Respecto a la producción industrial es importante tener presente que, como decíamos mas arriba, si bien creció en términos absolutos, su participación en el conjunto del PBI bordea el 19%, que está más cerca del 17% con que emergimos de la hecatombe de los 90, que del 27% con que transitábamos los últimos años de la década de los 80. Tampoco fueron utilizadas las posibles y reales secuelas de la crisis mundial para imponerle a las empresas trasnacionales controles y limitaciones a la remisión de ganancias. Desde el 2003 a la fecha las remesas giradas al exterior duplican a las enviadas en la época de la convertibilidad, constituyendo dos tercios de las reservas acumuladas en el Banco Central. A esto hay que agregar la constante fuga de capitales, que en épocas anteriores se financiaba por el fraudulento endeudamiento externo, y ahora son divisas provenientes principalmente del crecimiento de las exportaciones que mediante mecanismos lícitos e ilícitos terminan depositados en el exterior.

Los problemas empezaron entonces a manifestarse a través de un incremento de la demanda de dólares para su envío al exterior, en un marco en que la crisis mundial incentiva a las transnacionales a concentrar recursos en sus casas matrices, produciendo una fuerte presión sobre un tipo de cambio que sufre un creciente retraso consecuencia de una inflación que no cede. Sólo en 2010 la remisión de ganancias de las empresas alcanza a 7200 millones de dólares, lo que significa casi un 50% del saldo comercial en ese mismo año. El gobierno acusa el impacto y reacciona con desconcierto, como en otras oportunidades, sorprendido por las respuestas de las empresas con las tejió alianzas en todos estos años. Va primero sobre los “coleros” del mercado minorista que tienen una incidencia marginal, después dicta una resolución que obliga a un sector de los exportadores a liquidar sus divisas en el mercado local -a lo que estaban inexplicablemente exceptuados- y finalmente aborda las negociaciones con las empresas exportadoras y les solicita liquiden las divisas y que repartan las ganancias en pesos, lo que va acompañado de una apelación pública de la presidenta y un compromiso de las automotrices a no remitir o por lo menos limitar la remisión de ganancias. O sea estamos ante una repetición de la experiencia de la fracasada experiencia de intentar  acotar los aumentos de precios negociando empresa por empresa, ahora aplicada al intento de acotar la remisión de divisas sin introducir cambios sustanciales en las escuálidas estructuras existentes.

Introducir el debate poniendo como alternativa, los sucesos que están acaeciendo en Europa, con el planteo que si no estuviera este gobierno nos estarían aplicando nuevamente aquellas recetas, es nuevamente apelar al miedo aplicando un eje falso. Como lo vienen manifestando los dirigentes de los principales grupos económicos, y lo reafirmaron los integrantes de la conducción de la UIA durante la visita presidencial a su última reunión, hay un apoyo de las grandes empresas al camino que sigue el gobierno. Su reclamo principal está centrado en una reducción del gasto público y un control sobre las actualizaciones salariales a discutirse en las próximas paritarias, que permitan enfriar el consumo y ajustar la inflación. No sólo que las cúpulas empresarias –en las que hoy siguen estando una parte sustancial de los grupos que fueron parte de la alianza dominante en los noventa- no están pidiendo ajustes similares en la Argentina a los que se están llevando adelante en Europa, sino que los rechazan expresamente.

¿Será que estos monopolios nativos y extranjeros que comandaron la economía argentina en la época de predominio neoliberal, hoy giraron a ser sostén de un proyecto nacional y popular?

Las políticas impulsadas por la derecha europea tienen como objetivo producir un brutal traslado de ingresos desde los trabajadores hacia los sectores más concentrados, en el menor tiempo posible, para entre otras cosas, mejorar las “condiciones de competitividad” de los monopolios de la eurozona que vienen perdiendo terreno anta la fuerte competencia asiática, y -en menor medida- de los países “emergentes” de otras regiones.  Entonces allí van por la destrucción de estado de bienestar indispensable en la era de la guerra fría pero que ahora dejó de cumplir la función relevante de contención política y social de otrora; impulsando el traspaso de las empresas estatales a la órbita privada; la baja de los costos laborales mediante el descenso del poder adquisitivo de los salarios sobre la base de promover un extendido ejército de desocupados y precarizados; restricción de los mercados internos y consolidación de economías esencialmente exportadoras; utilización del endeudamiento estatal para saldar las deudas de los bancos –ya sea mediante la emisión de miles de millones de euros o tomando créditos a tasas descontroladas- como uno de los mecanismos privilegiados para acelerar la redistribución regresiva de la riqueza. Obviamente estos objetivos ya han sido largamente cumplidos en nuestro país, desde las privatizaciones, hasta la baja de los costos salariales.  En la industria europea el costo de la hora salarial está por encima de los 30 dólares por hora promedio, mientras que en nuestro país no supera los 8 dólares en las ramas de punta, habiéndose consolidado un aparato industrial que en sus sectores mas dinámicos –como la automotriz- está instalado para las exportaciones, por lo que el salario es fundamentalmente un costo y no un valor que sea importante conservar para sostener la demanda. Los grupos monopólicos que controlan las diferentes sectores de la producción consolidados en la primera década de este milenio, no están interesados en desarrollar el mercado interno mas allá de la franja de sectores altos y medio-altos, porque allí está la demanda de productos capaz de salvaguardar los niveles de ganancia alcanzados durante el neoliberalismo, mientras que buscan mantener  el equilibrio histórico entre el consumo interno y los saldos exportables para la exportación de alimentos.


Cual es el Modelo

Querido Horacio, en este tiempo que venimos sosteniendo este debate contigo, y discusiones con otros compañeros y compañeras, siempre aparece la visión que nosotros en definitiva caracterizamos al kirchnerismo como una continuidad irrestricta del neoliberalismo con serio parentesco con el menemismo, y que nuestras propuestas sólo podrían concretarse dentro de un modelo socialista en los términos ortodoxos o similares. Ni una ni otra cosa.

Primero porque no creemos que la alternativa sea, entre este modelo o el retorno al que nos gobernó en los noventa. Ya vemos que ni los sectores que fueron parte de la alianza dominante en esa década tienen hoy interés en recrear de manera absoluta aquellas políticas de las que fueron beneficiarios. Igual que en el caso del debate sobre como abordar la compleja crisis económica mundial que nos acosa –y que todo indica que mantendrá una fuerte incidencia en los próximos años- los compañeros y compañeras con los que polemizamos recurren siempre al mismo argumento de que hay que apoyar las orientaciones en curso sin ninguna restricción, o nos aplicarán las recetas que el FMI impone en Europa. En  el terreno político, este gobierno se construye sobre la base de decisiones que no es permitido ni discutir ni criticar, con la única posibilidad de participar cuando llaman a la Plaza a apoyar, con el Partido Justicialista manejando las estructuras políticas nacionales y provinciales. El PJ no es un gigante dormido. Es un monstruo grande y pisa fuerte. Coparticipa de todos los negociados que atraviesan el país desde la distribución de la droga a la trata. Y los defiende con todas las herramientas que tiene a mano cuando estos se ven amenazados. Está comprometido con la minería a cielo abierto que destruye nuestra cordillera, con la ampliación de la frontera sojera para lo cual no dudan en expulsar de sus tierras, y si es necesario matar, a los pueblos originarios y los campesinos que resisten desde la agricultura familiar. La burocracia sindical con la que por estos días mantiene algunas disputas, pero que fue encumbrada en la CGT de la mano de Néstor y Cristina, tiene lazos históricos, ideológicos y personales con los represores de la dictadura. Alguno de ellos se posicionaron contra el menemismo, pero actualmente todos son partícipes de entramados espurios que los convierten en sindicalistas ricos. No hubo ni hay lugar en el universo kirchnerista para la CTA, ni siquiera para el sector que le es manifiestamente afín.

No estamos diciendo que el kirchnerismo es igual a menemismo, porque el debate transcurre en un contexto nacional y regional, donde en la última década la alternativa no pasó ni pasa por sostener los cambios o regresar a los noventa, sino entre estancamiento o profundización de las transformaciones progresistas. El discurso kirchnerista contiene elementos retóricos y estructurales que apelando a un posibilismo injustificable, estancó las perspectivas de cambio dentro de un modelo sumamente limitado, por lo cual no puede y no quiere dar una batalla a fondo por extirpar de raíz elementos sustanciales de la cultura neoliberal.

A la estructura de por sí restringida, por estos días se han ido incorporando nuevos peligrosos elementos a su retórica que esperamos no signifique un punto de inflexión en el conjunto del discurso. La convocatoria al apoyo incondicional y sin discusiones reemplazó definitivamente al llamado a la movilización. El pedido de Cristina de que “no boicoteen el país” ante algunos tibios reclamos, es una señal brutal de profundización de ese camino. En el olvido quedó aquella apelación de “no hay que asustarse de los conflictos porque son parte de la realidad de una sociedad que está viva”, que le dirigían a los empresarios cada vez que estos reclamaban orden. En estos días la presidenta nos explica que cortar las calles es antidemocrático. Y ante alguna confrontación con algunos dirigentes sindicales –que hasta no hace mucho eran funcionarios de este gobierno- el planteo del Ministro de Trabajo no es democratizar las organizaciones sindicales, sino clausurar su personería gremial.

La grotesca repetición mensual de índices que no reflejan la realidad de millones de argentinos que se mantienen por debajo de los índices de pobreza a los se los quiere invisibilizar; la legitimación desde el discurso oficial de la militancia política como carrera en la que todo vale para ascender; el enriquecimiento desmedido de todos los funcionarios fieles, entre ellos la propia presidenta que multiplica inexplicablemente su patrimonio familiar.

Es que la coordenada de la retórica y la de la estructura en algún momento confluyen y suman cero. No hay posibilidad de que alguna de ellas fugue sola hacia delante.

Por nuestra parte no estamos planteando alternativas a este modelo desde ninguno preestablecido. Seguimos en la búsqueda de una verdadera alternativa post neoliberal, que partiendo desde el punto en el que estamos parados, defendiendo las conquistas alcanzadas por las luchas de todos y todas durante esta última década, cristalizadas en múltiples nuevas construcciones, podamos evitar la trampa  del estancamiento, logremos sortear el peligro que nos pongan una loza como techo.

Para avanzar desde el escalón que alcanzamos hay que cambiar algunas leyes de la dictadura: Inversiones extranjeras, de entidades financieras, del Banco Central, hay que promover una reforma tributaria. Hay que fortalecer en serio al Estado devolviéndole el rol de actor económico en áreas estratégicas como la energía, los hidrocarburos, la minería, las comunicaciones, y en el control del comercio exterior. No hay ninguna experiencia de desarrollo nacional con inclusión (el modelo coreano se levantó sobre una brutal represión, entre otras diferencias) en el marco de una economía concentrada y centralizada y controlada por monopolios privados, donde la intervención del estado, por mas decidida y enérgica que sea, solo cuente con herramientas de control y regulación asentados en su “autoridad política”.

Por eso cuando Uds afirman que recuperaron el valor de la política, les decimos que en el mejor de los casos se quedaron a mitad de camino. Porque los monopolios tienen la interlocución de un estado débil, y porque la militancia es una actitud de entrega al trabajo, al servicio de las necesidades de nuestro pueblo sin esperar retribuciones, o no es militancia como la queremos y la entendemos, no es parte de la política que queremos reconstruir. Nuestro perfil, nuestra retórica, nuestro discurso, no se mueven de ahí.

Vamos a intentar una y otra vez todas las veces que sea necesario, porque estamos convencidos que hay sobradas condiciones para avanzar a la reconstrucción de un discurso que asentado en una genuina participación popular, sea la piedra fundacional de un modelo más justo, más democrático, más comprometido en la defensa de nuestra soberanía nacional.

Isaac Yuyo Rudnik
Noviembre de 2011

He recabado información para la realización de esta nota de libros y notas de Eduardo Basualdo, Mónica Peralta Ramos, y publicaciones editadas en diferentes diarios y revistas.

Ver ediciones anteriores del intercambio:

¿Cómo juzgar al Kirchnerismo? Por Horacio González, 14 de octubre de 2011.

El camino de recuperación de la derecha durante el kirchnerismo. Por Isaac Rudnik, 31 de julio de 2011. 

Nota publicada en el sitio web del ISEPCI
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