[Corrientes] Lo cotidiano y después. Por Gabriel Romero
Fuera de la coyuntura que nos exige pelear contra el ajuste de Macri en todos los terrenos, repudiar el acuerdo con el FMI, resistir los planes de desocupación y pérdida del poder de compra de los salarios contra la inflación galopante y abrazar generosamente la lucha del colectivo femenino por aborto legal, seguro y gratuito, entre otros ejes de resistencia o conquista de nuevos derechos, conviene ir proyectando hacia el futuro que país queremos y nos merecemos.
Salirse aunque sea por un momento del fragor diario es indispensable; un poco para no perder la cordura y otro poco para dibujar un horizonte donde podamos - en la acción política- resolver problemas estructurales que nos avergüenzan hace demasiado tiempo.
La pobreza en el tercio de la población y dentro de ella la indignidad de millones de niñas y niños en esa condición es una constante de la Argentina de las últimas décadas. Superar este flagelo o llevarlo a índices absolutamente mínimos es un desafío elemental para cualquier construcción política que se precie de humana.
Las desigualdades entre provincias pobres y ricas es la marca de un país concentrado que creció desordenadamente, con escasa planificación y cristalizando diferencias notorias a lo largo del tiempo. Conseguir un país federal en serio requiere de una refundación política e institucional.
El déficit en infraestructura vial, ferrocarriles, puentes, rutas, caminos, puertos, transportes, energías, que impiden el desarrollo social y productivo del país son enormes a punto tal que en varios de estos servicios no solo que estamos estancados sino que incluso hemos retrocedido. Desarrollar estas cuentas pendientes materiales sin dejar de atender la cotidianeidad son ejes de un gobierno popular y progresista que tenemos que construir.
La explotación de nuestros recursos de pesca, minerales, gas y petróleo han sido hace lustros la oportunidad para la ganancia bochornosa de capitales foráneos. Poco y nada ha quedado para las provincias y el Estado. Una nueva política que atienda principalmente las necesidades del desarrollo argentino soberano, amigable con el medio ambiente y equilibrada solo es factible con una dirigencia que deje atrás tanto desquicio acumulado.
Que la democracia no es solo votar cada dos años es una afirmación extendida y asimilada por casi todo el pueblo argentino. Sin embargo, nada hemos avanzado en generar participación real en el proceso de toma de decisiones públicas. En esta dirección un gobierno verdaderamente democrático debe comprometerse a desarrollar su accionar con consultas populares, referéndum y revocatoria de mandatos donde los argentinos opinen y voten sobre cuestiones cruciales del presente y futuro del país.
Vayamos pensando.
Concejal MC Libres del Sur - Corrientes