La visión canina del kirchnerismo
La visión canina del kirchnerismo |
De la Ley antiterrorista al traslado de los presos sociales a Campo de Mayo. |
Los diversos documentos y discursos de los intelectuales –planteada esta caracterización en un sentido amplio- defensores del modelo kirchnerista, son bastante repetitivos. Empiezan con una descripción del caos del principio de la década pasada, seguida de la llegada al escenario nacional de Néstor y Cristina; un recuento de los cambios producidos desde aquellos años a hoy en una comparación punta a punta sin escalas ni segmentaciones que pudieran distinguir diferentes etapas; los ataques de la derecha y las corporaciones que conspiran buscando una vuelta a los años de predominio neoliberal; con la conclusión preanunciada de la necesidad patriótica de defender lo conseguido para los sectores populares, siempre amenazados por los espectros de poderosos intereses que nadie explica porqué, después de una década de gobierno popular, estarían mas robustos y fortalecidos que nunca. Es una mirada plana de la realidad del país que va reposicionando las piezas del cuadro relocalizando los distintos acontecimientos que se suceden a lo largo de los años, intentando mantener la imagen mas conveniente para que las sucesivas fotografías, siempre obtenidas desde ángulos sesgados que abarcan cuidadosos recortes, reflejen sólo algunos aspectos y oculten deliberadamente otros. Esta lectura reiterativa hasta el aburrimiento, achata y empobrece el debate, refleja una actitud negadora de los matices, de los volúmenes, de los movimientos, de los cambios, de las contradicciones existentes. El relato gubernamental sostenido por diversas justificaciones –algunas de ellas francamente sorprendentes- apela permanentemente a la polarización, acercándonos a un blanco y negro sin grises, a una suerte de visión canina, ciega a las tonalidades, reducida a unos pocos colores brillantes, todo lo cual termina negando una lucha de ideas productiva, comprimiendo la disputa entre diferentes concepciones a una catarata de ladridos y mordiscones. La negativa a reconocer matices dentro de la realidad conduce a desconocerlas en el plano de las ideas. ¿Cómo debatir sobre los verdaderos avances de la reducción de la pobreza y el desempleo después de una década de gobierno kirchnerista, si afirman vehementemente que hoy casi no hay argentinos en esas condiciones, sobre la base de anunciar encuestas oficiales que explican que se puede vivir dignamente con seis pesos por día? ¿Cómo intercambiar ideas alrededor de los efectos ambientales y de los posibles aportes beneficiosos al desarrollo económico nacional de la minería a cielo y abierto, si se oculta la información pertinente y los funcionarios explican sin ponerse colorados que nunca se utilizaron sustancias tóxicas para su explotación? ¿Cómo pensar colectivamente en serio cuales son los caminos para la renovación o recuperación de la política, si bajo la denominación de lo nuevo, se amparan estructuras corruptas que lo único que tienen de diferente –en algunos casos- son los personajes que las administran, pero sus métodos no sólo que no han cambiado ni mejorado, sino que en muchos casos han sofisticado sus prácticas espurias? Quizás sería mucho más útil para todos y todas que los defensores de este proceso asumieran que esos y otros muchos problemas están presentes en nuestra realidad cotidiana. Y en todo caso expliciten claramente cuales son los caminos por los que creen que hay andar para resolverlos, ya sea en uno, dos o muchos años. Sino, se siguen escudando en afirmaciones genéricas que no dicen nada. Como la recuperación de la política o la intervención del estado. La política nunca está ausente de nuestras vidas, sólo que no hay una sola política, hay muchas que responden a distintos intereses. Entonces vale preguntarse: ¿Están recuperando la política que declaman en los discursos, o siguen practicando similares a las que denuncian, y denunciamos, como las responsables de todos nuestros males, sólo que ubicados en otro sector de la foto? En los 90 las privatizaciones, la destrucción de nuestro aparato productivo, la convertibilidad, la reducción de los presupuestos en salud y educación, el recorte de derechos de los trabajadores, la reelección menemista, fueron sancionadas mediante leyes que se votaron en el parlamento nacional, instrumentadas por el poder ejecutivo, todos elegidos en sucesivas compulsas electorales, convalidados por el poder judicial, legitimados por una alta cuota de consenso de la sociedad civil, bajo la mirada vigilante del poder de policía que abolló mas de una cabeza que quería salirse del redil. ¿Qué estado están recuperando bajo la conducción kirchnerista? ¿Este es mas participativo y menos corrupto que el que tuvimos en los primeros 20 años de democracia? ¿Logró avances reales hacia una reindustrialización soberana del país que va por una inserción en la economía global que nos hace menos dependientes de la exportación de productos primarios? ¿Ha logrado plantar nuevas trincheras en la batalla contra las ideas neoliberales, o su pelea se reduce a una confrontación a todo o nada con “los medios hegemónicos”, que sólo sirve para instalar una mancha que recorre la foto tapando muchos de los verdaderos problemas? Y lo mas preocupante para nosotros: La sanción de Ley Antiterrorista a fines del año pasado, y el reciente traslado de los detenidos integrantes de los Movimientos Sociales a Campo Mayo, entre otros hechos, ¿marcan un cambio en la porciones de la ecuación consenso-coherción? ¿Vamos camino a incorporar al sentido común de los sostenedores de este modelo la necesidad de una mayor cuota de represión para mantener una sociedad ordenada? Sino es así, ¿cómo debemos entender los llamados de la propia Presidenta a los manifestantes a que se “suban a la vereda en las movilizaciones”? ¿O la negativa del Subsecretario de Seguridad Nacional respecto a la criminalización de la protesta social, mientras conducía personalmente a los detenidos hacia Campo de Mayo? Es indispensable e impostergable debatir sobre estas y otras cuestiones sin ladridos descalificatorios ni visiones en blanco y negro.
Isaac Yuyo Rudnik
(Alvaro Bianchi, Estado y Sociedad Civil, en Gramsci)
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