Hay que dejar atrás el país para ricos y construir una Patria para todas y todos. Editorial H. Tumini.
16 de Julio 2020
EDITORIAL
Hay que dejar atrás el país para ricos y construir una
PATRIA PARA TODAS Y TODOS
La Argentina se desliza, con algunos altibajos, desde mediados de la década del 70, por un plano inclinado. Es, desgraciadamente, el nuestro, un país en decadencia creciente.
Vayan aquí algunos datos que grafican esto que decimos:
- El PBI per cápita se estancó en los últimos 20 años en alrededor de 10.000 dólares.
- En Chile y Uruguay, por ejemplo, se duplicó.
- La desocupación era en 1983 del 3%, a fines del 2019 llegó al 10%.
- La pobreza en 1976 era del 8%, al final del gobierno de Macri el 35%.
- El trabajo informal y en negro en 1985 era del 20%, a fin del año pasado el 40%.
- El Producto Bruto Interno del 2019 es igual al del 2011.
- Las exportaciones fueron de 85.000 millones de dólares en el 2011 y de 60.000 en el 2019.
Pero esa decadencia no es lo único que ha sucedido. No todos los habitantes del país en retroceso han perdido, empeorando su situación. Hemos tenido, paralelamente, una fuerte concentración de ingresos y patrimonio. Así como hemos visto llenarse de villas miserias y barrios pobres el territorio de la nación, también han florecido los country y barrios privados por doquier en las últimas décadas.
Los pudientes han mejorado su vida: el 10% superior de la pirámide de ingresos ganaba en 1976 ocho veces mas que el 10% inferior. En el 2019 esa diferencia se estiró a veinticinco veces: los primeros se llevan el 33% de los ingresos nacionales y los segundos solo el 1,3%. Si estiramos un poco la cosa, el 20% de arriba se llevaba en 1976 el 40% de los ingresos y ahora acumula el 51%.
A ello podemos agregarle otras dos muestras inequívocas de lo sucedido: 106 familias concentran hoy el 10% de toda la riqueza en el país y el 80% de la población en condiciones de trabajar (de 18 a 65 años) ganaba a fines del 2019 por debajo de 30.000 pesos, apenas llegando al valor de una canasta básica.
La otrora fuerte clase media se ha desestructurado. Una parte bien minoritaria ató su suerte a la clase alta, de allí que se hayan incrementados los ingresos del 20% de arriba. Otra fracción, la mayoría, fue enviada hacia abajo bordeando la pobreza o directamente arrojada a ella. Solo una porción, no muy grande, logró mantenerse igual que antes.
Algo similar sucedió con la clase trabajadora en este período de retroceso nacional. Solo un sector minoritario logró garantizarse buenos salarios, los que pertenecen a la economía que no decayó: petróleo, informática, computación, agroindustria. Otra parte pudo mantener a duras penas ingresos de cierta dignidad. La mayoría pasó a ser pobre aun con empleo en blanco, peor aun si pasó a la informalidad. Ni que hablar los que se vieron obligados a vivir de changas.
Para terminar de describir el país que hoy tenemos vale decir que de las 600.000 empresas que existen, las 500 mayores (el 0,08%) generan el 20,5% del valor bruto agregado; llegaba solo al 12 % en 1993. Como también que, de esas 500 grandes empresas, en aquel año, solo el 22% eran extranjeras y hoy representan el 75%. Concentración y extranjerización empresaria a la vista.
¿Por qué fue que le sucedió esto a nuestra nación? ¿Quiénes son los responsables de este desastre? ¿A qué tipo de país nos han conducido?
A mediados de los años setenta el modelo de sustitución de importaciones estaba agotado en la Argentina. Los sectores dominantes locales impusieron entonces a sangre y fuego -con la dictadura- una salida en función de sus intereses, entrelazados fuertemente con el capital internacional. Hay una figura que grafica lo que buscaban nítidamente: había que llenar la copa de los ricos para que, supuestamente, según decían, después volcara hacia el resto de la sociedad. En concreto, había que producir un gran traslado de ingresos de la mayoría a la minoría de ricos y grandes empresas. A ello se dedicaron con empeño.
No solo hicieron eso durante el llamado Proceso, si no que continuaron por el mismo camino de 1983 para acá. Activamente cuando gobernaron ellos: con Menem, De la Rúa, en cierta medida Duhalde y, por supuesto, Macri. Cuando les tocó trabajar desde la oposición, con administraciones que no les eran dóciles, como la de Alfonsín y las de los Kirchner, impidiendo con bastante éxito que ese modelo neoliberal que impusieron desde 1976 fuera desmontado en sus aspectos esenciales.
Pero resultó que lo de la copa eran mentiras. Los recursos se derivaron si a los mas pudientes y a las grandes empresas y bancos, nacionales y extranjeros, como lo revelan los datos comparativos de cuando empezó esto y ahora. Pero lo que no sucedió fue que esta riqueza drenara luego al resto de la sociedad que había aportado. Los ricos, además de vivir en la opulencia mientras se empobrecía el país y la mayoría de su gente, pusieron su plata en el exterior (400.000 millones de dólares); muchos de ellos utilizando empresas offshore en paraísos fiscales, para evadir impuestos o lavar dinero.
Por su lado, la mayoría de las grandes empresas locales depositaron también gran parte de sus ganancias en el exterior y/o invirtieron allí para expandirse; eludiendo en muchos de los casos, claro está, impuestos. Las multinacionales a su vez se llevaron una porción bien grande de sus dividendos a sus casas matrices, por derecha o por izquierda; por ejemplo, subfacturando exportaciones o sobrefacturando importaciones a través de cadenas de valor cautivas.
En resumidas cuentas, brilló -en lo fundamental- por su ausencia, la inversión productiva en el país. Que era el supuesto camino para que drenase la copa llena sobre el resto de nuestros y nuestras compatriotas, generando empleo, mejores ingresos y mayor consumo. Esa parte se la saltearon y así estamos.
Ese es el país de los ricos, decadente y fracasado, que nos han impuesto de distintas maneras durante décadas, con los resultados a la vista. Es el que debemos dejar atrás de una buena vez. Hay que marchar por un nuevo rumbo que nos saque del desastre, de la mano de los intereses nacionales y los de las mayorías populares.
Para salir adelante hace falta, además de fuerte voluntad política, capital. Para obtenerlo hay que frenar el permanente drenaje del mismo al exterior y hacia las actividades especulativas. El primer paso es realizar una reforma impositiva que grave mas a los que mas tienen, abandonando el muy retrógrado sistema actual. El segundo modificar la Ley de Entidades de Financieras de Martínez de Hoz, para que el crédito fluya a la producción y no al consumo. También hay que cambiar la Ley de Inversiones Extranjeras que viene del menemismo, poniéndoles determinadas condiciones a estas. Finalmente hay que sacarse de encima la pesada losa de la deuda externa por todo un período.
Ese capital debe estar destinado a inversiones. Sin incrementar nuestra producción no hay salida genuina, solo cabe esperar inflación y pobreza. Esas inversiones deben dirigirse a actividades con capacidad y posibilidades de exportar, pero también a sustituir importaciones y al abastecimiento del mercado interno. Por varios años abordar la histórica restricción externa del país, frente a las dificultades que nos va a presentar el mercado mundial, va a requerir abastecer la demanda con bienes -de capital, intermedios y de consumo- mayoritariamente producidos aquí.
Pero para que el país deje de ser de dos pisos, con el de arriba opulento para los ricos y el de abajo esmirriado para el resto, a la obtención de capital y a las inversiones hay que sumarle que la economía debe generar empleo; única manera genuina de ir bajando la pobreza. Para ello hay que apuntalar a las pymes, las cooperativas y los emprendimientos de la economía social; puesto que es allí donde radica la posibilidad de crear millones de puestos de trabajo.
Acompañando todo lo anterior y también con el objetivo de achicar la enorme brecha actual entre los adinerados y los pobres, en este caso no solo en términos de ingresos sino también de calidad de vida, se debe elaborar un plan específico para los sectores populares mas sumergidos. Que incluya ingresos, alimentación, salud, educación, urbanización de sus barrios, vivienda y servicios, entre otras cuestiones.
La Argentina está ante una tremenda disyuntiva: seguimos deslizándonos en el estancamiento y el atraso productivo, la pobreza y la desigualdad a que nos han llevado los ricos con sus planes, o salimos por otro camino, aunque sea lentamente, en dirección a una patria con desarrollo, que nos contenga a todas y todos. Ese es el desafío de la hora.
Humberto Tumini
Presidente de Libres del Sur