Emergencia social, gobierno y organizaciones sociales ¿Migajas? Por A. Grimson
La movilización del 18 de noviembre por la Ley de Emergencia Social generó el debate en torno al acuerdo logrado entre el gobierno nacional y las organizaciones sociales y piqueteras. Alejandro Grimson reflexiona en este artículo sobre la importancia de la movilización en su etapa defensiva, la unidad del campo popular y el debate político acerca de cómo organizarse para frenar, y luego derrotar, al neoliberalismo y sus políticas.
El debate sobre la movilización del 18 de noviembre, sobre la Ley de Emergencia Social y sobre el acuerdo entre el gobierno y movimientos sociales, muestra de modo transparente la relevancia del diagnóstico para poder establecer una estrategia política adecuada a la etapa histórica. La idea de que Macri es la dictadura del 76 tiene cuatro problemas graves: destruye la idea de “terrorismo de Estado”, viola el principio de respetar las decisiones a través del voto, incomunica a quienes sostienen esa tesis con la población que sí sabe qué fue la dictadura y, cuarto, se traduce en una estrategia política que lleva a la derrota política frente al macrismo.
Quienes creen que este gobierno es realmente como el de 1976 no saben lo que fue la dictadura. Y como se ha mostrado tantas veces en la historia, una caracterización equivocada conlleva una política equivocada. Está claro que están sucediendo cosas gravísimas en la Argentina, tanto en la vuelta del liberalismo económico que sí tiene similitudes con todos los momentos similares de nuestra historia, como en el plano de los presos políticos y muchos otros elementos. Pero si estas políticas pueden quedarse por varios años en la Argentina (y esto es totalmente factible) no será por un sistema de terrorismo de Estado, sino por la combinación de la habilidad política del gobierno y la incapacidad de los amplios sectores que nos oponemos al neoliberalismo de formular una alternativa política capaz de vencerlo en las urnas.
El 10 de diciembre de 2015 cambió la etapa histórica de la Argentina y comenzó una ofensiva neoliberal. Sin embargo, esa ofensiva se encontró con una sociedad organizada y movilizada que produjo grandes protestas por reclamos sociales en las calles el 29 de abril, en la Marcha Federal, en la Marcha de San Cayetano, contra los tarifazos, por la Emergencia Social y muchas otras. Todas esas movilizaciones fueron de carácter defensivo, es decir, procurando reducir o detener el aumento del desempleo, de la pobreza y de la desigualdad. Si esas movilizaciones no se hubieran producido el gobierno hubiera avanzado mucho más con sus políticas de recorte del poder adquisitivo de la población. Avanzó, tuvo logros, pero menos de los que hubiera querido y de lo que pretende. Existe un “tira y afloje”, está abierta la disputa social. El gobierno tuvo un triunfo electoral pero no pudo hasta ahora producir una derrota social que liquide la capacidad de movilización.
Los participantes y los dirigentes de esas movilizaciones expresaron la diversidad del campo popular, del movimiento obrero y de los movimientos sociales. Diferencias políticas, de formas de organización, de tradiciones. Por ahora existe un abismo entre esa capacidad de movilización social y su potencial representación política. El error político más grave que se puede cometer es que las diferencias entre las organizaciones y los dirigentes impida comprender que esas movilizaciones (y otras, como las universitarias y científicas, las del frutazo o los veredazos) tensionan la relación de fuerzas con la política neoliberal. Por ello mismo, cada lucha de trabajadores registrados, de trabajadores de la economía popular, de mujeres, de estudiantes, de pequeños comerciantes y empresarios, son la base sobre la cual los argentinos han reaccionado y están dificultando la aplicación del plan económico.
En el plano de las organizaciones sindicales la mayoría ha procurado reducir al mínimo la caída salarial. Algunas han conseguido más y otras menos. Pero ni los sindicatos más combativos están de huelga por tiempo indeterminado. Simplemente porque sus dirigentes saben que en esta coyuntura esa dinámica podría favorecer al gobierno si logra imprimirles una derrota. Así que cada gremio, de modos muy diferentes, ha buscado dar cuenta de su capacidad de movilización y ha firmado acuerdos paritarios. Algunos de ellos contemplaban cláusulas gatillo que han generado el fin de “la tregua” que implica todo acuerdo paritario. Y han tenido suerte diversa en los nuevos conflictos.
¿En qué época de la Argentina, en qué país del mundo, los trabajadores y sectores populares frente a una ofensiva política del capitalismo concentrado han renunciado a la lucha para reducir los daños que esa política produce en todos los aspectos? Por el contrario, en etapas ofensivas los sectores populares logran politizar más sus demandas, apuntando a transformaciones mayores. En etapas defensivas siempre han buscado reducir los daños, obstaculizar el avance del ajuste contra los derechos. En distintos momentos de la historia argentina los logros de esa movilización popular han sido muy distintos: reducir los despidos, reducir la caída salarial, reducir la exclusión, impedir el desalojo, etc. Algún sector de la izquierda clásica puede haber usado una y mil veces el término “migajas” para aludir a esos logros, a veces modestos, pero muy relevantes.
"El error político más grave que se puede cometer es que las diferencias entre las organizaciones y los dirigentes impida comprender que esas movilizaciones tensionan la relación de fuerzas con la política neoliberal. Por ello mismo, cada lucha de trabajadores registrados, de trabajadores de la economía popular, de mujeres, de estudiantes, de pequeños comerciantes y empresarios, son la base sobre la cual los argentinos han reaccionado y están dificultando la aplicación del plan económico."
Ahora, qué es realmente una “migaja” depende del punto de vista de cada uno. Para algunos, dos puntos más de paritaria, la AUH, los aumentos de las jubilaciones fueron “migajas”. Para otros, reducir los despidos, los planes trabajar de los 90, el Plan Jefas y Jefes o la Emergencia social fueron migajas. No hay nada que realmente sea o no sea una migaja, “objetivamente”. Depende para quién. Y depende de la relación de fuerzas. Pero cuando ciertas movilizaciones logran reducir los daños del neoliberalismo, los que dicen que se trata sólo de “migajas” siempre tienen una característica: no dirigen un sindicato o un movimiento social que consiga lo que ellos exigen que se consiga. Ya sabemos, mejor que decir es hacer. Cuidado, cuidado, cuidado con caer en el sectarismo.
Las luchas reivindicativas y las luchas políticas están inexorablemente relacionadas. El reclamo de “Pan”, a veces literal, a veces metafórico, ha generado en algunos casos inmensas transformaciones sociales. Porque sólo a través de ellas algo tan elemental como la alimentación es posible. Cuando los más humildes, los trabajadores, los excluidos, las clases medias sienten una ofensiva económica y política tratan de movilizarse como pueden, con las organizaciones y dirigentes que tienen. Y sólo a veces inventan otras nuevas. Tan cruciales son las luchas defensivas que el plan menemista de los noventa sólo fue factible después de derrotar las luchas de ferroviarios y telefónicos. Y al derrotar las luchas defensivas, el neoliberalismo se quedó por más de una década y llevó al país a tasas de desocupación que aún no hemos alcanzado. Todos recordarán que eran más que los votos de Néstor Kirchner.
Esas luchas en aquel momento fueron derrotadas porque quedaron aisladas producto de la fragmentación organizacional y política. Contribuir a la fragmentación de las luchas defensivas por disputas entre organizaciones políticas torna imperioso que recordemos que “primero la patria”. El otro.
Por eso, resulta imperioso tener cuidado de caer en esos lugares comunes tan conocidos de afirmar que los trabajadores y los pobres van a una marcha por el chori y la coca, que son llevados, que no saben pensar, que son manipulados, que no son sujetos. Si dirigentes con los que vos disentís producen una gran movilización popular y tienen logros que reducen el daño neoliberal, hay que tener cautela y evitar que tu crítica a uno u otro dirigente estén por encima de un logro de la movilización popular. Porque por encima de cualquier logro popular, de cualquier derecho o de cualquier forma de mitigar la destrucción neoliberal, no hay nada.
Mientras la fragmentación política reinante augura neoliberalismo para rato, necesitamos luchar por todos los derechos y por dificultar el avance económico y político hegemónico. Primero porque queremos menos pobreza ahora, menos desigualdad ahora. Incluso si eso fuera imposible, para eso nos organizamos y para eso luchamos. Porque si es imposible, eso politizará el conflicto. Y si algunos logros son posibles, eso fortalecerá la experiencia de lucha y de organización popular.
En esta etapa habrá que combinar antiguas y nuevas estrategias. Se intentó con la Ley Antidespidos y no funcionó. Se intentó con la Ley de Emergencia Social y algo se ha logrado. No conviene menospreciarlo. Se impone reivindicar aquello que es producto de la lucha. Y no conformarse, porque no alcanza. Es necesario, pero no suficiente. Porque vamos a luchar por todos los derechos. Porque la ofensiva sigue. Y porque sólo si la revertimos podremos luchar por nuestros sueños.
Tenemos muchos desafíos. Tendríamos que dividir el mundo en función de proyectos políticos, a favor o en contra del neoliberalismo. No se puede dejar de discutir el modelo neoliberal. En términos de proyecto y en sus efectos concretos sobre nuestras vidas y nuestros derechos. El debate político y las fragilidades requieren que seamos cuidadosos al usar categorías morales. La verdad es que esta etapa neoliberal sólo va a llegar a su fin cuando aquellos que soñamos con mayor igualdad, más justicia social, más democracia, más participación, podamos confluir en un proyecto de país que enamore a las grandes mayorías. Toda esa multiplicidad deberá articularse si se desea detener políticamente el proyecto neoliberal. Preguntarse por qué hay neoliberales que participaron de los gobiernos anteriores es relevante. Pero aquellos que son parte del heterogéneo campo popular y progresista deben conversar y construir acuerdos, paso a paso. Sin menospreciarse ni insultarse, evitando heridas irreparables. Porque con división el neoliberalismo saldrá fortalecido. Y está en todas nuestras manos estar menos enojados y politizar el debate.
Alejandro Grimson
Doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia. Investigador del CONICET y docente del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la UNSAM.
Publicado en: http://www.lateclaene.com/grimsonalejandro