El tiempo es ahora, de una nueva representación política nacional, popular y progresista. Por H Tumini
9 de Julio del 2018
El tiempo es ahora, de una nueva representación política nacional, popular y progresista
El sistema político argentino está fuertemente deteriorado y la economía, luego de dos años y medio de neoliberalismo, en crisis profunda. Escenario con puntos de contacto con el de finales del 2001. Es tiempo de reintentar la construcción de una nueva fuerza política de signo nacional, popular, progresista, decidida a buscar el gobierno para gestar otro país. Una nación con una economía de desarrollo sustentable, con justicia y movilidad social, con mas y mejor democracia, plena de derechos y libertades, soberana frente a los poderosos del mundo.
Tuvimos antes, en los últimos 130 años, cuatro momentos en que se presentaron posibilidades de construir fuerzas políticas que no estuvieran de una u otra manera controladas por los sectores dominantes locales; siempre estrechamente vinculados a los poderes mundiales, el británico primero y el norteamericano luego.
La primera oportunidad se presentó a finales del siglo 19. El sistema político elitista de la oligarquía crujía crecientemente al calor de una clase media cada vez mas numerosa, proveniente de la inmigración europea, que no tenía cabida dentro del mismo. La crisis económico financiera mundial de 1890, con fuerte impacto por estas tierras, abrió las puertas a una representación política distinta a la del establishment de ese entonces y nació así la Unión Cívica Radical de Alem e Yrigoyen.
La segunda se presentó en la década del cuarenta del siglo 20. La crisis mundial de 1930 agotó las posibilidades del modelo agroexportador, vigente en líneas generales desde la derrota del federalismo en la batalla de Pavón (1861). Las clases dominantes lo estiraron una década mas a través del fraude patriótico, que no solo deterioró a su partido: el Conservador, sino también a la UCR que mayoritariamente se prestó al mismo. A mediados de los cuarenta entonces, no solo estaba en crisis el modelo económico sino también el viejo sistema político; entre otras cosas por la irrupción en los años previos de una nueva clase trabajadora, proveniente mayoritariamente del campo, que no se sentía representada. En ese contexto surgió el movimiento de Juan Perón.
La tercera posibilidad se presentó tiempo después, en los años setenta. El modelo de sustitución de importaciones -generalizado por el peronismo y continuado luego en distinto grado por los sucesivos gobiernos, pero bajo la égida del gran capital, sobre todo extranjero- se deterioraba cada vez mas profundamente. Ni el peronismo ni el radicalismo tenían ya proyectos alternativos serios y viables para reemplazarlo por uno mejor. El conflicto petrolero mundial de 1974 prácticamente le puso fecha de defunción histórica.
En ese contexto el sistema de representación política, dominado por los dos partidos tradicionales, entra en severa crisis. Los sectores de poder preparan el regreso de los militares, que se habían replegado en 1973, para imponer un nuevo modelo en favor de las minorías pudientes. Desde los sectores populares a su vez, despunta una nueva representación hegemonizada por las fuerzas revolucionarias surgidas a finales de los años sesenta; orientada a la búsqueda de disputar el poder político por la vía armada. En la confrontación la reacción triunfa, cercenando así las posibilidades de ese nuevo e incipiente proyecto.
Finalmente, los inicios del siglo 21 alumbraron otro momento favorable para la reconstrucción política del campo nacional y popular. La tremenda crisis económica a que condujeron los distintos intentos neoliberales: del Proceso primero, del menemismo luego y finalmente el del inconcluso gobierno de la Alianza, sumada a la reacción ciudadana del 19 y 20 de diciembre del 2001, arrasó con el sistema político post dictadura. Expresado con nitidez esto en el extendido “que se vayan todos”. Consigna que apuntaba no solo a la dirigencia política responsable del desastre sino también a la derecha de distinto tipo que condujo esos experimentos, que fue puesta entonces muy a la defensiva.
Surge allí, de las elecciones del año 2003, el gobierno de Néstor Kirchner, que será continuado en el 2007 y 2011 por su esposa. Con un marco económico mundial inicial muy favorable para sacar al país “del infierno”, por el aumento del precio de la soja. Como también con un escenario político interno igualmente de beneficioso, por la debilidad en que habían quedado los factores de poder y la dirigencia política tradicional. Se abría en la Argentina una nueva oportunidad para los sectores nacionales y populares de vertebrar una gran fuerza política; que buscara transformar la nación en profundidad, en un sentido de progreso.
Construir un movimiento político “transversal”, que tomara lo mejor del peronismo, el radicalismo, las fuerzas progresistas y de izquierda, para hacer otro país, productivo, soberano y justo, fue la propuesta de aquel presidente; lo que concitó enorme expectativa y la adhesión de múltiples sectores. Sin embargo, en diciembre del 2007, ya con Cristina en la Casa Rosada, Néstor Kirchner decidió ponerse a la cabeza de un PJ sin renovación alguna, casi como venía del menemismo. Significativo retroceso. Ese fue el principio del fin del proyecto de hacer seriamente otro país; ni qué hablar de construir una nueva fuerza política capaz de llevarlo adelante.
La consecuencia de todo ello, andando el tiempo, fue el regreso de la peor derecha por la vía electoral, en una Argentina casi sin cambios importantes de fondo respecto de doce años atrás.
No obstante ahora, poco después, en esta etapa que está en curso desde diciembre del 2015, la historia nos da otra oportunidad de construir un nuevo y gran movimiento para intentar refundar la patria sobre otras bases.
La derecha, con su tradicional modelo neoliberal y entreguista, aunque haya intentado disfrazarlo de modernidad, va camino una vez mas a chocar el barco de la nación. Nos dejará crisis, pobreza y sufrimientos. Pero a su vez recibirá con seguridad un golpe político demoledor como aquel del 2001, del que muy probablemente tardará en recuperarse.
¿Qué hacer frente a ello? Ni los partidos tradicionales -el PJ y la UCR- divididos, confundidos, sin proyecto de salida superador de la actual situación. Ni tampoco el kirchnerismo que fracasó en sus doce años de gobierno, aunque conserve en su retroceso todavía cierta fuerza política. Pueden ser capaces de aprovechar los tiempos que se avecinan para, representando los intereses de la nación y las mayorías, encabezar la epopeya de construir otro país. Como alguna vez supieron hacerlo el radicalismo de Yrigoyen y el justicialismo de Juan Perón.
Hoy, como en los años setenta y a principios de este siglo, hace falta gestar una nueva fuerza política. Transformadora, de mayorías, moderna, con vocación de poder. Solo así podremos aprovechar el momento histórico.
La oportunidad se está abriendo, está allí ante los ojos de todos los que amamos nuestra Argentina y ansiamos verla fuerte, libre, justa, igualitaria, soberana. No debemos dejarla pasar. Hay que trabajar con ahínco, convicciones y coraje, con confianza en que una vez mas será posible.
Humberto Tumini
Presidente de Libres del Sur