Colegios que resisten ampliación de derechos
Por Florencia Guerrero
Civilización o barbarie, tal fue la incógnita radical que abrió hace un par de siglos Domingo Faustino Sarmiento, y desde entonces ha servido para que docentes y alumnos retomen una historia que va y viene según el que la cuente. Civilización o barbarie aparece además como ley moral, inexorable o indiscutible, según se apliquen las reglas, que muchas veces violan hasta la ley jurídica. Sólo esta semana se conocieron dos casos en contextos educativos donde las víctimas fueron niños, y los victimarios, educadores.
Cuenta Andrea Rivas, todavía sorprendida, que cuando informó en un natatorio que Francesca era hija de ella y de su pareja también mujer, la directora del establecimiento le escupió un: “Estamos fritos”. El hecho ocurrió la semana pasada en la Primera Escuela Argentina de Natación para Bebés y se conoció esta semana. El detalle fue que Patricia Cirigliano, responsable de la institución, se dio el lujo de explicar a la madre que al no ser una pareja heterosexual, “generaban ambigüedad en la nena”. La docente se permitió la brutalidad a cinco años de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario en el país.
Pero, hablando de violar las normas en nombre de civilización a medida de pocos, hay más informaciones para este boletín: el colegio católico San José de Calasanz parece imponerse en el podio de instituciones educativas que rompen con varias normas, principalmente la 26.150 de Educación Sexual Integral. El domingo quedó claro para los que fueron a votar y encontraron los carteles que colgaban de la galería del colegio, en los que había frases como: “Apostemos por lo que es natural. Un hombre y una mujer transmiten la vida. Hay cosas que no pueden cambiar”. Su director, el cura Ernesto Herman, ya es famoso porque el año pasado privó de la inscripción a una niña cuyos padres no estaban casados, por no estar en línea con la moralidad impartida por el instituto. Algo similar le ocurrió a la docente Ángela Barrera en 2010: tras doce años de servicio, fue despedida por ser madre soltera.
¿Quién enseña a los que deberían enseñar a los niños sobre las leyes antidiscriminación, por ejemplo? En principio, la repetición de hechos parece sugerir sólo una cosa: a llorar a la iglesia. “Lo que revelan estos casos es que todavía existen en la Argentina graves dificultades para llevar a la práctica los importantes avances normativos que se hicieron durante los últimos años en materia de igualdad de derechos y lucha contra la discriminación”, sintetizó a Veintitrés Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina. La especialista en derechos humanos explicó: “La Argentina ha dictado durante los últimos años leyes que la pusieron a la vanguardia de la región en términos de reconocimiento de derechos de grupos vulnerables. Pero con eso solo no alcanza: el déficit en términos de implementación de estas normas es una realidad ya histórica en nuestra sociedad. Y en esto, el Estado tiene una gran responsabilidad, ya que debe garantizar que estas normas se implementen para hacer realidad los derechos de las comunidades y grupos afectados”.
Hablando de números, la urticaria de los juristas aumenta. Según un informe que el Inadi dará a conocer la semana próxima, sólo en el contexto de la educación privada se recibió entre el año pasado y los primeros meses de este un total de 108 denuncias. Entre las más numerosas (15) están las que atañen a la privación de derechos de los niños y niñas en el ámbito educativo. “Todo establecimiento educativo, sea público o privado, debe tomar como premisa que pensar en la educación y la no discriminación es pensar en un mismo sentido a la hora de asumir qué cosas tenemos que hacer para cambiar una sociedad que naturalizó durante mucho tiempo prácticas discriminatorias, que se manifiestan también en el ámbito escolar”, sentenció Pedro Mouratián, interventor del Inadi.
Ya en 2011, una investigación liderada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) revelaba que el 23 por ciento de los 1.600 alumnos relevados había sido humillado o insultado por sus profesores frente a sus propios compañeros. “Es un tema de enorme sensibilidad: desde el ministerio trabajamos con la premisa e intervenimos en estas situaciones que, por suerte, se hacen cada vez más públicas”, sumó la psicopedagoga Mirta Marina, coordinadora del Programa Nacional de Educación Sexual.
Pero el sexo no es todo: la discriminación no conoce de fronteras. En marzo se conoció la historia de Benjamín, un nene cordobés de 5 años que nació con síndrome de Down y que, cuando ingresó a sala de 5 en el Colegio La Salle, los docentes sugirieron a los papás que el pequeño no fuera todos los días para que “se adapten a su presencia”. Según Marina, “no queda claro si estas instituciones conocen el daño que pueden generar en los niños que, aunque no reciban directamente la violencia institucional, son perjudicados y a la larga lo sufren. Es de una responsabilidad enorme sobre los papás y sobre los chicos”.
Ni hablar del derecho a recibir educación sexual: “La ley dice que todos los estudiantes tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacionales, pero tampoco se cumple y es el Estado el que debe generar más políticas adecuadas e imponer el criterio”, afirmó Raquel Vivanco, coordinadora nacional de MuMaLá (Mujeres de la Matria Latinoamericana). En el mismo sentido, Belski propone: “Si hay una escuela religiosa, que encima recibe subsidios del propio Estado y que está omitiendo aplicar una política del Estado establecida por una ley, el Estado tiene que intervenir. Si esto es algo sistemático –es decir, si existen varias escuelas o ámbitos que discriminan a hijos de parejas del mismo sexo, madres o padres solteros–, estamos ante un problema que el Estado debe resolver”.
“Civilización o barbarie” guió inexorable al referente iluminista por excelencia que quedaría inmortalizado “con la espada, con la pluma y la palabra”. Ya sabemos lo que Sarmiento pensaba sobre exterminar a los aborígenes por el supuesto bien común. Pero ¿qué diría de estos viejos/nuevos defensores de la moral propia? No hay repuesta. Mientras tanto, muchas de las instituciones que deberían acompañar la infancia de los niños se dedican a enseñarles que se pueden romper las reglas, en nombre de la mala educación.
Publicado en: http://www.veintitres.com.ar/article/details/31300/la-mala-educacion
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