Bueno es recordar, en estos duros tiempos, el fracaso de Alfonsín. Editorial H. Tumini.
3 de Noviembre del 2020
Editorial
Bueno es recordar, en estos duros tiempos
El fracaso de Alfonsín
El gobierno de Alberto Fernández, agobiado por una situación económica muy difícil (fruto de la herencia de Macri y la pandemia) y extorsionado con el valor del dólar por el establishment, emite señales de que va a ceder a las demandas de este; con el aval de Cristina Kirchner, acorde a lo que dice en su carta.
Dichas exigencias del poder económico concentrado y extranjerizado, son las habituales: que se trasladen ingresos desde las mayorías populares hacia ellos o, de lo contrario, desestabilizan la economía poniendo en riesgo la gobernabilidad.
Los mecanismos para dicho traslado que reclaman, también son conocidos: ajuste sobre salarios, jubilaciones y beneficios sociales, freno a la obra pública, aumento de tarifas para bajar subsidios, desgravaciones impositivas a los sectores mas concentrados, etc. Es lo que exige el FMI para sus planes de estabilización.
Como dichas políticas suelen ser resistidas por los sectores sociales afectados, también suele suceder que los beneficiarios de las mismas, con argumentos varios -defender la libertad de trabajar si hay paros, la libertad de transitar si hay corte de rutas, la propiedad privada si hay toma de tierras-, a continuación, piden mano dura y represión a la protesta social. Pareciera que tuvimos un adelanto de eso, de conceder a la derecha, en Guernica y en las constantes declaraciones de Sergio Berni, ministro de seguridad bonaerense.
Es bueno entonces, ante lo que pareciera ser una nueva orientación, de un gobierno que trazó en el inicio de su gestión un rumbo progresista, claramente diferenciado del neoliberalismo macrista previo, recordar las razones del fracaso del gobierno de Raúl Alfonsín.
Como sabemos este, al llegar a la presidencia, definió también un claro horizonte progresista para los que sería su gestión. Algunas frases como “con la democracia se come, se educa y se cura”, “iremos con los banqueros a levantar las persianas de las fábricas”, “la vida, la libertad, la justicia para todos los que habitan la Argentina”, señalaron inequívocamente adónde pensaba dirigirse.
La puja de su gobierno con los poderosos fue mas que intensa en los primeros dos años. Les hizo juicio a los comandantes del Proceso, se peleó con el FMI (“haremos un acuerdo de pago que podamos cumplir, sin más ajuste para los argentinos”, dijo) y con los oligarcas de la Sociedad Rural; también con la iglesia que venía de ser cómplice de la dictadura. Pero hostigado por todos estos factores de poder, con la economía complicada, terminó cediendo en 1985.
Parcialmente con el Plan Austral que implementó Sourrouille donde, entre otras cosas, el gobierno se comprometía a no realizar emisión monetaria sin respaldo. En febrero de 1987 concede mas Alfonsín y hace un acuerdo Stand By con el FMI. En 1988 se rinde en toda la línea y pone en marcha el “Primavera”, plan ortodoxo dictado por el Fondo y el establishment. Lo que sigue es historia conocida: gana Menem las elecciones y aquel presidente radical de cuño progresista se debe ir antes del gobierno, en el medio de una terrible hiperinflación.
En el transcurso de ese devenir, en 1987, también como parte del hostigamiento del poder, se produce el levantamiento Carapintada de Semana Santa. Aldo Rico y sus cómplices le arrancan a un Alfonsín ya sin el necesario coraje, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; de impunidad para los responsables de la barbarie de los comandantes para abajo (a estos se encargaría de indultar Menem luego).
Es bueno tener en cuenta esta experiencia nuestra, tan cercana, para traerla al presente. Tomando, por supuesto, nota de sus enseñanzas: la derecha con todo su poder te extorsiona y exige que cedas a sus demandas, que siempre van en perjuicio de los intereses nacionales y las mayorías populares. Si te comienza a doblar el brazo va por mas.
El camino suele estar allanado por el escepticismo y la falta de confianza de quienes apoyaron en su momento, entusiastamente, un nuevo rumbo para la nación, opuesto al de los ricos. Pero luego comienzan a ver como no se marcha en esa dirección, mas allá de las palabras.
Los gobernantes progresistas deben enfrentar las presiones, acciones y amenazas de la derecha y los dueños del poder, con la necesaria firmeza. Apoyándose en el pueblo organizado y movilizado para ello. De lo contrario, difícilmente puedan tener éxito en sus loables proyectos.
Humberto Tumini
Presidente de Libres del Sur