[Córdoba] Michetti y sus vanos sueños de “efectividad”. Por N. Moccia
Bajo la consigna de llevar adelante una gestión más “efectiva” la vicepresidenta Gabriela Michetti al proponer eliminar elecciones de medio tiempo quiere avanzar por una senda de autoritarismo propia de un mundo que ya no existe.
Cuando a veces nos referimos al legado de los años ’90 solemos centrar la mirada y las críticas en cuestiones referidas a la abrumadoramente negativa herencia económica y social del neoliberalismo. El estado destruido, la flexibilización laboral, la sobrecogedora situación de marginalidad, desempleo y pobreza, están presente en todos los balances y fueron los ingredientes más evidentes de una construcción económica que terminó estallando un diciembre en las puertas mismas del siglo XXI.
Pero de lo que por lo general no se habla es de otras consecuencias, más políticas e institucionales que llegaron casi de contrabando a las legislaciones, y algunas hasta se cristalizaron en la palabra constitucional. Una de esas reformas -por ejemplo- es la referida a eliminación en varias provincias de las elecciones legislativas de medio tiempo, que se presentó en algunas ocasiones como una forma de ahorro presupuestario y otras como un esfuerzo para “evitarle a la población la incomodidad de tener que elegir cada dos años”. Pero la verdad es que estas cláusulas que están presentes en las constituciones provinciales eran parte de los paquetes económico-políticos que exigían los organismos de crédito internacionales para dar “previsibilidad y estabilidad” a los gobiernos afines que debían llevar adelante profundos ajustes de gran impacto social.
Esta idea, ha sido reflotada en estos días por la vicepresidenta Michetti, quien la propone en principio como una medida temporal, tal vez para evitar la crítica lógica de por qué lanza este globo ahora que su partido es gobierno y ni se le cruzó por la cabeza cuando era oposición.
En Córdoba ya conocemos las consecuencias de esta reforma que enarbola Michetti, ya que desde hace casi 20 años sufrimos un gobierno que cada vez que gana las elecciones, incluso cuando lo hace con un poco más del 30%, acapara para si durante 4 años una mayoría casi automática de legisladores/as, deja a la oposición legislativa dibujada -cuando no la copta- asegura votaciones sin debate, y jamás plebiscita su gestión.
Dice el viejo precepto constitucional que el pueblo no delibera ni gobierna sino solamente a través de sus representantes, y digo que es un precepto VIEJO porque nuestra sociedad está en permanente deliberación lo cual no es sinónimo de anarquía -como se pensaba en el siglo XIX- sino el reflejo de una fortaleza democrática creciente. Hoy todo se debate en los nuevos foros creados por las redes sociales, la discusión política es viral con todo lo bueno o lo incómodo que puede ser para los gobiernos, el poder de un #hashtag certero es inmenso, pero desde los gobiernos usualmente o se desconoce esta realidad, o -lo que es peor- se lo valora mal intentando frenar un proceso que ya es indetenible.
Las herramientas para construir una sociedad más participativa e influyente en la cosa pública están a disposición de cualquier estado, pero la verdad es que pocos se animan a asumir el riesgo de utilizarlas a fondo y se contentan con mostrarlas casi como un adorno de la gestión (como ocurre con la mayoría de los mecanismos de “gobierno abierto” que se han puesto de moda en los últimos tiempos, y que debajo de una vestimenta de transparencia siguen la lógica tradicional de gestiones unidireccionales: de arriba hacia abajo)
Por todo esto, el modelo político cordobés, al igual que la propuesta de Michetti es por lo menos anticuada, porque tiende a limitar aún mas en el tiempo la participación a ciudadanos y ciudadanas que la exigen naturalmente, de forma creciente, con una dinámica y visibilidad potenciada gracias las nuevas tecnologías.
Quienes nos gobiernan miran sin comprender esta realidad y desean ser ungidos (y lo digo en el sentido medieval del término) cada cuatro años, sueñan con una estabilidad irreal, y piensan -o desean pensar- que pueden gobernar sin dar explicaciones, sin cuidarse de las consecuencias de sus decisiones en el corto plazo. Mientras tanto, por otro lado y casi sin contradicciones, apuestan su destino solo a la coyuntura y los golpes de efecto mediáticos, donde a la gente / el público / los que están del otro lado de la vidriera, solo les queda como alternativas aplaudir, o contestar una encuesta en un focus group.
Al contrario de lo que piensan Michetti y varios dirigentes de todos los signos, el sistema democrático se fortalece con más participación, los funcionarios se esfuerzan más y son más cuidadosos cuando se sienten observados, y los gobernantes son mejores cuando escuchan. Nuestra sociedad está viva, no limita sus opciones de participación solo a elecciones cada 2 o 4 años, porque opina, se expresa y moviliza diariamente. Cualquier intento autoritario de desconocer esta realidad es tratar de frenar con un dedo la creciente de un río serrano.