Conflicto social y ajuste, lo que deja el relato K

Tribuna

Conflicto social y ajuste, lo que deja el relato K

Nuestro país ingresó en un nuevo periodo de auge del conflicto social. Éste es el efecto más perverso y palpable de la crisis económica en curso, en donde la recesión, el parate en las industrias, el desempleo y la inflación carcomen los cimientos de la autoproclamada “década ganada”. Las recientes imágenes ofrecidas en General Paz, Panamericana o Puente Pueyrredón, entre otras, con la consiguiente acción de las fuerzas de seguridad, dispuestas a repeler la protesta de los trabajadores, no hacen más que confirmar el ingreso a una etapa de espiralización del conflicto en la vía pública.

Si bien el kirchnerismo, aún en su fase “cristinista”, operó una aparente limitación del alcance del uso de la fuerza pública a la hora de aplacar el conflicto social, lo cierto es que los mismos simbolismos que antaño alimentaron ese mito, hoy son los encargados de enterrarlo de la manera más traicionera y derrotista.

Empezamos a ver ejemplos concretos de ello, también en las escenas de persecución y represión en las provincias aliadas al gobierno central, por caso en la Tucumán de los Alperovich y en el Chaco de Jorge Capitanich.

Nos genera una tensa preocupación el hecho de que el gobierno haya confiado en el teniente coronel Sergio Berni y en el teniente general César Milani, el “cuidado de la calle”. Ambos funcionarios son portadores de un derrotero personal y profesional desapegado al respeto y la salvaguarda de los Derechos Humanos en un sentido amplio. Berni segura que el que “corta una calle es un delincuente al que no le gusta trabajar”.

En el caso del jefe del Ejército, la sospecha de su participación en el aparato represivo de la última dictadura cívico-militar, y sus causas por enriquecimiento ilícito, torna aún más nefasto al giro político encarado por los que se dicen herederos de la tradición “nacional y popular”.

El “control de la calle”, en el crepúsculo kirchnerista, no es un punto a desestimar. La vía pública es el escenario en el que se materializa el ajuste que el “modelo” impuso. Por lo tanto, es de esperar, que sea en ese ámbito la esfera en donde la protesta oriente su demanda al Estado, que es, en definitiva, quien tiene que dar una respuesta superadora.

Advertimos azorados la forma en la que el gobierno nacional reinventa un discurso peligrosamente excluyente.

Resulta una cruel paradoja que el kirchnerismo, en su ocaso, conciba a la protesta social como una consecuencia perversa del mismo modelo que en sus primeros años de vida la entendió como la expresión de resistencia a la Argentina del ajuste y la exclusión. Idéntico país que, “década ganada” mediante, hoy nos vuelve a interpelar de manera urgente mientras los carros hidrantes escupen sus chorros y la infantería avanza a paso firme.

 

Victoria Donda diputada nacional (Libres del Sur-Unen)

 

Publicado en http://www.clarin.com/opinion/Conflicto-social-ajuste-deja-relato_0_1172882840.html

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La protesta social es legítima y constitucional

El secretario de Seguridad de la Nación, Tte. Coronel Sergio Berni, ha exigido recientemente la aprobación de leyes tendientes a regular – anular, en realidad – la protesta social. No podemos acompañar ninguna de las iniciativas presentadas porque consideramos que esa forma de protestar contra las injusticias sociales es legítima y constitucional. Porque no estamos de acuerdo con el reduccionismo que realizan algunos dirigentes políticos que sostienen que “cuatro loquitos cortan una calle” y ponen el dedo acusador en los movimientos sociales o en quienes protestan, y nunca en los procesos políticos y económicos que han generado o motivado esas reivindicaciones.

Los despidos actuales en la industria automotriz -hasta hace poco tiempo mostrada como vedette del éxito de las las políticas oficiales- y en la ferroviaria, causada una vez más por el Grupo Cirigliano, socio de este Gobierno, los obliga a neutralizar toda protesta.

Le digo al señor Secretario que no podemos acompañar ninguna iniciativa que tenga como finalidad directa y expresa la censura y la invisibilidad de las partes más postergadas o vulnerables de nuestra sociedad. Aunque a rigor de verdad, los trabajadores registrados no lo son, pues al menos tienen un salario y jubilación. Mucho peor la pasan los millones de hombres y mujeres que en la década ganada no consiguieron incorporarse formalmente al mercado laboral, y ni siquiera tienen un interlocutor para sus reclamos. Compatriotas que están afuera del sistema, sin salario, sin aguinaldo, sin obra social, y sin sindicato (bueno o malo) que los represente.

Señor  Secretario, nos parece justo y constitucional gritar a los cuatro vientos que hay hombres y mujeres que no tienen satisfechos sus más mínimos derechos económicos y sociales. Por eso, en días tan especiales como estos, en los que se festeja el inicio de un proceso emancipador, sería de esperar que su gobierno al menos desista de la idea de solucionar la debacle causada con mayor represión hacia nuestro pueblo.

No es cierto que estemos ante derechos subjetivos equivalentes o que debamos priorizar el derecho a transitar. El derecho a la seguridad alimentaria, al trabajo, a la salud y a la libertad, están muy por encima del derecho a trasladarse rápido de un punto a otro de nuestra república. Este derecho, el de transportarse rápido y seguro de un punto a otro de nuestras ciudades, dejó hace tiempo de ser un derecho garantizado. Sólo ver los embotellamientos de tránsito que provocan autos y colectivos diariamente nos hace concluir que en esa materia también hay un déficit grave de ausencia del Estado.

En las villas y asentamientos de nuestro país, sus ocupantes tampoco tienen el derecho a que entre una ambulancia o a “no embarrarse para tomar un colectivo los días de lluvia”. Les pregunto a los autores de esos proyectos cuántos días soportaría algunos de los que se quejan vivir sin agua, sin luz, sin gas, o sin ingresos. Estos días de falta de agua, merced a la baja del Rio de la Plata, pueden haber sido un lindo ejercicio de conscientización para muchos de nosotros que vivimos en condiciones dignas el resto del año.

Cuantos días soportarían los que apoyan estos proyectos esperar desde la madrugada un turno médico para un hijo con fiebre y diarrea. O que no podamos parir nuestro hijo cuando nuestro cuerpo nos lo exige porque no hay médico de guardia. Lean las estadísticas de muertes durante nacimiento en algunas provincias argentinas, y escandalícense igual que lo hacen cuando se corta una ruta.

Cuantos días soportarían que a las maestras de sus hijos no les abonen un salario digno, o que asistan a una escuela sin bancos y sin calefacción.

Estos son argumentos políticos, pero también los hay desde el punto de vista legal. No lo digo yo, lo han expresado muchos Jueces de nuestra nación, que también comprenden que el ejercicio de petición a las autoridades debe estar por fuera de los tribunales y que es la dirigencia política la que debe dar respuestas.

Reprimir la protesta social no solo es jugar con fuego poniendo en vilo la necesaria paz social, en tiempos de crecientes dificultades económicas como el que atravesamos, en el que justamente el gobierno debería recurrir más que nunca al diálogo para velar por los intereses de los más afectados.

Reprimir la protesta social es anular un derecho fundamental en las sociedades democráticas. Sin procesos de lucha y vindicación de derechos, no hubiera habido voto femenino, ni abolición de la esclavitud. Por eso, serán necesarias todas las protestas para que nosotros -sus funcionarios- actuemos y garanticemos el ejercicio de derechos humanos básicos.

Victoria Donda Perez

Publicado en http://opinion.infobae.com/victoria-donda/2014/07/11/la-protesta-social-es-legitima-y-constitucional/

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