"Scioli o el legado político-cultural de la década kirchnerista". Por I. Rudnik

Por Isaac Rudnik / Nacional octubre 21, 2015 13:41

Carta abierta al Compañero Horacio González.

 Escribe Isaac Rudnik.

Querido Horacio, a poco de realizarse las elecciones presidenciales de las que emergerá una nueva administración que regirá nuestros destinos nacionales, tras doce años de gobiernos kirchneristas quiero incorporar algunas preocupaciones que no están planteadas cotidianamente en las discusiones públicas de los últimos meses, y que pretenden salir del corcét económico dentro del que transcurren nuestros debates, buscando balancear también otros campos que nos parecen que fueron, son y serán igualmente influyentes.

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Analizar e intentar sacar conclusiones, aunque mas no sean provisorias o relativas, sobre progresos y/o retrocesos generales en el seno de nuestras sociedades es siempre complicado, mucho más si pretendemos referirnos a períodos recientes en los que hemos tenido una participación política más o menos activa. Con el paso del tiempo aquél concepto de progreso consecuencia de la acumulación inagotable de descubrimientos e invenciones guiados por la lógica de la razón, trasmitidos de generación en generación, hijo del floreciente desarrollo del capitalismo temprano, es cuestionado por las propias consecuencias que fue produciendo la universalización de este sistema. La expulsión de millones de pobladores de sus tierras durante el proceso de acumulación originaria, las decenas de millones de muertes ocurridas durante las guerras interimperialistas, la ocupación genocida de los territorios coloniales y el exterminio de civilizaciones y culturas milenarias, son sólo algunos de los aspectos del rostro oscuro del capitalismo, altamente cuestionable como progreso, por lo menos desde la mirada de los pueblos cuyas culturas fueron aplastadas y desaparecidas bajo los cimientos del nuevo orden. Carlos Marx analizó todos estos hechos, exploró profundamente sus aristas más contradictorias, y expuso una concepción aún más radicalizada del desarrollo del progreso de la humanidad, avisorando que habría condiciones –cuya llegada consideró inevitable- para la construcción de un horizonte sin diferencias de clase. Le quitó a las causas principales del progreso humano tanto las interferencias sobrenaturales y/o los estímulos inmanentes provenientes de su pertenencia a la naturaleza, como el desarrollo de la razón como su promotor fundamental. Adjudicó su impulso esencial al crecimiento de las fuerzas productivas materiales, produciendo un salto en el conocimiento de las tendencias que guían el movimiento de la sociedad. Difícil es discernir hoy, cuánto había ya en la propia génesis de las producciones de Marx y Engels elaboradas durante el siglo XIX, y cuánto fue incorporado durante el siglo XX por sus malos exégetas de toda calaña, para que florecieran y predominaran las “ortodoxas” visiones deterministas que nos agobiaron durante décadas, de cuya herencia aun hoy es difícil desembarazarnos. Visiones que por acción u omisión nos conducen casi siempre a observar los funcionamientos de la política, como mero reflejo de la estructura económica.

Lo cierto es que a la hora de hacer cualquier balance de esta década larga administrada por el kirchnerismo, ya sea de parte de propios y/o extraños, los elementos incorporados a las respectivas argumentaciones, se circunscriben de manera muy mayoritaria a los temas económicos. Es claro que allí hay un núcleo duro que merece ser desmenuzado minuciosamente por dos razones principales. Primero, porque durante este período llegaron al país una enorme cantidad de recursos, producto de la valorización de nuestros recursos naturales ubicados masivamente en el mercado internacional. Segundo, porque uno de los fundamentos principales del discurso del gobierno se asienta en que hubo una justa distribución de esos recursos en el conjunto de la población, lo que supuestamente benefició especialmente a los sectores más postergados por las políticas neoliberales, produciéndose durante estos años una fuerte reducción de la desigualdad. Sobre estos aspectos transcurren la mayoría de los debates, enfrentando posiciones pobremente fundamentadas en consignas genéricas que no ofrecen mayor interés, con el intencionado objetivo de no comprometer demasiado a los que tienen posibilidades de gobernar en los próximos cuatro años.

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Hay que reconocer que también figuran en los discursos de los principales candidatos algunas obviedades que no son estrictamente económicas, como las denuncias de la corrupción kirchnerista y macrista, o apelaciones a terminar con la inseguridad y el narcotráfico, o a mejorar la “calidad educativa” (si alguien sabe a qué se refieren que lo diga).

Hace cuatro años, días después del triunfo de Cristina en las presidenciales de 2011, en una de las últimas cartas que intercambiamos te decía:

 La batalla cultural por cambiar los valores que instaló el neoliberalismo, es una de las preocupaciones esenciales de todos los que queremos construir un modelo alternativo. Sin echar luz sobre cada rincón desde los que continúan irradiando su nefasta influencia, en muchos casos de manera encubierta o indirecta, casi siempre a través de nuevas formas pero reciclando viejos contenidos, corremos el riesgo de convertirnos –algunos de nosotros involuntariamente y otros no tanto- en sus agentes reproductores, y por lo tanto sostenedores de ese viejo orden que nos proponemos reemplazar. En definitiva se trata de cómo transitamos el largo y sinuoso camino por librarnos de aquella hegemonía cultural mientras vamos edificando una nueva, en paralelo a las transformaciones indispensables en las bases estructurales que coloquen los cimientos de la nueva sociedad. Hay una imbricación profunda e inseparable entre los cambios estructurales y los culturales, no puede haber avances  unilaterales sólo en uno u otro campo que sean sustentables, ya que se van relacionando permanentemente entre sí como impulso o como contrapeso entre ambos, según cual quede más avanzado o retrasado respecto al otro.” (Por la Reconstrucción de un Discurso Nacional y Popular. 26/11/2011, en ¿Cómo Juzgar al Kirchnerismo?, ISEPCi, 2012)

¿Cómo transitamos durante estos doce años el camino por librarnos de aquella hegemonía cultural noventista?

 La fortísima coraza que se fue armando durante las décadas de predominio neoliberal, se resquebrajó en las históricas jornadas de los años 2001-2002. Los múltiples reclamos sectoriales, provenientes de la resistencia a las duras agresiones recibidas por un amplio espectro de la sociedad de parte del modelo noventista, fueron confluyendo, hasta culminar sintetizándose en el “Que se vayan todos”. En aquella dirigencia política estaba la representación de todo lo que era rechazado.” (ídem)

“Que se vayan todos” sintetizaba la fortaleza por la identificación nítida de una dirigencia política que había traicionado una y otra vez las esperanzas de las mayorías, pero también expresaba una profunda debilidad por ausencia de alternativas políticas e incapacidad para reconstruirlas desde el protagonismo popular. Así llegamos a las elecciones de abril de 2003, con una mayoría de candidatos que estaban entre los que las movilizaciones reclamaban, que se fueran. Tres de derecha: Menem (24,45%), López Murphy (16,37%), Rodríguez Saá (14,11%), concentraron el 55% de los votos. Kirchner con el apoyo de Duhalde y llevando a Scioli como vicepresidente cosechó un 22,24%, mientras que Carrió llegó al 14,05%. La UCR que venía de encabezar la debacle de la Alianza llegó al 2,34%, y la suma de la izquierda trotzkysta alcanzó un 2,44%.

Durante los siguientes doce años, fuimos beneficiados por una ola regional de gobiernos progresistas, posibilitando hechos de extraordinaria significación como el rechazo al ALCA en la propia cara de George Bush en Mar del Plata 2005; las históricas y reiteradas visitas de Fidel Castro y Hugo Chávez que en su momento convocaron multitudes; el proceso de reconversión del Mercosur que reemplazó a los EEUU como eje de las relaciones internacionales; el lanzamiento de la Unasur que llegó a jugar un rol de enorme importancia para frenar una y otra vez los embates golpistas de las derechas locales que siguieron actuando con apoyo externo; el fin de los controles del FMI, que durante décadas ejercieron nefastos controles sobre la economía nacional; para mencionar sólo algunas de las realizaciones que en el escenario regional, más allá de las consecuencias concretas que pudieron habernos traído, ejercieron una trascendental influencia política y simbólica. En el plano estrictamente local, el juicio y castigo a los responsables de la dictadura, la expulsión de la Corte Suprema menemista que fue soporte sustancial para las regresivas transformaciones noventistas, el resonante triunfo electoral de Cristina que en 2005 puso de rodillas al –hasta ese momento invencible- aparato del PJ de la provincia de Buenos Aires encabezado por los Duhalde. Se instaló una agenda progresista que marchaba y producía cambios, impensables muy poco tiempo atrás. A la vez los Kirchner llamaban a la renovación política, y daban señales de ruptura con el entramado político responsable de la catástrofe neoliberal.

Sin embargo solo dos años después, a finales de 2007, Néstor se hizo cargo de la presidencia del PJ, abortando toda posibilidad de transformaciones esenciales en el esqueleto político existente. Por el contrario, de allí en adelante la estructura justicialista volvió a cobrar el vigor perdido, alimentada por el prestigio del kirchnerismo, y por cuantiosos recursos transferidos desde el gobierno nacional. El PJ ganó dinámica y poder territorial, en base al clientelismo y la administración de los negocios delictivos más jugosos que le permitían generar fuentes de ingresos propias. Para darles permanencia estableció una estrecha alianza con las policías locales y la justicia, lo cual le permitió transitar los caminos de la ilegalidad con tranquilidad e impunidad. El conjunto de la dirigencia política adquirió un desarrollo desmesurado. Sus méritos pasaron a ser considerados por la mayor o menor habilidad para sostener una presencia mediática manipulada por parámetros equívocos, en los que predominan las fotos, las imágenes más o menos impactantes por sobre la exposición de ideas o propuestas medianamente fundamentadas. Estos políticos de profesión no tienen objetivos transformadores sino que principalmente se presentan como administradores de lo posible. La gestión de lo posible no requiere de ideologías determinadas. Sólo son indispensables ciertas habilidades que se cubren con disfraces políticos diferentes. Disfraces distintos desde los que pueden disputar entre sí buscando convencer a la población de que debe elegir a unos u otros. Muchas veces también se desatan duras confrontaciones entre sectores que están aliados, sin que necesariamente estén en juego hegemonías de ideas al interior de esos acuerdos. Está en juego el cálculo mezquino por la conservación de bancas u obtención de otras nuevas, o por la apropiación de lugares de gestión, que servirán de botín antes que nada para el beneficio personal. Los que hoy son elogiados, mañana son execrados y expulsados y a las pocas horas son nuevamente admitidos y glorificados. Sin escalas intermedias, allí van y vienen actores y actrices políticos/as cruzándose en los pasillos que conducen hacia el que consideran su mejor posicionamiento.m-y-m

Este intercambio obsceno sin mayores costos para sus protagonistas expresa dos cuestiones de fondo. La primera, es que no hay diferencias importantes sobre el rumbo del país para los próximos años. Segundo, y quizás la menos atendida por los diversos análisis en circulación, es que la estructura política hegemonizada por el PJ -en cuya composición participan los sectores que hoy disputan con posibilidades las presidenciales- durante el kirchnerismo adquirió niveles de autonomía y poder propio, que le permite discutir y pugnar con el poder económico dentro de márgenes de lo posible, y decidir orientaciones que contemplen la preservación de sus intereses.

Es obvio que la decisión tomada por Cristina para elegir el candidato a presidente del Frente para la Victoria, nada tiene que ver con ningún relato progresista, ni con la posibilidad de que sea continuador de alguno de los cambios positivos realizados en estos años. Scioli es un representante de la derecha, sobre el que hay menos dudas de las que podía haber en su momento sobre un Menem que era mucho menos conocido en el orden nacional. Aquí hay solo cálculo liso y llano respecto a cuál es el mejor posicionamiento para conservar poder y negocios. Los sectores económicos más concentrados no tienen dudas de que es un hombre de ellos, en todo caso pueden tenerlas respecto a la capacidad y firmeza para llevarlas adelante. Pero para eso se preparan para cubrirle las espaldas.

La decisión tomada por Néstor y Cristina hace ocho años de buscar la reconstitución de las fuerzas políticas tradicionales no fue gratuita. En julio de 2008 en su visita a Carta Abierta Kirchner les dijo sus miembros: “Tengo que confesarles que la decisión de asumir como presidente del PJ fue por un pedido de Cristina. ¿Se imaginan lo que pasaría hoy si otro fuera el presidente? El PJ está atravesando por un período de decantación, como lo vemos a diario, de redefinición de posiciones…” Claramente las redefiniciones fueron para peor.

En las recientes elecciones primarias Macri (24,49%), Massa (14,32), De la Sota (6,24%), Sanz (3,34%), y Carrió (2,27%), concentraron el 52.65% de los votos, quedando bastante cerca del 55% que sumaron Menem, López Murphy y Rodríguez Saá en el inicio de este largo camino por librarnos de la hegemonía ideológica neoliberal. La diferencia es que en aquél momento tenían enfrente el 22% de Néstor Kirchner, y ahora tienen ¿del otro lado? el 38% de Daniel Scioli.

¿Scioli está efectivamente en las antípodas de Macri y Massa? ¿Está proponiendo una agenda que por lo menos va a mantener el rumbo kirchnerista? (“que todo lo que hicimos no se pierda” apela Cristina a tres días de las elecciones). En 2003 Néstor Kirchner llegado a la presidencia con el apoyo de Duhalde, rápidamente se convirtió en una sorpresa “por izquierda”. En 2015 Daniel Scioli no va a ser ninguna sorpresa cuando avance “por derecha”.

Después de transcurridos doce años durante los cuales se sucedieron hechos extraordinariamente favorables para los sectores populares en toda América del Sur, si hay un ámbito donde podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el kirchnerismo desperdició enormes oportunidades, es en lo político-cultural. Su legado se expresa con nitidez -entre otras cosas- en su propio candidato.

Publicado en: http://lapiedraenelzapato.com/2015/10/21/scioli-o-el-legado-politico-cultural-de-la-decada-kirchnerista/

Por Isaac Rudnik / Nacional octubre 21, 2015 13:41